No me gustan las bandas tributo. No encuentro sentido en conformarme con una copia en lugar del original. Los sentimientos sin depurar que me provocan varían entre la vergüenza, la ternura ante el candor y la irritación. Prefiero usar mi tiempo de ocio para cualquier otra cosa antes que escuchar, por ejemplo, a Dios Salve a la Reina, que no es lo mismo que Queen por más que sus integrantes se llamen unos a otros Freddy, Brian, John y Roger.
Lo que sí me gusta es escuchar buenos covers, pensar en las motivaciones que llevan a un artista a elegir versionar un tema determinado. Los covers pueden ser muchas cosas: un homenaje, una cita, un guiño de complicidad, una protesta, una apropiación cultural, una parodia, un intento de asir un recuerdo o un sentimiento, de hacerlo perdurar. Si bien detrás de la elección de versionar un tema puede haber una multiplicidad de significados, lo más atrayente para mí es encontrar aquellos que subvierten el original.
Quizás no acuerden conmigo, pero creo que hay una característica recurrente en la obra de la banda rosarina fundacional del rock en español, Los Gatos, que propicia su disposición para versionarse: buenas canciones atrapadas en un esquema interpretativo que limita la apreciación de su estatura. Si a esto le sumamos la hibridez o la heterogeneidad de influencias que caracteriza la discografía del quinteto, que se desprende de su condición de grupo profesional y laburante en el circuito de carnavales, podemos decir que la música félida conforma una sustancia maleable especialmente apta para transformarse, que gracias a su ADN mestizo se entronca con el rock antes que con cualquier otro género musical. Mestizaje, bellas composiciones, interpretaciones que no les hacen justicia: un buen punto de partida para disco de covers.
Hace un par de años, el músico y productor rosarino Ignacio Molinos (Los Daylight, Matilda, Nacho y el Robot), a.k.a. Nacho Espumado, cerebro maquiavélico tras el sello discográfico independiente Soy Mutante, empezó a escuchar mucho a Litto Nebbia y a Los Gatos, lo que le disparó algunas reflexiones:
“una era que a Los Gatos no les estaban reconociendo su parte en la historia, otra era que la gente asocia el sonido ‘rosarino’ más con la trova que con el rock nacional de los años sesenta y otra más era que había que empezar a definir un poco la escena local actual. De a poco fue germinando sola la idea (de un álbum tributo)”.
Conversaciones con su amigo el Zorzi (Los Divinos, Oro Stone) sobre “cómo se construye la identidad cultural; qué hay que saber que hubo para permitirse experimentar sobre eso” y un viaje al festival correntino de chamamé de por medio, en una charla con Diego Giordano (músico, periodista y coordinador de ediciones discográficas de la Editorial Municipal de Rosario), Espumado le dijo: “Loco, la Editorial Municipal tiene que editar un disco de homenaje a Los Gatos”. Meses después Giordano le avisó que había una posibilidad real de concretarlo, y así comenzó la expedición al planeta felino, cuyo registro discográfico se titula “Mañana”: Homenaje a Los Gatos, álbum producido por Molinos y coeditado por Soy Mutante, EMR y Espacio Santafesino, en el que participan Alucinaria, Budajipis, Aguas Tónicas, Mi Nave, Nausicaa, Juani Favre, Matilda, Daddy Rocks, Lesbiano y Jeremy Flagelo, Helena Nav, Víctima del Vaciamiento, Pol Nada, Pâl Das Shutter, Tano Viamonte y los Santitos Desvelados.
Podría decirse que la mayoría de los artistas que integran Mañana… no son las opciones más obvias para un disco homenaje a Los Gatos. Después de escucharlo, queda claro que quienes participaron no se ajustaron de manera estricta a las versiones originales, y que el “riesgo” que se tomó al elegir a estos músicos dio como resultado una revitalización del material. La selección de los artistas y las canciones no quedó librada al gusto personal de Molinos y Giordano, sino que se definió en base a 2 parámetros rectores: que fueran bandas y solistas con un sonido “nuevo” (que no fueran los grupos de rock tradicionales) y en plena actividad, y que fueran los convocados quienes decidieran en libertad qué tema interpretar. Para Nacho, “las bandas seleccionadas son algunas de las que están marcando el cambio generacional en la música local”. En cuanto a las canciones: “todas las bandas tenían libertad para elegir y versionar. Diego y yo hicimos una lista de temas ‘sugeridos’, pero si alguien tenía decisión en hacer un tema fuera de la lista era aceptable. El disco quedó enriquecido porque cada uno le aportó su esencia a los temas”.
El audio no estaba pensado de antemano:
“Grabamos varias cosas de distintas bandas con las mismas herramientas en El Salvador (el estudio de Martin Greco, de Mi Nave) y acá en la Mansión Mutante. Eso ya hace a un sonido particular. Otros temas vinieron ya grabados y producidos (Pol Nada, Lesbiano y Daddy Rocks), pero encajaron bárbaro en la línea conductora del disco que sería algo así: primero los temas de rock, después algo más pop, tecno, experimental y de autor; se termina sucediendo como algo bastante natural a pesar de lo heterogéneo de las bandas. Como todas las bandas tienen su carácter bien marcado no fue mucho lo que hubo que ‘producir’, mi trabajo se centró más en la mezcla y en tratar de repetir ciertos esquemas en los distintos temas para lograr una unidad en el álbum”.
