Ningún artista comienza en la cima. De hecho, es todo lo contrario: como reza la popular frase de la saga de videojuegos Uncharted, la grandeza nace de pequeños comienzos, y la carrera de Neil Young es una muestra de ella. Al igual que tantas otras personas decididas a hacer del cuarto arte su forma de vida, el canadiense tuvo que superar una serie de obstáculos para lograr que su voz fuera escuchada por propios y extraños.
Según recuerda Far Out Magazine, el legendario artista primero tuvo que luchar “contra la polio, enfermedad que casi le cuesta la vida antes de que tuviera la edad suficiente para conducir. Luego vinieron sus circunstancias: Winnipeg, Canadá, que no era exactamente un semillero de actividad musical”, por lo que tuvo que mudarse al sur para perseguir su sueño.
Mientras crecían tanto su cuerpo como sus ganas de triunfar en el mundo del cuarto arte, Young escuchaba y se dejaba influenciar por artistas de la talla de Chuck Berry y Little Richard, pero hubo dos nombres que lo cautivaron como nadie más: The Beatles y Bob Dylan. “Nunca olvidé que cada vez que salía un nuevo álbum de los Beatles o de Dylan, sabías que estaban mucho más allá”, le confesó Young a Cameron Crowe en una entrevista de Rolling Stone en 1979. “Siempre estaban haciendo otra cosa y avanzando”.
Tras toparse con los Far Four y su colega estadounidense, Young, quien hasta ese momento se dedicaba a interpretar obras instrumentales, comenzó a ver el valor de las palabras y las voces. Esto, sumado a sus ganas de conectar con el público joven que, así como le ocurría a él, admiraba a las estrellas de rock, lo llevó a “robar” material del segundo LP de The Beatles, With the Beatles.
“Recuerdo haber cantado canciones de los Beatles… la primera que toqué frente a la gente fue ‘It Won’t Be Long’, y luego ‘Money (That’s What I Want)’“, le dijo Young a Crowe en una entrevista anterior con Rolling Stone en 1975. “Eso fue en la cafetería de Calvin High School [de Winnipeg]. Ese fue mi gran momento”.