Los recitales en teatros siempre son una ocasión especial que predisponen al público a otros comportamientos y costumbres: sabemos que no habrá venta de alcohol ni un DJ set previo, que cada uno tiene su lugar asignado y hasta uno se viste de manera distinta. La elegancia sobrevuela el ambiente. Le damos el ticket a un señor trajeado que nos acomoda y si le damos una propina nos da a cambio el programa. Que en este caso, tenía a la portada del último disco de Belle and Sebastian en su frente.
La misma chica accidentada que protagoniza el arte de tapa del disco y del programa que nos entregó el señor, a las 21.30 exactas se muestra en las pantallas para dar la bienvenida a uno de los shows más emotivos del año en Buenos Aires: los escoceses entraron a escena y Stuart Murdoch, al piano, comenzó a tocar “Nobody’s Empire”, el tema que abre también su más reciente producción Girls in Peacetime Want to Dance (2015, Matador). Llegando al final de la canción, y con el enganche con “I’m a Cuckoo”, una cosa estaba clara: si bien estábamos en un teatro, todos queríamos bailar. Y ellos también.
Antes de dar pie a otra de las canciones de su último disco, “The Party Line”, Murdoch cantó a capella “Girls Just Want to Have Fun” mientras una luz cenital lo iluminaba a él, inmaculado con su pantalón plateado; él también estaba vestido de gala. Con su carismático español preguntó si teníamos ganas de bailar y siguió el setlist, balanceando clásicos (“The Stars of Track and Field” fue uno de los picos de la noche), perlitas difíciles (“Dog on Wheels”) y lo más bailable del último disco (“The Party Line”, “Perfect Couples” con Stevie en voz).
El recital, de casi dos horas de duración, fue una clara demostración de que los escoceses se sienten cómodos en cualquier tipo de escenario, ya sea un recinto más grande, un festival o un teatro. La experiencia de los ocho músicos que están arriba, el prolijo sonido del teatro y el carisma sorprendente de Murdoch se robaron la noche del martes. ¿Quién podría decir que el autor de tantas canciones melancólicas pudiera manejar, tan elocuentemente, un demandante público? “Piazza, New York Catcher” funcionó como una confesión de que el público y los artistas ya habían logrado una conexión en lo que iba del show: Murdoch bajó y caminó por los pasillos y butacas del teatro mientras interpretaba la canción y sus fans lo acosaban, sin abusar de la confianza, con fotos.
Las usanzas teatrales quedaron oficialmente de lado cuando para “The Boy with the Arab Strap” Murdoch convocó a algunos fans al escenario, que bailaban como si estuvieran en el living de su casa. Anecdóticamente, Murdoch quiso que cantaran con él, pero resultó que no sabían la letra. Querían bailar, las chicas querían bailar. A fin de cuentas, a eso estábamos invitados.
“The State I Am In” marcó el final de la primera parte, y sin esperar mucho, a los pocos minutos volvieron para tocar “Lazy Line Painter Jane” (en la que Murdoch se animó a reemplazar la voz de Monica Queen) y “Get Me Away From Here, I’m Dying” de su disco If You’re Feeling Sinister (1996, Matador).
Ovacionados a más no poder, los poetas se fueron con la promesa de volver y tocar todas las canciones que les pedían. A la media hora, todavía bajo el encanto, todos comíamos pizza y Marty McFly llegaba al futuro. Pobre Marty, se lo perdió por un día.