El humo de los cigarrillos se mezcla en el aire hasta formar una nube uniforme. El murmullo se eleva a medida que avanza el reloj, entre sorbos de cerveza sincronizados con el sonido de los vasos de plástico chocando contra el piso. Son las 21.30hs y la atmósfera del Teatro Vorterix parece estar a tono para darle la bienvenida a Pete Doherty. Esta vez, la visita está planificada y justificada: la excusa es la presentación de Hamburg Demonstrations, su último disco lanzado en diciembre del 2016. Junto a su banda bautizada The Puta Madres, el inglés hace su entrada con vestimenta de caballero y casi sin decir nada comienza a cumplir con lo pactado.
El show arranca con “I Don’t Love Anyone (But You’re Not Just Anyone)” en su versión endulzada por la violinista Miki Beavis, quien más tarde le dará también un toque celestial a “Down for the Outing”. Tras unas breves ovaciones aceptadas con una desconcertante elegancia, Peter continúa con la sinceridad romántica de “Last of the English Roses” y declara con decisión que no quiere terminar como “Kolly Kibber”. Hasta ahora, la velada tiene algo de frialdad británica y decencia incomprensible, pero la prolijidad en lo musical resulta agradable.
La impecable introducción en teclados a cargo de su novia Katia de Vidas anuncia la coreadísima “You’re My Waterloo” y recién entonces el inglés evoca aquella temporada que pasó enamorado de Buenos Aires: “I’ve brought you flowers, all collected from San Telmo Station”, por si pensábamos que aquella fascinación con el barrio era cosa del pasado. Con más soltura y un aire infantil, se desplaza alrededor del escenario y juega con el guitarrista Jack Jones mientras suena “The Whole World Is Our Playground”. Para el final del tema, ya le ha revoleado una guitarra a un asistente entre los “olé olé olé Peter Peter” y ahora sí el recital parece haber dejado el guión en un segundo plano para ir ganando terreno en la magia de lo imprevisible.
Los admiradores de The Libertines tienen sus dosis de felicidad: Doherty les regala unos breves acordes acústicos de “Music When the Lights Go Out” y la intro de “What Katie Did” se filtra como un guiño casi imperceptible en el medio de “Hell to Pay at the Gates of Heaven”; más tarde sonarán en distintos momentos de la noche “All At Sea”, “What A Waster” y “Don’t Look Back Into the Sun”, el primer pogo furioso tras casi una hora de show. De su carrera solista incluye además una desordenada versión de “Arcady” y la bizarra “Who’s Being Having You Over”, y también hay lugar para dos covers: “The Weed Smoker’s Dream” de Hugh Laurie y “Ride Into the Sun” de The Velvet Underground con un breve agregado de “Don’t Look Back in Anger” de Oasis.
Tras el encore, Pete regresa al escenario convertido en lo que Argentina recuerda de él. Con una vincha celeste y blanca en la cabeza, incluso se toma el tiempo de agradecer a las bandas soporte Los Peligros y Vicio. La prudencia inicial se ha ido disipando progresivamente y la química con el público vuelve a ser la misma que la de sus shows anteriores, casi como si el artista hubiera necesitado entrar otra vez en confianza para mostrar su verdadero ser. El momento final entre la muerte y la gloria tiene a los Babyshambles como soundtrack, todo es descontrol y cerveza desparramada mientras suenan “Killamangiro” y “Fuck Forever”. Hay algo de fascinante y triste en la forma en la que Doherty se autodestruye a medida en que su arte se apodera de él, sin perder la capacidad de concederle al público un recital que sirve como evidencia de que el talento digno de culto puede convivir con su figura polémica. Un equilibrio extraño que de algún modo funciona.
Cuando se cierra el telón, la sensación es ambigua. La velada ha sido maravillosa pero la fiesta se ha terminado demasiado rápido. Al parecer, así lo siente también Peter, que se infiltra entre el telón cargando su acústica para agregar “Albion” al repertorio. Con más picardía que maldad, lanza dos veces la misma guitarra al público ocasionando una pelea. “We could go to Rosario, Patagonia, San Telmo… anywhere in Argentina!” se despide, y a pesar del intento de esconderse bajo la fachada de un señor inglés, queda comprobado una vez más que siempre tendrá el espíritu de un niño libertino.
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Foto principal: Matías Altbach – Pasá a ver su cobertura desde la intimidad de la gira.