Durante 2019, distintos medios festejaron los cuarenta años del lanzamiento del Walkman. Es que su primera aparición pública fue el 1 de julio de 1979, cuando Sony lanzó al mercado japonés el dispositivo de audio TPL-S 2 de colores azul y metálico. En 1980, el novedoso artefacto llegó a los mercados norteamericanos y británicos bajó el nombre de Soundabout en los Estados Unidos y Stowaway en el Reino Unido, adquiriendo a partir de su masivo éxito de ventas su clásica denominación de Walkman.
Sin embargo, para comprender la importancia cultural de este dispositivo icónico, es importante ahondar en la historia de su origen que permaneció oculta durante muchos años. Una historia que sintetiza la tensión que se da entre la poética creativa del ser humano con el poder tecnológico de las grandes corporaciones, las cuales, durante los últimos 150 años, terminaron haciendo grandes negocios propios a partir de las ingeniosas ideas de otros, como es el caso de General Electric, Apple y Spotify, entre otros grandes nombres transnacionales.
Para recordar a los primeros aparatos que permitieron escuchar música en diferentes espacios privados y públicos, tenemos que remontarnos a 1954. El Regency TR-1 fue el padre de la música transportable, pesaba medio kilo y era similar a una radio portátil que venía principalmente en cuatro colores (rojo, blanco hueso, gris y negro). En 1962, Philips creó el cassette y lanzó el primer reproductor de cintas magnéticas: el Phillips EI-3300 R-Player. Esto pesaba más de kilo y medio, y muchos músicos lo utilizaron para grabar demos o ideas en sus habitaciones o bus de gira. El caso más emblemático es el de Keith Richards, cuya grabación del riff principal de guitarra que escuchamos en “Street Fighting Man” de The Rolling Stones es una toma amplificada de la guitarra que suena por el parlante de un EL-3300.
Ya en los años setentas llegaron los emblemáticos Boombox. Estos radiocassettes pesaban casi dos kilos y la mayoría medían más de medio metro de ancho. Fue popularizado por la comunidad puertorriqueña y afroamericana del Bronx, que los llevaba al hombro mientras caminaban por las calles de Nueva York. Eran grandes para aprovechar las vibraciones del bajo, de ahí que se volvieran claves en el posterior desarrollo del hip hop. Sin embargo, las continuas denuncias por ruidos molestos y las nuevas normativas urbanas -sumado a lo incómodo de su traslado-, hicieron que el Boombox pasara a la historia y pavimente el camino de la futura revolución del Walkman.
Por aquellos tiempos, más precisamente en 1972, el investigador germano-brasileño Andreas Pavel inventó un novedoso dispositivo que denominó Stereobelt. Tal como indica su nombre, se trataba de un artefacto con forma de cinturón que permitía escuchar música en estéreo mientras se caminaba por las calles. Quizás sin saberlo, Pavel había inventado el concepto del Walkman, siete años antes de que Sony comenzara a comercializarlo.
Emigrado desde Alemania a la ciudad brasileña de San Pablo a los seis años de edad, Pavel comenzó en su adolescencia a juntarse con grupos de vanguardia intelectual y experimental que indagaban en filosofía, política y tecnología. Muchos de ellos coincidían en que una de las maneras de combatir políticamente el régimen dictatorial brasileño era trasladando la música a las calles con el objetivo de lograr una potente expresión contracultural frente al adoctrinamiento y violencia de los militares -legado que también tomaría la comunidad del hip hop y el break dance en Nueva York a mitad de los años setentas-.
Después de volver a Europa para escapar de la violencia política en Brasil, Pavel terminó el diseño de su aparato portátil en febrero de 1972. Presentó su idea a Yamaha, Grundig, Philips e ITT, pero ninguno se la aceptó o lo comprendió. Cansado del rechazo, decidió patentar su idea en 1977 -dos años antes del lanzamiento de Sony-, en Japón, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos e Italia, países claves en el desarrollo e innovación del audio de esa época.
Durante esos años, aparece un personaje clave en la explosión cultural y comercial del Walkman: Masaru Ibuka, cofundador de Sony y reconocido como una suerte de Steve Jobs en el mundo del audio por su forma de tomar prestadas ideas de otros diseñadores y convertirlas en productos comerciales efectivos y exitosos. Ibuka viajaba durante muchas horas en avión y eso le imposibilitaba escuchar su gran pasión: la música de ópera. Así, basándose en la tecnología utilizada en la grabadora de cassettes usada por periodistas, encargó a Akio Morita el diseño de un aparato portátil capaz de reproducir cassettes.
Morita diseña un dispositivo portátil con cabezal stereo de cuatro pistas, control de tonos high y low, y controles de volumen por canal -uno por la derecha y otro por el canal de la izquierda-. Para terminar de diferenciar y potenciar el diseño, le agrega una correa de transporte y un elemento clave: auriculares con esponjas que permitían que el usuario pueda reproducir el cassette sin molestar a los demás. El dispositivo funcionaba con solo dos pilas doble A. Así nace el primer Walkman de la historia, que en dos meses vende solo en Japón un estimado de 50 mil unidades.
El Walkman inaugura la era moderna de la música portátil, cambiando para siempre la relación de las personas con el entorno en el que viven. Su practicidad fue clave: el Walkman era liviano y pequeño, con lo cual podía llevarse simplemente en el bolsillo de un pantalón o utilizar la correa de cintura que proveía el equipo. Antes los individuos solo tenían la posibilidad de aislarse del mundo a través de la música, yendo a discotecas o en sus casas y, en menor medida, conduciendo un automóvil con radio a transistores. El Walkman crearía en cada oyente una suerte de práctica de exclusión, transformando el imaginario social que se tenía históricamente de las ciudades y pueblos.
