Su cuerpo, una memoria,
Un instante, menos que eso.
(Daniel Melero, “Cristal”)
Registramos experiencias porque el tiempo pasa y se lleva con él nuestros momentos. Pero cuando son cristales de tiempo los que pasan, menos certeza tenemos de la posibilidad de registro. Lo que sigue son ejercicios de memoria, registros no exhaustivos de una noche de impresiones vividas.
I.
Ingreso. El espacio mismo tiene algo de espacial: un panel de control, una placa madre, alguna pieza de un transbordador en funcionamiento. Adentro y afuera se invierten continuamente en el espacio de La Tangente.
II.
Las primeras cualidades del cristal aparecieron con Inés y Paula y Susi. Una visión antártica de viento polar abierta con la extensa voz de Paula. Una voz que llega a todos lados, como esa luz cálida y hermosa que se expande los días de frío cuando no hay obstáculos que la detengan. Cristales en formación en la superficie de la voz.
III.
La experiencia Melero, no la recuerdo. Pero no porque fuera una presentación para el olvido, si no que fue tal la implicancia con el momento, que paso en un instante. Algo así, como atravesar un umbral y estar por fuera del tiempo objetivo.
IV.
El sentir evocado por el cristal suele ser frío, anguloso, punzante. De manera más atenuada, sucede lo mismo con el tiempo: es abstracto y todo lo abstracto puede generar distancia y frialdad. Ahora bien, hermosura de la vivencia: la experiencia sensorial de los cristales de tiempo, contra toda semántica de las palabras, no tuvo nada de frío ni de lejano. Ahí, para quien supiera orientarse y encontrarlos, estaban bien cercanos y encendidos.
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Foto principal: Marisol Pastorini.