“Resulta casi cruel contrastar la riqueza comunicativa de lo musical con los baldíos movimientos de lo verbal”, dijo George Steiner cuando imaginó una sociedad de lo inmediato, un mundo en el que todos podríamos crear y experimentar las obras de arte sin discursos secundarios. Anton Newcombe diría algo parecido si le agregamos unos cuantos fuck that, I don’t give a shit para expresar su opinión sobre la industria del rock, la crítica musical, la figura del rockstar o cualquier tipo de convención social que nos separe de lo esencial: tocar, disfrutar de la música y pasar un buen momento entre amigos.
Por eso no hay mucho que agregar sobre la experiencia irrepetible que vivimos durante más de tres horas con The Brian Jonestown Massacre en su primera visita a nuestro país, y solo puedo transcribir algunos fragmentos que quedaron registrados en la bitácora de un viaje sensorial.
Nota de voz 001: Anton, vestido de blanco como en el Music Wins, dice que van a tocar hasta que los obliguen a bajar del escenario. La banda se toma su tiempo antes de anunciar el despegue y entre los murmullos y silbidos empieza a sonar “Never Ever!“. Por momentos, los coros del público se escuchan más que las voces del escenario, al menos en el centro de la pista: “How long I’ve waited to love and be loved / And be with you”.
Nota de voz 004: Algunos problemas de sonido en “Whatever Happened to Them?” los obligan a empezar de nuevo, pero ellos permanecen despreocupados como si estuvieran en su sala de ensayo y afinan los instrumentos, revisan las conexiones, conversan o toman un trago de cerveza. Los espectadores más impacientes gritan “¡está lento!” y Anton empiezan a tocar “Whatever Hippie Bitch” casi como respuesta. Quisiera decirles que estén tranquilos porque nos prometieron un show extenso, no hace falta apurarse, pero cada uno con su viaje. Mientras tanto, la nube psicotrópica se forma sobre nuestras cabezas como en aquellos Viernes Verde de Los Natas, déjà vu.
Nota de voz 009: Anton sigue descontento con el sonido, se inclina para regular los pedales y repite la secuencia de pausa-afinación-charla-cigarrillo con todo el tiempo del mundo. Suena “Leave It Alone“, “Prozac Vs. Heroin” y el clásico “Anemone” (1996). Escucho la voz de Mara Keagle en mi mente como en su versión de estudio: “You should be picking me up”.
Nota de voz 014: El director de orquesta marca un ritmo de vals en 1-2-3 y comienza “Days, Weeks and Moths” de su disco Revelation. Después de otro ajuste de sonido y cambio de micrófonos, Newcombe lanza uno de sus discursos que podríamos incluir en su libro “I fucking hate rock stars”. El siguiente capítulo es “I know people have to work tomorrow, but fuck that, I don’t care”, en el que proclama una revolución cultural.
Nota de voz 025: Medianoche, dos horas de show sin interrupciones (más allá de los inconvenientes técnicos) y Joel Gion cambia su colección de panderetas de los años ’60 por maracas y otros instrumentos de percusión. Suena “Open Heart Surgery“, una de sus canciones de amor que contrasta con el sonido y la actitud sombría de la banda, ese equilibrio entre luz y oscuridad que atraviesa toda su discografía. Siguen con más canciones de los ’90 como “She’s Gone” y la balada folk de “Lantern“.
Nota de voz 037: Después de “Going To Hell” llegan las palabras finales de Newcombe sobre nuestra percepción del tiempo y la importancia de vivir en el presente. Él quiere seguir tocando pero le indican que solo quedan diez minutos, a lo que responde que no tiene un “puto reloj”. La letra de la última canción, “Yeah Yeah“, coincide perfectamente con este momento: “I’m not in a hurry / Already late”. Así los miembros de Brian Jonestown Massacre comienzan a abandonar el escenario mientras sus instrumentos siguen sonando durante unos minutos, hasta que se cierra el telón y aterrizamos algo desorientados en la madrugada del miércoles.