Transitar un festival es como trasladarse durante un fin de semana completo a una galaxia prefabricada. Un ambiente en donde conviven especies de todo tipo. Hay figuritas que se repiten no importa cuál sea la geografía del espectáculo.
Están los metaleros, ese gordo con cabello grueso, largo y negro que desempolva toda su colección de remeras anticapitalismo producidas en masa; muy cerquita de él esta el grupo de hipsters ultra cool de producción repetida que engloba a la figura del blogger, influencer, IT girl/boy y todo tipo de terminologías coquetas que suenan bien pero que nadie sabe qué carajo significan; el pendeviejo que por 72 horas rejuvenece a niveles impensados y al mismo tiempo se queja de una juventud que no entiende y para terminar el combo agrandado, el intelectual que esta ahí porque sabe de música y al que le molestan todos los demás personajes.
Como no podía ser de otra manera en la última jornada del Mad Cool nos cruzamos con todos ellos. Sin lugar a dudas podíamos entretenernos entre tanta fauna suelta pero todavía somos de los que vamos a escuchar y apreciar la buena música.
El sábado hacía calor y el cuerpo ya nos pesaba, por lo que hicimos lo que pudimos por llegar temprano al recinto. A las 18:30 comenzaba la exquisita performance de The London Souls. Los neoyorquinos le hicieron frente a un sol que les enfocaba sin consuelo y en contraataque perforaron el ambiente con su clásica e inagotable propuesta de blues-rock. Aunque sólo disfrutamos del desenlace de su historia, Gary Clark Jr. nos recordaría una vez más porque nos gusta tanto este estilo musical. Esta sobria versión física de Lenny Kravitz sacudió a una audiencia que, no lo conocía, o todavía estaba dormida. Lo cierto es que para cuando llegó la hora de despedirse más de uno en el campo miraba boquiabierto las maravillas que hacía el tejano con las cuerdas de su guitarra.
La idea era continuar ahora con los americanos DIIV y su dream pop, pero la desacertada elección de escenario por parte de la organización nos dejó afuera. Se ve que no les tenían nada de fe a los muchachos porque la fila para entrar era interminable. Corrimos con la misma suerte al intentar llegar al escenario de los Woods, el peor del festival en cuanto a acceso: La Caja Mágica.
Como quien disimula la derrota volvimos al segundo escenario Matusalem para ver qué es lo que realmente hacen los Walk of the Earth. La pregunta de la tarde era si sólo son una banda que hace buenos covers y la respuesta es sí. Los canadienses montan un espectáculo y como tal incluye banderines, luces, movimientos ensayados y diversión. La escena del quinteto tocando en una única guitarra los temas “Somebody You Used To Know“, “Wrecking Ball“, “Rude“, “Love Yourself“, “I Got Sunshine” y “Twist & Shout” es algo que hasta ahora no habíamos visto y la verdad se agradece. Fueron la cuota de alegría como para calmar la ansiedad por lo que venía. Mención aparte para el genio de KRFNX y su beatboxing.
Como estábamos cerca fuimos testigos de la avalancha que se avecinaba al escenario principal; era el turno de Neil Dios Young. Tocó mirarlo de costado cerca de las pantallas que enmarcaban el paisaje: una especie de granero con piano, batería y un órgano casi tan longevo como el abuelo que nos codeaba. Esos abuelos rockeros que todos quisiéramos tener.
Las dos horas de historia musical comenzaron con un Neil sentado en el piano al son de “After The Gold Rush” y un público que lo contemplaba atónito y en silencio. Nos regaló cuatro gloriosos temas hasta que unos pibes disfrazados de fumigadores le dieron la bienvenida a “Promise Of The Real“. Lo que vino entonces fue un viaje a lo largo de su carrera musical y la ruta 66 que fue recorriendo con el paso de las horas. Como entrar en trance, conquistándonos con suavidad para noquearnos después con la distorsión de su guitarra eléctrica en “Down By The River” y así cambiar de aires en la segunda parte del concierto. La química con sus músicos, el hijo de Willie Nelson y sus amigos, es indiscutible. Entienden los tiempos, las pausas y el ritmo de éste hippie veterano; ellos mismos lo contemplan cumpliendo un sueño. Neil tocó todo lo que quiso y más. Hubo yapa con “Love & Only Love” luego de una ovación de más de 5 minutos. Allí fue cuando pudimos cerrar los ojos y sentir satisfacción, esa sensación de vibración que inunda cada centímetro de nuestro cuerpo. Podemos morir en paz.
Todo estaba dicho, y creíamos que ya nada podría conquistarnos pero un santanderense llamado Angel Stanich nos tapó la boca. Este personaje con nombre de bien y apellido de mal es un frontman de primera. Con un look muy Into the Wild, angelito y su banda suenan contundentes y el público local los adora. Hubo momento soulero, rockero y acústico. Él se la pasa mejor que nadie y tiene un guitarrista de la ostia. Sin lugar a dudas la sorpresa del día.
Pero vamos terminando que ya parece que vivimos una eternidad dentro del recinto. El fin del cuento tuvo diferentes protagonistas que incluyeron a Biffy Clyro, Two Door Cinema Club, Xoel Lopez, Public Service Broadcasting y más. La cereza del postre se la disputaron entre locales y visitantes: Corizonas y Capital Cities. Nosotros vivimos la fiesta de los últimos y su incansable “Safe and Sound“, pero se rumorea que la unión de Los Coronas y los Arizona Baby hicieron lo suyo también bajo techo en la Caja Mágica.
Esas fueron las sensaciones que nos dejó el estreno del Mad Cool. Pareciera que la era de los festivales pario un nuevo hijo que también quiere ser prodigio.
¡Hasta la próxima!