El último libro de la poeta Marina Serrano, Psiquis anatómica (Ediciones en Danza), dilucida una poética en torno al trabajo meticuloso con la palabra. Ofrece una reestructura del pensamiento lírico combinando varias disciplinas. Se trata de una lúcida propuesta para desarrollar una mirada objetivista de la realidad. Una que alcanza otras profundidades de interpretación. Así, tras despojarse de los prejuicios, y a través de pulsiones especulativas, sus versos avanzan por zonas intensas del ser. Elegante, en las antípodas de lo cursi, la poesía de Serrano se revela sincera en su expresión: verídica en sus hallazgos formales.
Marina Serrano es licenciada kinesióloga fisiatra, licenciada en psicología y dos veces campeona del mundo de taekwondo. Su obra poética está compuesta por: Formación hospitalaria (2006); La diástasis de las tibias largas (2008); La única cosa necesaria (2012) y Segunda formación (2015). Ha participado en varias antologías.
-El subtítulo de Psiquis anatómica hace justicia a la forma dual con la que está pensado el libro: “La doble organización del conocimiento”. Se trata de una publicación donde la estructura resulta inseparable de su significado.
-El libro fue pensado en forma dual. La idea de doble organización del conocimiento, proviene de las teorías del psicoanalista Luis Chiozza. Cuando el libro comenzó a gestarse, yo había terminado mi carrera de Kinesiología y Fisiatría en la facultad de medicina de la UBA, una carrera focalizada en el mundo de la materia biológica, netamente científico, por decirlo de alguna manera. Al atravesar las prácticas hospitalarias descubrí que, frente a los problemas de los pacientes, solo a medias me acercaba a una explicación coherente, solo me aproximaba a la mitad de la carne, medible, cuantificable; en cada caso clínico tenía la íntima sensación de que, más tarde o más temprano, reaparecerían los padecimientos, en su forma original o transfigurados. Así que cambié de bando y me pasé al mundo de la psicología donde los significados, la mente individual, los procesos inconcientes, toman un lugar principal. Pero aún con esta nueva información en la cabeza, no lograba una integración sensata, simplemente había logrado que para cada situación, en lugar de encontrar una explicación escasa, encontrara dos. Así que seguí cursando estudios de posgrado en medicina psicosomática, desde diferentes enfoques, en diferentes instituciones, y resultó más de lo mismo. La única explicación razonable que encontré para explicar lo que sucedía se basaba en la teoría de Chiozza -a quien está dedicado el libro, junto al Dr. Eduardo Dayen, mi maestro- y propone comprender que la conciencia es la que organiza la información en diferentes niveles, un nivel de las cosas de la materia, con sus características y valores, peso, volumen, etc., y otro nivel de los significados, las historias, los dramas, etc. El problema es que cada nivel se explica y se entiende en su propio nivel, y resulta un diálogo de locos el cruce de información. Mi solución fue la poesía. Pensé que la poesía era el camino adecuado para alguna especie de comprensión genuina, profunda, verdadera, por llamarla de alguna manera. La poesía de Psiquis anatómica fue mi manera de integrar, lo que yo creía que era el desarrollo de la vida, explicado desde el yo del poema y, al mismo tiempo, desde los significados universales, explicado desde las experiencias individuales y los significados de esas experiencias como experiencias universales (aunque universales para mí, paradojalmente). Por eso hay dos poemas por cada estadio, situación, o caso. Son dos voces que provienen de universos diferentes, niveles diferentes que ordena la conciencia y que, en el fondo, remiten a la misma cosa en sí (bastante Kantiana).
-Asimismo, Psiquis anatómica está planteada dramáticamente en dos secciones: “Materia/Significado” y “Cuerpos/Dramas”. ¿Por qué?
-En la primera parte, los poemas avanzan por lo que sería un curso ideal, normal, por llamarlo de alguna manera (es muy difícil utilizar palabras que se malinterpreten, porque las palabras pertenecen inevitablemente al mundo de las palabras, de los significantes). Desde los primeros actos de un nuevo ser, sus primeras divisiones celulares, el libro recorre una línea que toca algunos de los eventos vitales del individuo hasta el reinicio en una nueva fecundación. La visión es del continuo general de la vida. En la segunda parte, también hay un recorrido que parte desde la concepción, pero esta vez se detiene en, lo que vulgarmente llamaríamos, eventos patológicos, en los esfuerzos que hace el individuo para sostener, a como dé lugar, la vida: resfríos, infarto, escoliosis, anorexia, diabetes, miastenia, etc.
