El primer día oficial de proyección de esta nueva edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente contó con la presencia de títulos no sólo largamente esperados por el público y la crítica, sino verdaderos representantes de las ideologías que sostienen y de las estéticas que utilizan.
La función de apertura, en la sala 5 del Village Recoleta, correspondía a El cielo del centauro, de Hugo Santiago, una fábula ingeniosa y algo fantástica construida 43 años después de Invasión, uno de los largometrajes modernos más reconocidos del cine argentino. Tras este hecho, la competencia se dio por comenzada y la vereda ubicada sobre Vicente López comenzó a atestarse de realizadores y entusiastas.
Con una programación tan rica en contenidos y de extensión bastante considerable – más de 421 títulos – siempre resulta tarea difícil poder discernir qué ver primero. Éstas son algunas de esas películas elegidas para inaugurar un nuevo año de BAFICI.
LOS EXILIADOS ROMÁNTICOS (Jonás Trueba)
A pesar de la expectativa que se genera por el cine del joven hijo-de-tigre español, el público difícilmente pueda considerarse estafado. El segundo largometraje de Trueba, Los exiliados románticos, conlleva una pesada carga – tanto emocional como cultural – y apuesta por una trama moderna y peculiar con aires de libertad y juventud. Luis, Vito y Francesco –residentes de Madrid- emprenden un viaje hacia París, impulsados cada uno por su propio motor. La cámara espía la rivera francesa mientras los tres amigos la recorren a bordo de una pintoresca van anaranjada que destaca entre los grises vehículos de la Ciudad del Amor. Es destacable cómo Trueba introduce, con diálogos y situaciones diversas, una intelectualidad exigente que fácilmente puede dejar a varios afuera. Referencias a ideales del romanticismo y a escritores de la talla de Buckminster Fuller o Natalia Guinzburg – además del detalle de que durante la película los personajes no sólo hablan español, sino también alemán, francés e italiano – hacen de Los exiliados… una película multicultural que demanda que el espectador maneje determinados conceptos e ideas para comprender mejor el mensaje. La música merece mención aparte. No sólo por el aporte de las canciones de Tulsa – la banda también madrileña, liderada por la cinematográfica Miren Iza, que parece “perseguir” a los amigos por los rincones de París – sino por todo el acompañamiento musical que sabe a frescura innata, a juventud y belleza sin fin. Resulta imposible no identificarse no sólo con la temática del filme, sino también por sus personajes, los diálogos y la pulcritud de la estética fotográfica. Una película para ver y degustar.
Para volver a ver: Domingo 19, 20.30, Village Caballito
MADRES DE LOS DIOSES (Pablo Agüero)
El crepitar de las llamas inunda la sala. Del negro azabache de la pantalla se dejan entrever las líneas de un rostro iluminado por el rojo del fuego. Detrás, el silencio.
Si bien hay que especificar que el tercer largometraje del mendocino Pablo Agüero corresponde a un documental, puede parecer que el género le quede corto. Con la participación de Geraldine Chaplin como entrañable narradora, Madres de los dioses narra las historias de unas cuantas mujeres – abatidas por la vida misma – que, luego de refugiarse entre los paisajes de El Bolsón del Sur argentino, logran juntar los pedazos y construir poderosísimas personalidades. Cada una cuenta su historia de dos maneras: monologando – en íntimos planos cortos donde el espectador reconoce rostros cansados pero decididos – o accionando, a través de unos cuantos planos generales donde se aprecia no sólo el hábitat natural de la zona, sino la destreza y la convicción con la que éstas mujeres se desplazan por el territorio. La fuerza de voluntad y las cuestiones de fe se ponen a prueba a lo largo de todo el filme, que además revela temáticas humanas de gran emoción que conectan inmediatamente con el público. La lucha por los objetivos – reales y concretos – de estas mujeres es lo que le permite avanzar a la narración, dividida en tres capítulos que corresponden a los nombres de Apocalipsis, Iluminación y Génesis. A lo largo de 85 minutos se nos evidencian relatos de vida auténticos, sufridos y aislados que no sólo generan empatía inmediata sino que generan tensión por sí mismos. Un pantallazo a la diversidad de espiritualidad que coexiste en Argentina, sino también en el mundo, y que para ciertos humanos significan la sanación y la resurrección desde las cenizas.
Para volver a ver: Domingo 19, 17.45, Village Caballito
LE MERAVIGLIE (Alice Rohrwacher)
Alice Rohrwacher no sólo forma parte del destacado jurado de esta edición del BAFICI sino que trajo consigo Le meraviglie, la ficción de 2014 que encantó en el pasado festival de Mar del Plata. La trama gira en torno a Gelsomina, una niña audaz y responsable que vive con su familia apicultora en una zona rural de Italia. Gelsomina es la mayor de cuatro hermanas y, además, la preferida de su padre – burlado por sus amigos por ser incapaz de haber tenido, al menos, un varón – un hombre estricto y demandante. La rural familia se completa con Angélica – madre comprensiva, despreocupado y algo despistada – y su hermana, Cocó. La rutina se desarrolla sin sobresaltos hasta que las niñas se encuentran, en medio de una cascada, con un personaje que parece encantado: Mónica Belucci, participando en el filme como conductora de un famoso programa de televisión, se aparecerá vestida de blanco, como traída de algún cuento. Gelsomina queda maravillada por la belleza y delicadeza de Belucci, que le propone ingresar con su familia a un concurso de productos regionales cuyo premio puede salvar la economía de los apicultores. Su padre se niega rotundamente a formar parte del “circo” y Gelsomina calla hasta próximo aviso. Estéticamente perfecta, con algunos fleur de madrugada y atardeceres y cierta tonalidad pastel que acompaña la narración, Le meraviglie plantea interrogantes que ni siquiera devela al final y le permite a una preadolescente construirse su propio y enigmático universo en torno a lo poco que conoce de la vida.
