Las ansias que elevaron El Príncipe Idiota y Paoletti y los Impares se palpaban en Niceto. Más de 850 personas esperan por el español que canta de tabernas y mujeres lobo, y que parece aguardar por el confort de la medianoche.
-Es él? Sí, con esos zapatos tiene que ser él – se inquietaban fans de cacería cerca del telón.
Como casual y a la vez distinguido, de camisa blanca, saco… y de aquellos zapatos negros de punta que lo delataron, Nacho Vegas junto a su banda sale a escena poco después de las 11 de la noche. Carga con más de 20 años de carrera musical, 6 discos en solitario y se acerca al micrófono con la tranquilidad que lo refleja.
“Nuevos planes, idénticas estrategias” es el tema con el que empieza lo que va a ser un encuentro sublime. El público responde heroico al ser convocado a cazar vampiros, y se mueve al son antifascista de “Polvorado”. En “Taberneros”, una guitarra da intensidad, y aúlla por la voz que se mantiene serena, para extender al cielo el “ya se fue mi amor” todo Niceto conmovido se alza.
“Actores poco memorables” divierte a un grupo de amigos que se burlan del personaje liberal de la canción, para que “Gang-Bang” vuelva denso el espacio entre el vaivén de la melodía.
Debajo de una guitarra que reza “this machine kills fascist” el repertorio va y vuelve en el tiempo, va y vuelve entre duras críticas a la sociedad y largas noches de bares, va y vuelve entre inteligentes ironías al sistema y corazones agitados. El acento estuvo en sus dos últimos discos, La Zona Sucia y Resituación; con los que un público de fanáticos se mostró a gusto.
Nacho toma y deja la guitarra, o por el vaso de whiskey, o para enfatizar detrás sólo de su micrófono, impasible y sin moverse del centro del escenario. Su banda es precisa, e intensifica la noche con mucho rock y poca improvisación.
Con “La gran broma final” se despide, y quiebra la desolación volviendo por tres canciones más: una nueva, una prestada, y un hit que todos coreamos resumen la noche.
Es hora de recapitular.
Nacho Vegas es solemne. Lejano y presente, honesto y de pocas palabras al público, de discretas sonrisas cómplices a su banda y momentos de trance personal, de la solvencia de la experiencia y de todo el vigor de su voz que invita al silencio.
El español cuenta en una entrevista reciente, que disfruta de la palabra sentir, que en asturiano también significa escuchar. En Niceto esa noche de martes se escuchó, y se sintió… y en noble comunión, nadie diferenció lo uno de lo otro.