-Para las definiciones y etimologías citadas en las notas al pie, las has traído de múltiples diccionarios. ¿Qué criterios de selección bibliográfica aplicaste al ser éstos los textos elegidos, y no otros?
-No hay un criterio científico, la selección se basa, más que nada, en mis definiciones y diccionarios favoritos, Corominas en primera instancia. Aunque tuve que apelar a otros textos específicos para algunas palabras que no se encontraban en los clásicos.
-Técnicamente hablando. ¿Cómo fuiste trabajando estos poemas?, ¿fueron desarrollándose según el orden secuencial del libro?, ¿se tuvo en mente el trabajo en particular de algún otro poeta como referencia?
-Durante varios años, mientras veía y padecía los casos clínicos, escribía los poemas, el esquema fundamental al menos, mientras leía los textos científicos escribía, mientras cursaba en la facultad, escribía. Y recién comencé a armar el libro cuando cerré el ciclo de estudios formales y prácticas. O sea, cuando decidí retirarme de ese mundo, mirarlo desde afuera. De ahí en adelante, llevó otros cinco años por lo menos que llegara a manos del editor. Para mi primer libro, Formación hospitalaria, mis dos grandes guías fueron Gottfried Benn y Héctor Viel Temperley, Morgue y Hospital Británico fueron un verdadero descubrimiento, mi puerta dimensional. Pero en general, los poetas que me gustan no tienen mucho que ver conmigo, y siempre termino pensando que: para hacer algo tan bueno como lo que hace tal poeta, ya está él, mejor buscar mi propia poesía, aun a riesgo de que termine resultando una porquería.
-Ya desde el inicio del primer poema, “Mórula”, “Ignoro lo que seré, corazón, hígado, piel. Soy/ el proyecto en un tiempo que fue y que vendrá”, planteás una poética de sesgo notoriamente materialista. Poemas que involucran al cuerpo, desde su concepción hasta su misma muerte, tal como cierra el libro. ¿Hay espacio para la metafísica en tu lírica?, ¿por qué?
-La idea inicial del libro era que el poema que se lee en la parte superior de la página, sea el reflejo del mundo material, del mundo de los hechos “tal cual son”. Si se lee con detenimiento, los pequeños poemas encerrados en las notas al pie intentan atisbar significados universales, de alguna manera, son los metafísicos. Aunque, debo admitir, que no sé sobre el lirismo en mí.
-¿De qué manera pensás que el hecho de que seas psicóloga y kinesióloga haya influído (o no) tu poética?, ¿por qué?
-Yo escribo sobre lo que me conmueve y me importa profundamente. Y me meto en esos mundos como si, durante ese tiempo, no existieran otros. Yo no escribí poemas como un aderezo a mis estudios, yo estudié como una forma de vivir lo que escribo. En Psiquis anatómica y Formación hospitalaria, mis carreras me dieron una voz llena de saberes médicos, científicos, que hice mía al punto de hablarla cotidianamente por más de una década. Sin embargo, he vivido antes y después otros mundos tan intensamente como esos, los cuales también han alimentado mi poesía, han modificado mi lengua y mi corazón. De hecho, para desarrollar el próximo libro, que vaya a saber cuándo será concluido, llevo más de cinco años totalmente imbuida en el mundo de la música clásica, estudiando piano, conociendo artistas, etc. Quizá, quién solo vea ese trabajo pensará que eso ha sido todo a lo que le he dedicado mi vida.
-Me gustaría, Marina, te refieras a la objetividad casi quirúrgica con la que titulás tus piezas, sobre todo, para la sección “Cuerpos/Dramas”, donde cada poema pareciera responder a una patología diferente: “Anorexia”, “Hepatitis”, “Colitis ulcerosa”, “Escoliosis”… ¿Cuándo un verso puede pecar de excesivo en relación a los datos fácticos, terminológicos que pueden llegar a contener?
-Conozco bastante poco sobre esa clase de pecado y sobre el pecado en sí, sólo sé que encuentro belleza en algunos términos que, es posible, otros no encuentren. No veo términos. No veo, por ejemplo, hepatitis como una palabra médica, veo a un hombre encadenado a una roca, un pico entrando cada día en su entraña verde, la facultad de hacer y hacer que llega a la desesperación, veo el intento fallido de fabricar un mundo que se parezca al mundo que se ha soñado. Quizá, los poetas que saben me consideren pecadora, no lo sé. Sé que, como quien estudia anatomía, y desarma cada capa de la piel del cadáver, y descubre lo que hay en lo profundo, nunca más veré a los demás como antes los veía, cómo una especie de Superman con visión de rayos x, encontraré otra realidad, ni mejor ni peor, distinta.
