¿Tuvieron que pasar cuatro años para que consigamos la revancha y lograr que una banda pise el suelo de nuestro país? La respuesta es obvia y de más está decir que la espera valió completamente la pena. Vaya uno a saber cómo pasó, que el furor por el cuarteto proveniente de California hizo que la gente de Converse (encargada de la organización del show) haya elegido a último momento el gran Teatro Vórterix para la velada.
Alrededor de las diez de la noche del sábado 22 de agosto, una multitud eufórica recibió a las chicas de Warpaint, que entre miradas y sonrisas cómplices, se ubicaron en sus puestos listas para dar lo mejor de sí durante catorce canciones. Emily Kokal, Stella Mozgawa, Theresa Wayman y Jenny Lee Lindberg tocaban en Buenos Aires por primera vez y no podían disimular lo cómodas que se sentían haciendo música frente a un público que todo el tiempo acompañó bailando, cantando y coreando los típicos “Olé, olé, olé… Warpaint, Warpaint” como bien se hace acá.
El repertorio fue bien variado: desde la clásica “Elephants” o “Billie Holiday” del EP Exquisite Corpse, hasta “Disco//Very”, en la cual la muchachita de la Fender Jaguar pidió que encendieran las luces de la bola de boliche para recrear un ambiente de fiesta y alegría. Uno de los momentos más emocionantes de la noche fue cuando Kokal apareció cargando su guitarra sin compañeras detrás, íntima, mostrándose frágil y volcando esa hermosa vulnerabilidad al entonar “Baby” mezclándola con “Because the Night” de Patti Smith. Tampoco faltaron los últimos singles “I’ll Start Believing” y “No Way Out”, las geniales líneas del bajo de Lindberg en “Composure” y la hermosa voz de Emily en “Biggy”. No hay que dejar de mencionar el gran trabajo de Stella en la batería de “Keep it Healthy”, marcando y llevando el ritmo de la banda como un metrónomo , y la dulzura de una Theresa que se dejó llevar todo el tiempo por danzas, palabras en castellano y alegría pura.
En casi hora y media de show, Warpaint hizo lo que mejor sabe hacer y nos llevó de viaje a través deatmósferas y sonidos, se divirtió y dejó a todos con ganas de más.
Dieron y recibieron, sintieron e hicieron sentir, y la realidad es que a lo mejor no hace falta explicar mucho más porque lo importante fue haber tenido la suerte de estar en el momento y en el lugar justo. Ahí está el poder de la música y lo que esta banda pudo lograr el sábado pasado: comunicar de todo sin la necesidad de hablar.