Para los amantes de la música, a veces los recitales resultan ser de esas experiencias casi oníricas en las que no se puede distinguir si lo que se vive es parte de la realidad o un simplemente sueño maravilloso. Claro que la magia se va perdiendo después de experimentar muchas veces aquella misma sensación, pero en algunas ocasiones se repite de manera inesperada y abrupta, como en el caso del recital de Blur el pasado domingo 11 de octubre.
Entre aviones, dinosaurios gigantes y estructuras sorprendentes que si estuvieran abandonadas serían la locación perfecta para una película de terror, se escondía dentro del impresionante predio de Tecnópolis el estadio cubierto, humildemente decorado con una especie de mandalas y bolas espejadas como las de los boliches en el escenario. Si bien el Campo VIP ocupaba un lugar innecesariamente grande, el campo común, a pesar de sus localidades completamente agotadas, albergaba una cantidad de gente precisa para poder disfrutar cómodamente del espectáculo.
A las 21.00 hs, con una puntualidad casi tan inglesa como sus acentos, Damon Albarn, Graham Coxon, Alex James y Dave Rowntree hicieron su aparición ante la eufórica multitud. La elegida para comenzar el trance fue “Go Out”, de su último disco The Magic Whip (2015, Parlophone) que desde su lanzamiento en abril no hizo más que comprobar que esperarlo 12 años valió la pena. “There’s No Other Way” fue el primer clásico de la noche, seguido de un salto temporal hasta la nueva “Lonesome Street” que hizo bailar a todos con su ritmo ultrapegadizo. El recorrido por los ocho álbumes que componen su discografía fue justo, variado e intercalado.
“Coffee and TV”, en sexto lugar luego de “Badhead” y “Ghost Ship”, dejó en claro que Blur no simplemente marcó una generación, sino que trascendió y enamoró a varias. Bastaba con mirar al público para comprenderlo: personas nacidas en los 70’, 80’, 90’, incluso en los 2000 y algún que otro niño hijo de esta década, adultos, jóvenes y adolescentes cantando la canción al pie de la letra y vistiendo remeras con el legendario cartoncito de leche Milky, que hace ya tantos años conquistó todos los corazones con su simpatía.
Después de “Out of Time” y “Caravan” llegó el momento de otro gran clásico: “Beetlebum”, que luego del pico de euforia desembocó en un cambio de clima con “Thought I Was a Spaceman”, un hermoso y relajante viaje acompañado de luces reflejadas como estrellas sobre el techo del estadio que parecía a punto de despegar en cualquier momento. A esto le siguió “Trim Trabb” para dar lugar a la emotiva “Tender”, que causó una oleada de abrazos entre amigos y parejas del público, y seguramente unas cuántas lágrimas también. Pero Blur sabe calcular las dosis exactas de todo para generar el equilibrio perfecto: “Parklife”, con un fuerte pogo y algunos afortunados que pudieron subir al escenario, retomó la fiesta que se prolongó con “Ong ong” y “Song 2”, con el inconfundible “wooo-hooo” coreado por miles de voces eufóricas. “To the End” y “This is a Low” fueron las últimas dos antes de una pausa que duró menos de cinco minutos.
El encore que arrancó con “Stereotypes” fue la selección justa para la despedida. “Girls & Boys” hizo bailar a todo Tecnópolis como en una disco de los 90’, seguida por la esperanzadora “For Tomorrow” que también se robó algún que otro llanto. Claro que “The Universal” fue la clásica elegida para aterrizar y despertar con dificultad del sueño hecho realidad cuando el reloj casi marcaba las once.
Musicalmente parece no existir otra forma de describirlos que no sea con halagos. Resulta imposible, además, pasar por alto la simpatía y energía de los integrantes de la banda, que en todo momento interactuaron con el público, haciendo chistes, contando cosas y demostrando lo felices que estaban por regresar a la Argentina después de 2 años. Un show impecable que no puede hacer más que dejar buenos recuerdos. Es imposible salir desilusionado de un recital de Blur. Para lo que ya los habían visto anteriormente, fue una confirmación de su grandeza. Para los que no, no existe forma de que se arrepientan de la experiencia. Parecería que absolutamente cada paso que da esta banda es en la dirección correcta. Tal como se escuchaba entre los comentarios de la gente amontonada que luchaba por salir del estadio al finalizar el show, “Blur es ese amigo que siempre está y nunca te decepciona”. Y así es, en términos simples, una buena forma de resumirlo.