“No quiero ir/ nada más /que hasta el fondo”. Esos fueron los últimos versos de Alejandra Pizarnik, encontrados en el pizarrón que tenía en su habitación, donde la encontraron sin vida el 25 de septiembre de 1972. Su nombre, ya reconocido en el ambiente poético de Buenos Aires, se volvió desde entonces en uno de los mitos más anhelados y codiciados por cualquier lector que quiera prefigurar una imagen del panorama poético nacional.
Pero el fenómeno Pizarnik, que implica que su obra circule desde lo efímero de los bots de Twitter hasta grabarse en murales de Acción poética, trascendió las esferas artísticas. No desde su voz, ya que solo existe un registro en el que recita versos de Escrito con un nictógrafo (obra de Arturo Carrera de 1972, reeditado por interZona con un CD en 2006). Tampoco desde la crítica estética, a pesar de que dejó una de las analogías más citadas: “Creo que la melancolía es, en suma, un problema musical: una disonancia, un ritmo trastornado”.
La vigencia de Alejandra Pizarnik, además de sus poesías, se explica por todas las emociones que movilizó en lectores, artistas y cantantes de todos los géneros, lo que provoca que su vigencia sea imposible de medir. Uno de ellos es Luis Alberto Spinetta, que señaló que Pizarnik es una de las poetas que más la acompañaron. En Indie Hoy, repasamos seis músicos y músicas que le pusieron voz al espíritu poético de Pizarnik, y cómo sus frases de deseo y desamor se convirtieron en las letras de estribillos.
Fin del Mundo – “La noche”
En el texto titulado “(un dibujo de Klee)”, Pizarnik traslada la abstracción de la pintura a la poesía para ponerle palabras a la inmensidad del enamoramiento. “Cuando el palacio de la noche/ encienda su hermosura/ pulsaremos los espejos/ hasta que nuestros rostros/ canten como ídolos”. Las chicas de Fin del Mundo consiguen expandir ese infinito. La suavidad de la voz, la batería incansable, las guitarras que se reúnen en el solo: todo configura un universo sonido envolvente con el que abrieron su sesión en el formato KEXP para que el sonido creado por las patagónicas atraviesen todo el mundo.
Roxana Amed – “La sombra de tu sombra”
“Sólo la sed/ el silencio/ ningún encuentro/ cuídate de mí amor mío/ cuídate de la silenciosa en el desierto/ de la viajera con el vaso vacío/ y de la sombra de su sombra”. La voz de Amed atraviesa como un suplicio roto y se convierte en un eco, para que los versos escritos por Alejandra Pizarnik se eternicen, ya no en la lectura sino acompasados con la polifonía del piano de Frank Carlberg. Roxana Amed, argentina criada en Estados Unidos, es dueña de un registro y un estilo que la distinguen como artista conceptual y que le permitieron construir un nombre en el ambiente internacional del jazz. Su canto parece encontrar rumbo en el fluir del texto escrito para instalar su melodía en la profundidad de la memoria.
Gustavo Cerati – “Ahora es nunca”
Amor amarillo, el primer álbum solista de Cerati, se lanzó como una emulsión de todas las influencias del artista, que logró una obra que continuará siendo vanguardia en un futuro que aún desconocemos. El título del noveno tema es una cita directa de Pizarnik, con la impronta existencialista que configura la desolación de la letra que canta Gustavo. “Aún no es ahora/ ahora es nunca/ aún no es ahora/ ahora y siempre/ es nunca”, escribió a los 20 años la poeta. Tiempo después, en 1999, fue mencionada entre los agradecimientos del álbum Bocanada, junto a otros escritores como Jorge Luis Borges y Horacio Quiroga.
La Zorra Zapata – “Un golpe del alba”
El primer adelanto del álbum Acantilados, publicado este año por la artista peruana, es un homenaje a Alejandra Pizarnik en su trama, sus representaciones y su videoclip. A la cantante se la puede ver lookeada como la poeta, esperando a un amor que no llega a tiempo. “La canción alegre te cuenta la muerte”, propone esta oda a la ciclotimia con trágico final. Nuria, que asumió el nombre de La Zorra Zapata como un alter ego musical, escoge versos que piensan cómo coexisten en nosotros un lado luminoso y otro oscuro e impotente. “Un golpe del alba” es una sustancia que replica ingredientes de Radiohead y Bomba Estéreo, cuyo efecto provoca escuchar en loop los aullidos que se colan en el ritmo y su voz envolvente.
Florencia Lira – “Mis aguas”
Hay sintetizadores, bajos y guitarras, pero los agudos de Florencia Lira se empoderan y toman el protagonismo de este folk meloso y sensible. Mientras deshoja libros que se terminan por disolver en el agua, la artista reproduce la poesía “L’obscurité des eaux”: “Dibujo en mis ojos la forma de mis ojos, nado en mis aguas, me digo en mis silencios. Toda la noche espero que mi lenguaje logre configurarme”. En el video de la canción se explicita que la influencia de Pizarnik trasciende la lírica: es una estética apesadumbrada, una apariencia introvertida pero surreal, una forma de abrazar la melancolía y entenderla con dulzura.
Antonio Birabent – “La última inocencia”
Antonio Birabent es un artista que jamás separó obra de concepto. Por eso escogió a ocho autores bonaerenses (Abelardo Castillo, Aurora Venturini y Almafuerte, entre otros), para constituir Oficio: juglar, un homenaje a los cantantes viajeros que volvían eternas las historias conmovedoras, ya sea por su épica o por su representación: en los versos, la gente encontraba sus pasiones y sus dolores. Con una guitarra que marca el pulso, Birabent seleccionó “La última inocencia”, poesía homónima de Alejandra Pizarnik, que representaba premonitoriamente uno de los textos más afligidos de la escritora. “He de partir/ no más inercia bajo el sol/ no más sangre anonadada/ no más formar fila para morir”.