Cuando se lanzó la segunda generación del Walkman, el impacto fue tal que repercutió también en la industria y la producción musical. El icónico modelo WM-2 redujo aún más el tamaño y el precio, y comenzó a ser usado por estrellas de la música y el deporte de manera masiva. En solo nueve meses, el WM-2 vendió 1,3 millones de dispositivos. Estos valores acompañaron una transformación en la forma de consumir música, provocando en su camino el surgimiento de nuevas subculturas a partir de las ventajas que dieron el Walkman y el cassette, su principal herramienta. Cuando en 1983 las ventas de cassettes desplazaron por primera vez a las del vinilo, el dispositivo se popularizó como nunca antes y la melomanía llegó a sectores de la sociedad que antes únicamente escuchaban música de forma casual.
Además, la llegada del Walkman también fortaleció el vínculo entre los mundos del deporte y la música, creando una suerte de moda en la que el Walkman respondía a un espíritu joven e irreverente, a diferencia del antiguo espíritu de culto y de introspección que generaba escuchar música en vinilo. Así su impactó llegó a prácticas sociales como el salir a correr, antes un ejercicio agotador y monótono para muchos, que con la llegada del Walkman podían estimular y revitalizar su práctica a través de la música que sonaba por sus auriculares. Entre 1987 y 1997, el número de personas que salían a correr o hacer ejercicios aeróbicos aumentó más de un 100 por ciento en ciudades de todo el mundo.
La popularización de la melomanía en nuevas capas sociales traería aparejada también la aparición de nuevas subculturas musicales. En el Reino Unido y en Europa, el “new romantic” y la transición de la new wave a la “world music” en los rankings de ventas le deben gran parte de su desarrollo al Walkman. Muchos artistas recorrían a pie o en bicicleta sus ciudades prendidos siempre a sus Walkmans, posibilitando en ellos una suerte de idealización de su contexto, imaginando que estaban en otra parte del mundo mucho más cálida y de ensueño, que alejaba a sus mentes del pavimento y los centros industriales de su pueblo. Artistas como Wham!, con canciones como “Club Tropicana”, Bow Bow Bow con el tema “Go Wild in the Country”, y los daneses Laid Back con el hit mundial “Sunshine Reggae” fueron influenciados por la exclusión positiva del entorno que generó el Walkman.
En Estados Unidos, el rock alternativo le debe gran parte de su auge al dispositivo. La demanda que Pavel le había hecho a Sony -cuando lanzó el modelo TCM-300 que permitía grabar- había dejado un vacío legal en cuanto a la venta masiva de diferentes modelos del dispositivo. Así, la mayoría de los adolescentes y universitarios comenzaron a grabar sus propias cintas con temas que escuchaban en la radio y a hacer compilados introduciendo papel higiénico o un lápiz por los agujeros del plexiglás del cassette para adelantar o atrasar la cinta. Al mismo tiempo, una funcionalidad no tan conocida de los primeros modelos de Sony era su “hot line”, un botón que permitía hablar con tu compañero de auricular mientras escuchaban música juntos ya que poseían dos salidas de auriculares.
Estas herramientas generaron un vínculo comunitario musical clave en las tediosas habitaciones de las universidades de Estados Unidos y Europa que también permitió sobregrabar o grabar cassettes vírgenes, masificando así la cultura del “do it yourself”. Agrupaciones como Sonic Youth o R.E.M., que grababan sus ensayos de garage, deben su popularidad en todo el circuito universitario a la distribución casera de sus cassettes domésticos. La cultura hardcore también se comenzó a imponer utilizando este concepto de grabación y distribución, que gracias al Walkman permitía llegar más fácilmente a los posibles oyentes.
Ya en 1990 -y con más de 50 millones de dispositivos vendidos-, existían en el mercado más de 100 modelos de Walkman. Algunos de plástico, otros de metal, algunos resistentes al agua, otros con doble cassetera, e incluso ya existían los que utilizaban energía solar. El Walkman revolucionó al mundo durante más de dos décadas.
En 2003, Sony concluye finalmente en pagarle una suma por regalías a Andreas Pavel, por las ganancias registradas de ventas en Estados Unidos, Italia, Gran Bretaña, Japón y Alemania -ya que el verdadero padre del Walkman solo lo había patentado en esos países-. En 2010, la empresa decidió finalmente discontinuar su producción. Andreas Pavel sigue vivo hoy en día y reside en Alemania.
El Walkman implicó toda una revolución cultural también por su forma de proponer una democratización en el consumo de la música y las canciones a las que antes solo se solía acceder por la radio o la televisión. Al mismo tiempo, fue una de las bases de lo que serían los smartphones actuales, a través de la masificación de la idea de que un dispositivo tecnológico moderno podía entrar en un bolsillo. De hecho, del concepto del Walkman devino la creación del primer ordenador portátil en 1981 -el Epson HX-20-, y el primer teléfono móvil -el Motorola Dyna TAC 8000 X-, el famoso “teléfono ladrillo” lanzado al mercado en 1983. 50 años después de la creación de Andreas Pavel perfeccionada por Masaru Ibuka, el Walkman es un ejemplo cabal de cómo la tecnología al servicio de la cultura puede modificar los hábitos culturales de las personas para influenciar de manera positiva su imaginario social, lúdico y artístico.