Resumir lo vivido el martes 27 de noviembre de 2012 en el Teatro Gargantúa sería un intento superficial de explicar lo que fue una experiencia que limitaba con lo religioso. ¿Por qué digo esto? Ches Smith se presentaba en el país por primera vez como solista (ya había visitado nuestras tierras en abril junto a Secret Chiefs 3 en Niceto) con su proyecto Congs For Brums (experimentación incatalogable de percusión), lo cual nos daba la pauta de la particularidad del show: uno de los músicos más prominentes de la escena neoyorquina jugaría a su disposición con sonidos de cualquier índole en un pequeño teatro porteño.
Decir que Ches es un baterista versátil es una redundancia (también lo es decir que sólo unos pocos asistieron al show), por lo tanto me gustaría hacer énfasis en su técnica; durante todo el set se desenvolvió con soltura según la situación lo demande (ya sea con sutiles “caricias” a sus platillos o con arremetidas violentas contra su xilofón), manejando ritmos complejos y descargas asesinas contra cada cuerpo del instrumento. Por otro lado, Smith se encargó de darle diferentes tintes al show; tuvimos la grata sensación de experimentar dosis de noise crudo y salvaje, provenientes de su arsenal de instrumentos electrónico, que luego se verían complementadas con sonidos de batería; utilizar bases ruidosas, abstractas, o la grabación de éstas en vivo, parece ser una cuestión que Smith maneja con simpleza y a la velocidad de la luz. Ches disfrutaba de cada sonido que realizaba, mostrando una compenetración absoluta con cada instrumento, aunque prácticamente podía notarse en su expresión que había llegado al nirvana en el momento noise del set.
Al terminar la tercera parte del show, Ches saluda tranquilo y gentil agradeciendo al público como es de costumbre; pareciera que recién en ese momento pudo salir del trance en el cual supo mezclar “Congs For Brums” con exquisitas improvisaciones, pasando por climas tétricos y ritmos rebuscados. Sin lugar a dudas la presentación del baterista en el país es uno de los shows del año (tal vez sólo comparable a la magia de Masada en el Coliseo), dejando una serie de recuerdos que los pocos presentes sabremos atesorar.
Foto por Pablo Astudillo