La escena musical porteña está en un momento de efervescencia total. Plagada de diversos grupos de artistas, que se diferencian entre sí con propuestas estéticas y sonoras tan distintas como llamativas, en los últimos diez años la Ciudad de Buenos Aires gestó una infinidad de proyectos musicales sólidos que lograron trascender más allá de sus propias expectativas. Uno de ellos fue Silvestre y La Naranja, que desde su fundación en 2011, no quitó el pie del acelerador.
“De a ratos intentamos pegarnos un par de cachetadas y tomar conciencia de que estamos cumpliendo un sueño -dice su vocalista Justo Fernández Madero en conversación con Indie Hoy sobre el presente del grupo-. Hace dos años era impensado para nosotros girar por Latinoamérica, ahora eso se está concretando”.
La banda acaba de desembarcar en el país después de presentarse en diferentes escenarios de México, Perú y Chile. En ese sentido, gran parte de su éxito actual se traduce en la poderosa conexión que sellaron con miles de fanáticos a lo largo del continente. “Parte del atractivo de Silvestre es que no tenemos problema en mostrarnos tal cual somos. Todo eso va generando un ida y vuelta interesante con el público y se sienten identificados con las letras y las canciones”, agrega Justo.
Cuando les preguntan qué estilo hacen, la banda siempre contesta “pop rock”, aunque entienden -con una modesta honestidad- que son mucho más que eso. “Nos gusta cambiar disco a disco, pero al mismo tiempo que esos cambios se produzcan de forma natural“, explica el cantante y no hay mejor ejemplificación que la propia discografía de la banda. Desde el lanzamiento de su álbum debut y homónimo en 2012, los muchachos de Silvestre y La Naranja se mostraron inquietos por ver qué nuevas sonoridades podrían abordar en sus venideros trabajos y se impusieron el objetivo de autosuperarse con cada nuevo LP que publicaron.
Aunque su búsqueda esté lejos de concluir, llegaron a un punto de inflexión en abril con el lanzamiento de último disco de estudio titulado Sueño cítrico, una obra ecléctica, colorida y etérea, que será presentada de manera oficial en septiembre en el Estadio Obras Sanitarias, en lo que promete ser un show bisagra en la carrera del grupo.
Sueño cítrico marca un cambio sustancial en su discografía, apuntando a lo que parece un nuevo rumbo para la banda. ¿Cuál fue el punto de partida para llevarlo a cabo? ¿Qué lo inspiró?
Con respecto a nuestros discos anteriores, la mayor diferencia con este álbum fue su génesis. El disco se grabó en Chile en un estudio aislado de la ciudad, muy cerquita de Santiago. Lo que nos inspiró fue alejarnos de Buenos Aires, donde todos tenemos nuestras vidas y nuestros vínculos, para adentrarnos en una experiencia más inmersiva, aprovechar la energía de los cuatro y sacarle todo el jugo posible a las canciones. Nosotros veníamos de una experiencia casi antagónica con nuestro disco anterior, Supersticiones, ya que lo grabamos en el medio de la pandemia de forma solitaria y aislada. En ese contexto, teníamos que ir al estudio de a dos por el cupo de gente, y atravesamos miles de quilombos que nos llevaron a querer encarar este disco de manera diferente. De repente, nos tiraron la posibilidad de grabar en este estudio en Chile, que llama Estudio Del Sur y está super zarpado. Al principio, grabar ahí nos parecía improbable, nos estábamos armando una película, pero en el ínterin se dio la posibilidad de tocar en el Lollapalooza de Chile y ahí se alinearon todos los planetas. Fuimos a tocar allá, aprovechamos y nos quedamos unos días más. Fuimos a este estudio increíble y grabamos todo ahí. Fue muy clave para nosotros y este disco cambió el juego. Tanto la tapa -esa naranja cortada por la mitad con su pulpa y su jugo-, como el concepto que rodea a Sueño cítrico, representan esa energía: es Silvestre al desnudo. Es una invitación al imaginario de Silvestre y La Naranja.
Teniendo en cuenta que es la primera vez que graban fuera del país, ¿qué pueden contar de esa experiencia? ¿Cómo fue la metodología de trabajo con un productor que no conocían?
Viajamos a Chile con todo bastante cocinado, pero con un margen para que el estudio y el productor Mateo Rodó también puedan meter su color. Fue un proceso hermoso, y como ya estamos acostumbrados a maquetear en la computadora, la verdad es que fuimos con el disco prácticamente armado. Cuando tenés el tiempo en el estudio limitado, tenés que ir con todo lo más cerrado posible para no desaprovechar las horas. Obviamente, dentro del estudio hubo mucho margen para agregarle magia a las canciones. El estudio como lugar y su ingeniería nos dieron las herramientas necesarias para poder inspirarnos incluso más y agregarle mucho más carácter al álbum.
Tal vez este sea su disco más variado en cuanto a su musicalidad. No parece haber un hilo conductor fijo en el sonido, sino más bien que se aúnan distintos estilos y ritmos bastantes diferentes entre sí. ¿Fue algo buscado adrede o es algo que fluyó durante el proceso de composición?
Se fue dando. Por lo general, nuestra música varía dependiendo del flujo en el que estamos. Siempre partimos de una bolsa gigante de canciones de la que se desglosan un montón de composiciones diferentes entre sí, entonces nuestro trabajo es buscarles el hilo conector para que puedan pertenecer al mismo universo. Sin embargo, este último disco es bastante ecléctico y eso refleja de forma fiel también lo que somos como banda. Tenés temas como “Hechizao“, que es un R&B medio lo-fi y soulero, y después tenés otro como “Fiebre atemporal“, que es un pop ochentoso más tirando al rock, y son dos mundos completamente distintos. No nos gusta limitarnos con los estilos. Siento que anticiparte al sonido que querés hacer no tiene sentido y mucho menos en los tiempos que corren donde la barrera estilística está súper difusa. Eso queda evidenciado en cómo se forman los line-ups de festivales de música, hasta cómo escuchamos música en Spotify, yendo de Bad Bunny a los Ratones Paranoicos o los Beatles. Lo que uno escucha después se termina reciclando y se plasma en la composición.
