¿Qué tan alegre puede ser una despedida? Adanowsky nos había adelantado que este sería último show bajo ese nombre. Cerraría esta etapa de su carrera musical para dejar de construir alter egos con cada álbum a modo de cura psicomágica para ciertas cosas que guardaba dentro de sí. Pero Adán también mencionó en la entrevista que nos concedió hace unos días que quería crear música que hiciese bien al alma y es seguramente por ello que la mayoría de las canciones de Ada son una invitación a entregarse al placer y azotar las pistas de baile.
La anunciada velada del adiós de Adanowsky en Niceto Club comenzó con la presentación del artista venezolano Octavio Suñé y de la banda porteña La Ciudad Bajo La Niebla que ambientaron el lugar al comienzo de la jornada. Luego sería el turno de los franceses Gush, amigos cercanos de Adán que una vez sobre el escenario realmente lograron contagiar su onda funk a un público que en su mayoría no había ido específicamente a verlos a ellos. El cuarteto hizo gala de voces agudas y pases de baile importados de la época dorada de la música disco, aunque también interpretaron canciones con riffs un tanto más rockeros e incluso consiguieron que la gente coreara al unísono con ellos durante unos momentos.
Cuando llegó el turno de Adanowsky, el carismático artista abrió el recital con “Dancing To The Radio” acompañado de su banda, que acorde a lo prometido, estaba compuesta por algunos de los músicos de Gush y por el tecladista de Prince y dos coristas que han acompañado también a David Bowie. Adán tenía los labios pintados de rojo, los ojos bien delineados y lucía el traje de satín negro con cuello brillante que le confeccionó el sastre japonés Kyosuke, acerca del cual también nos había adelantado en la entrevista.
De comienzo a fin, el artista tuvo una constante sonrisa mientras que también mantuvo una gran interacción con la audiencia y con sus músicos. Hubo constantes coreografías y predominaron el buen humor y la coquetería sobre el escenario. De cualquier forma, con tanto movimiento, Adanowsky ya sudaba desde la segunda canción del setlist, dentro del cual no solo incluyó canciones de su nuevo álbum, sino también algunas otras de discos anteriores, como “J’aime tes genoux”, así como le pidió a su tecladista un sonido estilo cabaret para acompañarlo en “Estoy Mal”, tema que estuvo condimentado por una tragicómica actuación que finalizó con un dramático desmayo de Adán al terminar la canción.
El único momento en el cual los músicos no estuvieron con Jodorowsky sobre el escenario fue al interpretar “Me Siento Solo”, un emotivo e íntimo instante que él aprovechó para charlar un poco con el público, con un acento un tanto mexicano, y hablar del recuerdo de su primer show en Buenos Aires, hace varios años, en el cual estuvieron presentes muy pocas personas. Después volvió su banda a seguir interpretando animadas canciones de Ada como “Rock Me”. Mientras, el artista francés-latinoamericano, motivado por el calor y la emoción del ambiente, se quedaba con el torso desnudo y continuaba bailando mientras cantaba. En aquel punto del espectáculo ya los presentes coreaban “Qué buena noche Adanowsky, qué buena noche”, a manera de canto tribunero, a lo que él respondía devolviendo el cumplido y agradeciendo halagado.
Posteriormente vendría una sesión de jamming mientras sonaba “Would You Be Mine” que fue aprovechada para que hubiese un solo de parte de cada integrante de la banda y finalmente, llegaría la ocasión de tocar “Déjame Llorar”, otra romántica canción de Amador que fue coreada por los asistentes. Pero lo justo era que la noche fuese cerrada con la misma energía atrevida y vibrante con que había comenzado, de modo que la última canción interpretada fue “Let’s Bring it Back”, y fue así como en medio de pasos de baile y un divertido performance cómico-erótico, Ada y Adanowsky nos dijeron adiós.