LA PRINCESA DE FRANCIA, de Matías Piñeiro
Matías Piñeiro es uno de los cineastas porteños predilectos de BAFICI. La mayor parte de su filmografía –desde El hombre robado (2007)- han sido presentados en el marco de este festival; de hecho Viola (2011) fue ganadora del BAL 2012 y el premio FIPRESCI en la 15º edición. La particularidad de este joven director radica en la cantidad de vías que nutren sus historias, desde el teatro clásico hasta la literatura universal. Piñeiro está muy convencido de lo que hace y lo hace bien. Basta con destacar que su nuevo largometraje, La princesa de Francia, fue anunciada como ganadora de la Competencia Argentina en este último BAFICI. Retomando los relatos shakesperianos -tal y como lo hace en Rosalinda (2010) y Viola– Piñeiro se basa en las palabras de alguien más para construir un universo propio. La directiva teatral que muestra su elenco realza el poder de la obra literaria, mientras que el propio texto enardece las escenas que la cámara registra en un vaivén, flotando alrededor de los personajes, ignorando la inclusión del comunal plano/contraplano que minimiza las acciones al extremo. La princesa de Francia es otro claro ejemplo de cómo el director utiliza un poderoso contenido literario y lo transforma en una contemporánea y funcional obra audiovisual que cualquier crítico de cine independiente sabrá apreciar. En sus propias palabras: “Shakespeare en la película está trabajado de una manera particular, quizás algo irrespetuosa, sin ese halo ampuloso que suele tener a priori una obra que implique su nombre”. Los rostros inmutables de los personajes, el loop de un diálogo que cambia de interlocutor y el tono crudo con el que los protagonistas hablan son algunas de las características que distinguen a La princesa… de las obras anteriores de Piñeiro. Una comedia de enredos donde el reparto femenino lleva las riendas de la acción en medio de una diégesis contemporánea y profunda. Otra de las singularidades de este largometraje radica en la inclusión de un personaje masculino (Julián Laskier), que por supuesto también se compone y se construye a partir de la mirada de sus cinco co-protagonistas mujeres, que de alguna forma u otra han experimentado diferentes relaciones con él. Mientras muchas micro-acciones, diálogos y gestos son extirpados directamente de la vida real, el lenguaje escrito de Shakespeare le otorga un carácter altruista a todas las situaciones que transcurren en el filme, que giran en torno a un proyecto de radioteatro que el protagonista desea emprender y para el cual convoca a las mujeres de su vida. Todo ello acompañado de referencias pictóricas y musicales que datan de antaño, que colaboran a crear una atmósfera intelectualmente rica y acertada. Una vez más, Matías Piñeiro logra conmover en el gesto ajeno con una firma peculiar capaz de arrasar con cualquier competencia. M.S.
ARRIBEÑOS, de Marcos Rodríguez
Arribeños es, sin dudas, un documental que hacía falta en el espectro de realizaciones nacionales: el Barrio Chino de la Ciudad de Buenos Aires es un lugar que está ahí hace ya varios años pero que con el transcurso del tiempo fue adquiriendo más notoriedad y dejó de ser un ghetto de la colectividad asiática para pasar a ser un centro gastronómico, de consumo y de turismo. Por lo que sobran historias en ese rincón de la ciudad. Para su segundo largometraje, Marcos Rodríguez relevó historias de los primeros inmigrantes de China y Taiwán al país que llegaron allá por fines de la década del ’80 y principios de los ’90 por motivos meramente comerciales. Algunos no sabían dónde quedaba Argentina, ni qué era, y hasta algunos pensaron que iban a Estados Unidos porque el cartel de convocatoria rezaba “South America” y como en el cine (y en todos lados) “America” suele referirse a Estados Unidos, pensaron que iban al sur de Estados Unidos.
En los 74 minutos de Arribeños escuchamos a los entrevistados pero nunca los vemos, sólo observamos el transcurrir rutinario de esa parte del barrio porteño de Belgrano, con el incesante tren Mitre de fondo, las escuelas de chino (para que no se pierda el idioma entre los descendientes) y alguna que otra celebración, desde el masivo Año Nuevo Chino hasta las más íntimas que suceden en el Templo de la colectividad. Con los testimonios recabados, Rodríguez nos quiere mostrar que detrás de lo que vemos cotidianamente en el barrio hay historias individuales, para lo que no hace falta mostrar las caras porque lo que quería hacer era darle una voz, no un nuevo ícono.
Desopilante por momentos (las historias de cómo eligieron –o les impusieron- sus nombres argentinos son fortuitamente maravillosas), Arribeños es un documental que le hace honor a su género, dejando registro de esta primera ola de inmigrantes asiáticos a nuestro país y que tanta curiosidad despierta, no sólo en su barrio, sino en cada supermercado de la ciudad. Mención aparte el hermoso poema “Barrio Chino” de Song Lin. R.P.
Textos por Melina Storani (M.S.) y Rodrigo Piedra (R.P.)