Recién mencionabas que la línea que delimita las diferencias en los géneros musicales está cada vez más difusa. En gran medida, eso ocurre para abarcar una mayor audiencia y no quedarse solo con un público de nicho. ¿Hay algo de eso en su búsqueda profesional?
En nuestro caso, la búsqueda es algo que se da de manera totalmente orgánica y natural. Por ejemplo, a mí personalmente me encanta el R&B como también me encanta la escuela cancionera más pop rock clásica, que va desde los Beatles a Calamaro. Entonces, agarro una guitarra y un día me sale un tema súper R&B y después otro día me sale un tema súper pop. De hecho, hay veces que nos parece demasiado la mezcla que hacemos y preferimos buscar algo más sobrio para no perder nuestra identidad en todo ese menjunje. La realidad es que nos movemos por un montón de sonidos. Me atraen las bandas que se arriesgan a cambiar más que las que descubren una fórmula y la explotan. Pero bueno, hay grupos a los que les nace y les funciona y eso también está perfecto.
Si hay algo que caracteriza la música de Silvestre y La Naranja son sus letras vinculadas a las relaciones personales, al amor en todas sus formas y a las tensiones propias de todo lazo afectivo. ¿Cuál es el factor de inspiración que impulsa el motor creativo de todas estas canciones?
La vulnerabilidad a flor de piel es el factor clave en nuestras canciones. Es parte de la esencia silvestreana porque refleja lo que somos y lo que nos pasa. Por eso todos nuestros temas salen de experiencias propias. Aunque en el proceso se le puedan agregar cucharadas de ficción a las canciones, la inspiración que nos lleva a escribirlas siempre viene de un lugar muy personal. Personalmente, si no escribo sobre las cosas que me pasan, no me salen las palabras. También veo que las canciones que surgen de nuestro lado más sincero son las que más conectan con la gente. Vuelvo a traer el ejemplo de “Hechizao”, que es una de las más escuchadas de Sueño cítrico y es una canción que escribí cuando estaba empezando la relación con mi actual novia. Ahí relato un poco ese pasaje, transitar la duda o la inseguridad para después soltarme a la relación. Algo súper simple, que le pasa a cualquiera que se enamora, pero que me salió del alma y cada palabra que aparece en esa canción la puse pensando en ese momento en especial junto a ella. Somos una banda que no tiene miedo a sonar cursi.
Este nuevo disco cuenta con una colaboración bastante especial de un artista que enaltece ese pulso romántico y es Esteman. ¿Cómo se dio ese cruce con el artista colombiano?
A Esteman lo conocimos acá en Argentina, en La Plata, en el festival Capital donde coincidimos ambos. Nos encontramos, pegamos la mejor, y quedó hecho el contacto para hacer algo en algún futuro incierto. Fue recién cuando apareció “Vencimiento“, esta canción que tiene como una vibra media latina, con un flow bastante candente, y nos pareció interesante integrar a alguien al tema que pueda aportar algo desde esa identidad media pop-latino. No dudamos un segundo en convocarlo y el resultado fue este chimichurri de sonidos que, si bien está hecho por nosotros, toma mucho sabor del germen centroamericano.
La estética de la banda es algo que también fue evolucionando con los años. ¿Es algo en lo que están realmente involucrados? ¿Qué importancia le dan?
Sí, estamos metidos en todo. Siempre intentamos que la esencia de la banda se traduzca en el 100% de las cosas: desde el vestuario, pasando por las fotos en redes, hasta los videoclips. Todo tiene un sentido estético con coherencia. Obviamente, estamos apoyados en un equipo, pero que trabaja bajo nuestra dirección -o más importante- bajo nuestra visión. En nuestro caso, intentamos que esa estética sea jugosa, con carácter y personalidad. Creo que el atractivo de Silvestre también radica en lo visual.
Una clave en la relación que tienen con su público es la cercanía y la interacción más allá de los shows vivos. Hace poco se crearon una cuenta de TikTok donde, además de mostrar el día a día de la banda, se toman un momento para mostrar una parte más íntima, personal, e incluso lúdica de Silvestre y La Naranja. ¿En que los ayudó y qué reflexiones sacaron después de exponer una faceta que nunca habían mostrado?
Es una herramienta y es una red en la que estamos metidos relativamente hace poco, porque todavía la estamos explorando. Yo creo que nos brindó una nueva frescura y un lugar para mostrarnos con mayor libertad. Nos permitió escapar de esas formas autoimpuestas de comunicar cosas de nuestro proyecto y poder hacerlo de una manera más descontracturada. Además, podemos mostrar la intimidad de la banda y que la gente que nos sigue puede conocer una parte nuestra que tal vez nunca vio. Mostramos cómo son los ensayos, las giras, los entretelones detrás de un show, eso a la gente le gusta porque muchas veces lo desconoce. Con TikTok, y en relación al concepto del disco, nos permitimos mostrarnos más reales y como lo que somos: cuatro amigos que viven de lo que aman y se divierten haciéndolo. Salir un poco del alter ego que construís arriba del escenario para mostrar una fibra más íntima y a la gente parece gustarle. Ojalá siga así.
Silvestre y la Naranja se presenta el viernes 15 de septiembre a las 20:30 h en el estadio Obras Sanitarias (Av. del Libertador 7395, CABA), entradas disponibles a través de Tuentrada. Escuchá Sueño cítrico en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).