Llegó el viernes y la vuelta a casa la noche anterior había estado complicada. Los medios de transporte colapsaron pero la imagen de alguna forma no perdía el encanto en medio de tanto caos, éramos felices.
Veníamos con ganas de que la Cajita Mágica nos sorprenda y así fue. Esta vez las fallas en la organización quedaron atrás, los carteles se divisaban, nuestras pulseritas cashless funcionaban y esto olía a día festivalero de primera.
Llegamos tan temprano como nuestro cuerpo nos lo permitió luego de una extensa y cargada primera jornada, pero no lo suficiente como para disfrutar del suave folk de Jessica Pratt. Nos recibió un verdadero personaje, el zaragozano Bigott y un show difícil de etiquetar. Entre la borrachera que reconoció tener y su particular look el artista local hizo lo que pudo dentro del escenario Matusalem.
Todavía un poco desorientados ante semejante espectáculo y con la lentitud que caracteriza a una previa de segundo día decidimos cambiar de aires y pasearnos por uno de los escenarios cerrados, el Avalon. Allí nos esperaban los reyes geeks del indie folk noruego Kings of Convenience. Dos pibes que hasta un Ricardo Iorio les invitaría un asado. El sonido era prolijo y el escenario destilaba sobriedad. La sensación de ambigüedad reinaba, no éramos capaces de distinguir si estábamos en una prueba de sonido o en un recital , pero público la piloteaba bien, era la antesala perfecta a la fiesta que vendría después; dos amigos brindando el momento relax que todos necesitábamos para recargar energías.
Cumplimos con la cuota nórdica del día y volvimos al wonderland de césped sintético. El sol comenzaba a perderse al igual que el sonido de Stereophonics en el escenario Mad Cool y era momento entonces de esperar la llegada de Temples.
La propuesta inglesa de la actual movida psicodélica que lidera Tame Impala subía al escenario cerca de las 20:40 con muchos rulos y aún más estilo. James Bagshaw comanda un sonido pulcro, simple, pegadizo pero agradable. Más de uno quedó encantado con los niños de pantalones con pinza que luego se dedicaron a pasear por todo el recinto al mejor estilo pandillero. El clímax fue “Shelter Song“.
Cuando faltaban poco menos de quince minutos para el horario de protección al menor, las luces del escenario principal se encendieron para lo que sería el show teatral de la noche. Con desfile de muñeco gigante de por medio era el turno ahora de Jane’s Addiction.
La mitad del concierto no se les escuchó, la otra mitad se dedicaron a desfilar minas en pelotas en lo que intentaba ser un striptease con clase, pero que termino siendo más bien la versión low cost del remake de Bajos Instintos. Cuando creíamos que estábamos a punto de colapsar llegó una “Rebel Rebel” de Bowie versionada por Perry Farrel que nos evitó el desmayo.
Esperamos un siglo por un simulacro de choripán bastante hipster y seguimos. León Benavente nos propuso despegarnos de tanto inglés y jugarnos con la propuesta local. Llegamos cuando el show ya había comenzado en el tormentoso escenario cúbico, pero las aguas parecían haberse calmado y la entrada no fue tan mal después de todo. El cuarteto de veteranos españoles con Abraham Boba a la cabeza ya se habían comprado al publico cuando llegamos. El cambio de aire nos gusto, más bien nos resucitó.
La noche un tanto más cálida que la anterior nos encontraba un poco entonados y había que elegir bien lo que seguía: Benjamin Francis Leftwich, Los Vinagre o Band of Horses. Optamos por los últimos, pero todavía seguimos lamentándolo. Benjamin la próxima no te fallamos.
La banda de los caballos pasó sin dejar huella por el Mad Cool. La cautivante voz de Ben Bridwell fue sólo un aliado más mientras seguimos esperando las cervezas del día anterior.
En la recta final de la jornada llegaría la fiesta con la segunda apuesta noventera del cartel, los ingleses de The Prodigy y su estruendosa electrónica drum n bass. No cambiaron mucho la fórmula de hago lo que quiero a la que nos tienen acostumbrados desde su mundialmente censurado “Smack My Bitch Up”. Lo más relevante fue la locura que se vivía en el campo. Los valientes de la noche sacaron chispa a la pista improvisada color verde artificial.
El viernes cerraría con doblete de electro sumando ahora a los inexplicables Die Antwoord. El dúo sudafricano resulta tan difícil de definir como de disfrutar. No sé si es culpa de los teletubies gigantes que bailan, la sesión de videos de ositos coloridos y superdotados o los altavoces que explotan con la escalofriante y extrañamente afinada voz de Yolandi Visser. Ahora bien todos a mi alrededor gimen extasiados al son de “Ugly Boy” y “Baby´s on Fire“, por lo que mejor la cortamos acá.
Cuando nos despedíamos un veterano de juerga suelto atinó a preguntar si el rock había muerto; miradas desorbitadas mediante, respiramos y recordamos que aún faltaba Neil Young y la última jornada Mad Coolense.