La atención de un Niceto lleno se volcó de repente en el escenario que sólo mostraba un sillón, una lámpara y algunas plantas cuando, de la nada, con unos bajos que exigían más de la cuenta, Louta dio comienzo a lo que sería un show memorable. La sorprendente variedad del público no podía garantizar una recepción unánime, pero si de algo se encargó Jaime James, este joven de 22 años en el que confluyen el pop y la performance, es que nadie saliera siendo el o la misma.
Para quienes no tuvieron la oportunidad de presenciar uno de los despampanantes shows de Louta, lo primero que hay que saber es que la palabra “show” no es aleatoria. Llamarlo “recital” resultaría hasta tacaño, cuando desde el comienzo queda claro que la música no es lo único que ofrece este personaje tan bien pensado. De principio a fin, cada movimiento refleja el pensamiento, el ensayo y la confianza en un producto artístico distinto. Ya sea con él solo en el escenario, sin siquiera músicos que justificaran la música de fondo sobre la que Louta bailaba, cantaba, rapeaba y recitaba, o con los bailarines que terminaban de pintar una escena que parecía salida de la Factory de Warhol, la milimétrica precisión de las coreografías tan simples complementaba el maximalismo pop que saturaba el ambiente.
Dar un listado detallado de la cantidad de recursos que vuelven tan únicos los shows de Louta sería arrebatarle a un posible nuevo espectador el factor sorpresa. De todos modos, ni escuchar su primer disco homónimo, o ver videos mal grabados en YouTube, o incluso menos estas palabras, pueden reflejar la experiencia tan particular que este nuevo artista ofrece. Habrá que esperar para ver qué más tiene para ofrecer. Por lo pronto, sólo se puede aprovechar y bailar.
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Foto principal: Victoria Mourelle