-“Infibulación”, por su aspereza clínica, me hizo pensar en Gottfried Benn, un poeta médico contemporáneo a Trakl. ¿Recordás la historia de este poema en particular?
-Es sabido que en la carrera de psicología, los freudianos nunca paran con el complejo de Edipo, la castración (como evento únicamente masculino), la envidia del pene. Simplemente me pareció tan pobre esa eliminación absoluta de la castración como evento en sí que puede sucederle, y de hecho sucede, en las mujeres, que intenté darle lugar. No podía creer que tipos tan pensantes hayan dado tanta importancia a una cosa e ignorado completamente lo mismo, solo porque afecta al género femenino, ignorando así culturas enteras que la practican real y fácticamente en forma despiadada.
-Tu libro relaciona una zona vinculada a la medicina muy importante con la poesía. Habilita una fructífera asociación de conocimientos que se complementan sin caer en el barroquismo de los tecnicismos. En ese sentido, hacés un registro meticuloso con el lenguaje. Ninguna palabra desentona, interrumpiendo así, la respiración de los versos. ¿Pensás que cada palabra atesora un valor único, intransferible?, ¿por qué?
-Sí, eso siento, que cada palabra tiene su valor. No creo demasiado en los sinónimos. Me gustan las palabras, cada palabra, aun las que me asquean me gustan. Uno comprende esta valencia cuando trabaja un poema, si intenta quitarlas, el poema se cae, desaparece. Pueden modificarse muchas cosas, pero cuando una palabra es la indicada, es inamovible, no tiene reemplazo.
-Otro gran poema tuyo, “Aborto”. La contundencia expresiva en esos versos son de marcada precisión. Es crudo, sí, pero no apelás al golpe bajo. Al efectismo del pathos, muletilla de la poesía por excelencia. ¿A qué rehuís cuando escribís poemas?
-En principio huyo de la condena moral, de la moraleja, de caer en la enseñanza tipo maestra ciruela. No estoy a favor ni en contra de casi nada, solo intento comprender. Es un trabajo arduo, porque estoy llena de prejuicios, prejuicios en tanto juicios pre pensados, que nunca examiné y que da lugar a un trabajo sin fin y casi a oscuras. Es como si la vida nos metiera constantemente un pack de información y actualización de información, de los cuales ni siquiera tenemos un botón de conciencia para decir acepto.
-Hoy hay muchos ciclos de poesía. ¿Qué opinión te merecen?
-Creo que cada ciclo tiene un objetivo diferente. Están aquellos que apuntan a lanzar poetas, que logren sus primeras lecturas y ediciones, los ciclos monogámicos de quienes se leen entre ellos por placer, los ciclos que se organizan como promoción, en fin. Prefiero lo que se mueve a lo estático, siempre los apoyo, aunque a veces no acuerde con los organizadores, aun así espero que sepan que cuentan conmigo.
-¿Qué lugar ocupa la esperanza en tu poética?
-La esperanza es casi una característica de mi personalidad, no como utopía, como idealización del futuro, sino como convicción interna de poder hacer, y crear, esperanza como el convencimiento de que se poseen los recursos suficientes para hacer suceder lo que se sueña. Creo que mis libros de poesía siempre terminan con un poema donde la esperanza se lleva casi a un punto absurdo, después de haber transitado los más horrendos trayectos, siempre hay un rehacerse. Quizá, como en la hepatitis, yo sea el fruto de una esclerosis del optimismo.
Marina Serrano recomienda:
Creo que la grabación de la Deustche Gramophone, del Concierto en sol mayor y Gaspar de la Nuit, de Ravel, junto al concierto N° 3 de Prokofiev, dirigido por Claudio Abbado, tocado por Martha Argerich, con la orquesta filarmónica de Berlín. La primera vez que escuché el concierto en sol mayor, lloré tanto que tuve que detenerlo. No tengo idea de las veces que lo he escuchado, miles de miles. A partir estos discos, volví a tocar el piano, cosa que no hacía desde la juventud, y una gran parte de mi vida cambió drásticamente.