Para volver a ver: Lunes 20, 17.00, Village Caballito / Miércoles 22, 22.30, Village Caballito
RAGAZZI (Raúl Perrone)
A las 20.30hs, en la sala 4, se proyectó la primera de las tres funciones de la nueva película de Raúl Perrone, Ragazzi, que en pocos días agotó sus entradas. Con la sombra de P3ND3J05 sobre el lomo, esta nueva entrega del anti-autor de Ituzaingó resignifica – una vez más – las estructuras narrativas del cine como lo conocemos. También en blanco y negro y con la presencia de seres fantasmales que se fusionan y se entrelazan en medio de un cuadro que siempre parece estar a punto de fundirse a negro, por el particular titileo de la imagen y el ruido visual de la cinta de video analógico. La estética repetida no resulta, por ello reiterativa sino que funciona a modo de acento para los rostros abatidos y serios de los personajes. Ragazzi es hogar de diálogos y música invertidos, elementos a través de los cuales “El Perro” construye su propio lenguaje. La cara de un hijo se fusiona con la de su primer amor y su madre, que le asegura: “La única mujer de tu vida debería ser yo”. Una secuencia destaca por su peso dramático y su decodificación clara: un “ragazzi” yace sentado, inmutable, mientras un tribunal de cinco hombres decrépitos y de semblante desagradable lo acusan y lo miran fijo mientras fuman. A pesar de no oír sus palabras, el sólo movimiento de sus fauces representa una inquisición moderna, desesperante y eficaz. Los decrépitos se burlan y lo intimidan, pero el “ragazzi” no cede; llora, pero nunca cede, mientras la ceniza se acumula sobre la mesa. Luego el silencio. Luego la fuerza bruta, en la imagen y en el sonido.
“A los 40 años estoy como a los 17” dice en reversa un personaje en italiano – aunque adrede desfasado de sus propias palabras – y es en esas breves líneas donde Perrone se deja entrever, con su espíritu de niño caprichoso y mordaz. El director espía, nuevamente y sin escrúpulos, la intimidad de la juventud, porque él forma parte también de ella. “Es imposible decir qué clase de grito es el mío (…) un grito que capta la atención de alguien”. Y Ragazzi es exactamente eso: una expresión, muda, de quien no se deja ensordecer por los estímulos y categorizaciones de la vida moderna. La crítica poética – pero no por ello menos firme – que “El Perro” invoca en el largometraje estalla al ritmo de una cumbia prepotente. La banda sonora es esa maraña irreparable de discrepancias que el director deja estallar en los oídos de los presentes, presagiando, tensionando y dejando fluir. Dos movimientos definen equilibradamente a la trama a modo de capítulos, claramente diferenciados no sólo por placas negras sino también por sus respectivos contenidos. Ituzaingó y las orillas del Río Suquía de Córdoba se entrecruzan sabiamente gracias a los protagonistas de las escenas, que deambulan entre desamores, chapuzones y bikers a lo largo de todo el filme.
Para volver a ver: Domingo 19, 12.45, Village Recoleta
LA SOMBRA (Javier Olivera)
Pocas películas documentales autobiográficas cuentan con la capacidad de rozar una fibra íntima – bien íntima – del espectador. En el caso de La sombra, de Javier Olivera – cansado de ser el hijo de Don Héctor, director nada más ni nada menos que de La Patagonia rebelde -, una casona construida por su ambicioso padre en San Isidro será no sólo el vehículo de ideas, sino también parte de la liberación personal del director con respecto al vínculo con su familia. Olivera rescata múltiples filmaciones realizadas a lo largo de la mayor parte de su vida en diversos formatos; es así como La sombra reúne tomas del tipo caseras tanto en Super 8mm, 35mm y VHS. La película comienza con la voz en off del director haciendo alusión a la “Teoría del Palacio de la Memoria”. Y anuncia: “Ésta es mi memoria. Éstos son mis espacios”. Una primera toma de un plano arquitectónico de una casa, sobre la cual se van apoyando varios rollos de Súper 8mm en cada habitación, acompaña el off. El sonido posee un carácter evocador específico y puede presentarse en forma del rechinar de una puerta o del fluir subacuático del agua. Los silencios representan una porción esencial de la banda, que maneja los sentimientos del espectador de la manera en que se le ocurra. Incluso Olivera hace una diferencia directa a Citizen Kane, de Welles, comparando al frío empresario y a su palacio Xanadu con su propio padre y su mansión en Buenos Aires. “¿Pero, dónde está el trineo?”, pregunta la voz de Olivera, mientras un susurro pronuncia “Rosebud” reiteradas veces. La sombra es un acto de enmendación y perdón; es la salida que el director encontró ante la efusiva relación con su padre y, por consiguiente, por la casa que habitó hasta no aguantar. La decadencia y la ostentosidad se enfrentan constantemente en diferentes épocas y contextos históricos; los silencios y los martillos se alternan, creando ritmos inusuales y engañosos. Olivera convierte la ostentosa mansión en un hogar improbable para los recuerdos, razón por la cual procura destruirla conforme avanza la trama. Poco a poco los muebles raídos y abandonados desaparecen, el piso se levanta, los mosaicos se hacen añicos. Los recuerdos son interrumpidos por los sonidos propios de un proceso de destrucción y demolición, donde los serruchos, los golpes y el ruido de las tejas estrellándose contra el suelo arrasan con todo lo demás. El proceso de sanación se ha iniciado y Olivera ha demostrado hallar en el cine un lugar en el mundo para enmendar los tormentos de su pasado.
Para volver a ver: Domingo 19, 20.15, Arteplex Belgrano