El prolífico trabajo de Molinos como productor para su sello Soy Mutante se caracteriza por un sonido de media y baja fidelidad, en el que los defectos pueden considerarse virtudes y existe poco apego al detalle y la prolijidad. Esta estética de la carencia y la velocidad responde no solo a la escasez de medios económicos sino también a una ética de laburo y una concepción del arte en las que lo desprolijo, el pifie y el error son generadores de sentido. Según Nacho, la idea era que este álbum no cayese en un circuito endogámico:
“soy consciente de que Soy Mutante gusta a un grupo bastante cerrado de personas y un proyecto como este tenía que tener más alcance, no me parecía ético movilizar a tanta gente para un proyecto tan hermético como el de mi sello. Ya con esa idea me tuve que rescatar con varios de mis vicios en el estudio, me concentré en hacer un producto que tuviera la esencia de los discos de Soy Mutante, pero que también pudiera estar publicado por un sello más grande”.
Si bien el presupuesto para Mañana… era más amplio que el que maneja para los títulos de su catálogo, y eso le dio la posibilidad de tomarse más tiempo para trabajar, Nacho cuenta que “tampoco era muy abultado, así que repetí ciertos métodos que tengo para hacer rendir la plata en el estudio que consisten en coordinar bien los tiempos, microfonear una sola vez la batería y hacer grabar a todos los bateristas de corrido, alquilar un buen ampli de viola y que todos graben con ese. Me tomé más tiempo para trabajar tranquilo en mi estudio (que ya no es “tan” precario) y ahí terminar el trabajo sin el peso de estar rentando otro estudio por horas”.
La expedición al planeta rocoso de luna crepitante y cielos rojos (el arte, con póster de Los Gatos incluido, estuvo a cargo del diseñador Francisco Castells), contó con el financiamiento de dos instituciones estatales, La Editorial Municipal de Rosario y Espacio Santafesino. El resultado es una muestra de lo que puede lograrse cuando el Estado pone sus recursos a disposición de los productores culturales independientes, en lugar de obstaculizar su trabajo y el funcionamiento de sus espacios de difusión: “La libertad fue total, aunque la procesión va por dentro. Yo me impuse varias cosas con la calidad del disco y con los tiempos de entrega. Como fue el trabajo más pro que hice hasta el momento no la quería pifiar con las obligaciones y esas cosas. Me quise mostrar capaz. Por parte de la EMR, Diego (Giordano) fue mi compañero de trabajo y se encargó de que el disco se pudiera concretar, se encargo de los asuntos que yo no podría haber resuelto y coordinó con Espacio Santafesino para que se pudiera financiar. Yo tengo un gran aprecio por la Editorial Municipal, creo que las ediciones que hacen son siempre de gran calidad y calidez, que tiene una línea editorial que esta buenísima sin ser obvia; me imagino que debe ser muy fácil caer en ciertos facilismos para una editorial que es parte del Estado y por suerte eso no sucede en la EMR. Trabajar para/con ellos estuvo buenísimo porque me develó algunos misterios del trabajo de una editorial que admiro”.
El proceso de deconstrucción y reelaboración de las canciones que integran el compilado logra revelar la calidad compositiva primigenia, que soporta relecturas diversas. Desde versiones que alteran por completo la fórmula original —como “Hogar”, de Lesbiano y Jeremy Flagelo, y “Cuando llegue el año 2000”, de Víctima del Vaciamiento— hasta otras más “respetuosas” —como “La balsa”, de Juani Favre—, el espectro del álbum es muy amplio y abarca múltiples “enfermedades” y enfoques: pasa por el rock guitarrero y con tintes progresivos o psicodélicos (“Chica del paraguas”, “Por qué bajamos a la ciudad”); el cuelgue funkeado (“No fui hecho para esta tierra”); el electro-pop festivo y melancólico a la vez (“Viento, dile a la lluvia”, “Soy de cualquier lugar”); la deformidad y el extrañamiento como sacudida y provocación (“Hogar”, “Cuando llegue el año 2000”); la sensibilidad épica y la emotividad folk (“El rey lloró”, “Vagabundo”, “Mañana”). Cabe preguntarse cómo hizo Molinos para que sonara con la homogeneidad necesaria para concebirse como un disco, respetando al mismo tiempo las diferencias de los estilos de los distintos artistas: “aunque las versiones sean distintas, el hilo conductor entre tema y tema puede ser el audio de un ampli de viola, el color de la reverb o del delay. La lista de temas es como un recorrido que va a los distintos caracteres del álbum; cuando vimos el orden, busqué esas coincidencias entre los distintos tracks”.
Quizás los exploradores musicales hayan regresado de su viaje intergaláctico con la piedra filosofal, o tal vez haya sido una combinación (no menos mágica) de trabajo y pasión, lo cierto es que la manipulación de la sustancia original de los temas de Nebbia derivó en una transmutación maravillosa, que nos hace pensar en las posibilidades que subyacen en nuestra herencia cultural y aviva el deseo de embarcarse en nuevas aventuras arqueológicas y, por qué no, salirse de los recorridos que indica el mapa.
Artículo de: RosarioIndie.Com
Autora: Lali Tubino