El sonido de un pedal de efectos rompe la atmósfera y da comienzo al recital. Dalmiro Delfín Aguirre, que aparece vestido con un disfraz del mismo animal al que su nombre se refiere, abre el show con la banda completa más Carolina Donati, a quien invita a que haga coros en “Viajo”. En segundo lugar viene “Depredador y presa”, el track más sexy de su disco Pescadores. Se destacan las guitarras funkies y en especial el teclado en manos de Julián Gancberg, que hace recordar a los sintetizadores de Spinetta Jade. Delfín interactúa haciendo un juego a dos guitarras junto a la sólida Ivana “Chipi” Rud. La batería le da una sonoridad bastante más rockera que en la versión grabada.
A continuación la energía baja y el clima se torna íntimo con “El interruptor”. Suena solo la voz y la guitarra de Delfín, acompañado por el teclado y por la guitarra acústica en la que se suma “Choqui” Franco Giaquinta (originalmente bajista de CrewRod). Luego se integra el resto de la banda, esta vez con una batería más liviana, para finalizar a un tempo más rápido y con mayor intensidad.
“Eso me vendría bien”, romanticón, invita al público a besarse. En éste se destaca el solo de bajo de Martín Varela, y el aspecto rítmico toma un lugar más importante con arreglos muy logrados que evidencian la solidez de un grupo muy ensamblado, en especial del bajo y de Joaquín Waiman en la batería. En “Dale”, una canción nueva, contrasta la sensación de un tempo más veloz con lo lento y pesado del reggae. Además hay otro muy buen solo de Julián Gancberg. En “El pescador” -el tema menos obvio del álbum, aunque ninguno lo sea-, Delfín canta y toca una melodía al unísono y luego hace un breve pero poderoso solo.
Suena una música instrumental de fondo que, según cuenta el compositor, grabó y encontró en su celular hace poco, mientras sale del escenario Ivana Chipi Rud y entra Ezequiel Cantero en guitarra eléctrica, para hacer dos canciones que no están grabadas: “Mundo” y “La próxima página”. En ellas se destaca la precisión rítmica del grupo en general y un solo explosivo de Cantero con aires a jazz fusión. Llega un final zapado y terminan todos al mismo tiempo. En “Sé que sos vos”, también nuevo, alternan una improvisación entre las dos guitarras y, con un tinte jazzístico, el espíritu rockero se vuelve protagonista y lo lleva al clímax.
El cantante queda solo, esta vez con su guitarra acústica, acompañado por Julián Gancberg, para hacer “Biblia”, que es corta y tranquila. El final es diferente al del disco, modulando la tonalidad. En “Morir para nacer”, regresa la banda completa -Ivana Chipi Rud, Martín Varela y Joaquín Waiman, que ahora toca el octapad y le agrega unos sonidos electrónicos-. Los solos en las guitarras tienen un lugar que hace que todo suene mucho más rockero.
Se suma Lucía Rodríguez, cantante de la CrewRod, para rapear en la inédita “Mundo”, sobre una base muy rioplatense teñida por la música uruguaya. Se desenvuelve con una guitarra sincopada y nos lleva a la MPB; Lu Rod canta, Delfín toca al unísono, y juntos crean una melodía compleja. Lo que sigue deja al público expectante, con un solo de batería sobre la síncopa que se mantiene en la guitarra, mientras el baterista juega e improvisa. El desenlace sorprende con los versos “Tantas veces me mataron/Tantas veces me morí/Sin embargo estoy aquí resucitando.” Se trata de “Como la cigarra” de María Elena Walsh, en una versión muy original, candombeada y rockera, contundente y de espíritu alegre. En “La suerte de las estrellas”, nuevamente una síncopa nos transporta a Brasil de la mano del samba. Hay un momento zapado, con suspenso, hasta que retoman la melodía principal y finalizan. Por último, con una batería pesada y tirada para atrás en “Toro”, el público corea el estribillo.