Una conversación se establece entre dos o más personas que hablan un mismo lenguaje, entre posiciones que buscan expresar sus emociones y comprender las demás posiciones. En el lenguaje musical no existen palabras o significantes, pero sí diálogos. De esta manera, la unión entre el pianista Bill Evans y el guitarrista Jim Hall creó narrativas y discursos novedosos, inventó diálogos e interacciones que todavía no se habían visto allá por los años sesenta.
Ya habiendo trabajado juntos en el quinteto de Evans (con Freddie Hubbard y Philly Joe Jones entre otros) y habiendo grabado trabajos como lnterplay (1963) y Loose Blues (1962), Evans y Hall decidieron juntarse en formato dúo. El resultado de esta colaboración fueron dos discos, Undercurrent e Intermodulation, ambos álbumes recordados por ser el choque de dos mundos diferentes, dos paradigmas quizás alejados en técnicas, pero cercanos en concepciones armónicas, en estilos y en nociones interpretativas del jazz.
Si bien es verdad que muchas veces a lo largo de la historia se ha antagonizado a la guitarra y al piano como dos polos completamente opuestos del mundo musical, Hall y Evans pudieron romper estos estigmas y entenderse con una fluidez envidiable para cualquier instrumentista. Ambos artistas fueron recordados en varias ocasiones por ser los más virtuosos dentro de sus instrumentos: en palabras de Pat Methany, Hall era “el mejor guitarrista vivo”, y a Evans lo apodaron como “el poeta” del piano y muchos los consideraron como el mejor pianista de jazz de la historia. Juntos crearon dos de los más delicados y finos discos del género.
Undercurrent, publicado en 1962, fue el primero de ellos y quizás el más popular. Su arte de tapa se realizó a partir de una onírica obra de la fotógrafa Toni Frissell y musicalmente se construyó a partir de una base de sentimientos introspectivos y personales para cada uno. Fue el primer disco que Evans grabó tras la fatal y trágica muerte en un accidente de auto del contrabajista de su trio Scott LaFaro. En consecuencia, es notorio el tono melancólico, las melodías tiernas y el estilo sumamente sensible perfecto para un día nublado y lluvioso. Se puede percibir la conexión magnética y casi psíquica que se establece entre ambos instrumentos dando como resultado una variedad ilimitada de armonías perfectamente encuadradas y pensadas. La mayoría de las canciones son standards del género salvo por “Romain” que es una composición original de Hall.
Publicado cuatro años después, Intermodulation desde el comienzo presenta un aire distinto a su predecesor. Ya desde el primer tema muestra un mismo estilo sensato y sereno, pero con rasgos más energéticos. Esto no quiere decir que se aleje completamente de las características propias de ambos músicos, pero sí que rompe con lo que fue el álbum de 1962. En temas como “Jazz Samba” podemos apreciar un ritmo más movido y jolgórico (dentro de lo que el jazz permite). Sin embargo, la idea musical sigue siendo la misma: ambos músicos intercambian idas y vueltas que dan lugar a un agradable debate musical, un espectáculo de sentimientos recubiertos de las más interesantes improvisaciones. El álbum también está compuesto principalmente por standards menos por “All Cross the City” de Hall y “Turn Out the Stars” de Evans.
Pasaron casi 60 años de ambos lanzamientos, pero su valor instrumental y estilístico sigue marcando a las nuevas generaciones que buscan adentrarse en el ambiente musical. Pese a que los dúos entre un pianista y un guitarrista no son tan comunes en el mundo de la música y mucho menos en el mundo del jazz, aquí tenemos no solo un gran ejemplo de funcionamiento de dos instrumentos que generalmente cumplen la misma función en una banda, sino que también es un ideal de cómo desarrollarlo de manera cautivadora transmitiendo los sentimientos propios más honestos.