Las luces de la ciudad y la ciudad en sí se predisponen de otra forma. Ni hablar de los transeúntes y de los que saben lo que quieren, que, ante la inminente realidad de encontrarse con una noche de sábado por delante, van por todo. El neón es fiel y eterno testigo de la temprana noche parisina que decanta en un espectáculo visual único que hoy, a diferencia de las jornadas anteriores, se conforma por cientos de latas de cerveza y botellas de vino vacías que abundan en los alrededores del lugar.
La jornada comenzaría con Sigrid, la joven y talentosa estrella pop que sorprende a propios y extraños con su postura y su voz tan particular.
Acto seguido, enarbolado entre decenas de banderas de todo el mundo y generando sonidos in crescendo, el show de Jacques genera una hipnosis total que deriva en baile infinito en los que se encuentran debajo del escenario. Lo hace todo con lo que encuentra a su paso y con una interacción constante que alterna entre reflexiones, risas y elogios sin cesar por parte del público. Jacques, esta noche, es el jefe.
Del electro al jazz, y sin escala, con la presencia de los BADBADNOTGOOD. Será el cuarteto canadiense el encargado de brindar un halo de calma al recinto con su versión de jazz futurista. Y de allí a Princess Nokia con su sonido emergente y las letras con mensajes claros a flor de piel por parte de la afro puertorriqueña que se encarga de brindar un show inolvidable.
Y si hablamos de mensajes como balas desde un micrófono, que mejor que El-P y Killer Mike, aka Run the Jewels. Con su dosis de rap le dan una cachetada para nada sutil al público que va, viene, salta y bardea de principio a fin. Lo que sucede en ese momento es violento, descarado y capaz de ensamblar en todo el recinto, una actitud por demás punk.
Y como si Stanley Kubrick se hubiera hecho a cargo de la escenografía, los que aparecen en escena son los franceses The Blaze. ¡Oh la la! Jonathan y Guillaume Alric entregan un show conceptual en el que no hay lugar, tiempo, ni espacio para un cese de movimientos. El público se rinde a sus pies, aunque lo escrito sea tan solo una mera y poco sincera forma de describir lo vivido, con ritmos tan perfectos y sutiles, rendirse está lejos de ser la palabra indicada.
Vibren bailen, vibren bailen. Ya es domingo, y más que nunca lo que resta es bailar con un trinomio infalible que hará de las suyas en distintos momentos y en los dos escenarios dispuestos en la Grande Halle. En orden de aparición, delirio y descontrol, el Pitchfork llegaría a su final con sets memorables por cuenta de los irlandeses Bicep, su majestad The Black Madonna y el desquicio bailable de Talaboman.
Salir del lugar, colocarme los auriculares y hacer sonar parte de lo que escuché en vivo las últimas 72 horas se convierte en la banda de sonido ideal para un regreso y una imagen final que conjuga revientes, pateadores seriales de latas de cervezas y disputas por volver a casa lo más pronto posible y en todos los frentes; metro, noctilien; taxi, uber (el “autos, jets, aviones, barcos” versión S.XXI). Mientras tanto, el neón sigue siendo ese eterno testigo ante un día que no quiere comenzar y una noche que ha sido interminable, o en este caso ante una fiesta que parece ser interminable.
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Foto principal: Run the Jewels, por Vincent Arbelet.