El pasado 24 domingo de marzo dio a luz un nuevo festival de música en Argentina. Y si bien la creación de espacios para la difusión del indie local se encuentra en auge, Fardo propone una experiencia distinta: la naturaleza. Su sede en el predio de La Aldea en Pilar, invita a entrar en contacto con un aire más puro y una vista del cielo solo interrumpida por los árboles.
Los encargados de abrir el festival fueron los chicos de Asteroide. Sus sonidos parecían acordes a un cielo que oscilaba entre una luz dorada y nubes grises. Su rock espacial, como ellos mismos lo definen, encendió el lugar para abrir paso a una tarde de música al aire libre.
La Femme D’Argent fue la voz femenina de la fecha. Los integrantes de la banda de Agustina Vivo tenían un estilismo galáctico que los teletransportaba a una atmósfera atemporal, lejos de la cotidianidad de la ciudad. Mientras caía la tarde, Vivo acompañaba su voz con movimientos rítmicos e invitaba a la gente a vivir una experiencia sensorial.
Se hacía la noche y el lugar empezaba a llenarse cuando Lo’ Pibitos pusieron primera a la fiesta de funk y rap. Es una banda que siempre sabe cómo prender la chispa y especialmente en vivo. La gente coreaba y saltaba al ritmo de “Anda corriendo el rumor/ Que Lo’ Pibito se agitan con amor.” A la par de canciones como “Yastá” y “El ritmo de la vida”, la banda hizo alusión a la fecha y recordó que el 24 de marzo es el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia.
Entre bandas había espectadores que disfrutaban de la espera al lado del escenario o cerca del fuego. Uno podía alejarse, elegir algo entre las opciones gastronómicas y sentarse entre los árboles junto a las llamas de la fogata.
Bandalos Chinos, recién llegados de México, aparecieron lookeados como si hubiesen viajado desde los 70. Mientras los sonidos se amalgamaban y Goyo empezaba a bailar, esa energía retro se iba desprendiendo del escenario. La gente vitoreaba mientras sonaban las primeras notas de “Vámonos de viaje” y comenzaba una fiesta abajo del escenario. Con un pop sintético y funk rockero, la banda entregó un sinfín de baile y disfrute.
El clima bajó y el ambiente cambió. Cuando apareció El Mató a un Policía Motorizado todo se volvió una sucesión de matices, de la oscuridad al cielo estrellado. Este juego de luces y sombras acompañaron los ritmos de sus canciones melancólicas y llenas de distorsión. En el medio, Santiago Motorizado saludaba con ese “amiguitos y amiguitas” que suena tierno en un ambiente más bien denso. La banda también dedicó una de sus canciones a la abuela del bajista, recordando una vez más a los desaparecidos durante la dictadura. Hacia el final, la luna iluminaba al público y sobre el escenario se proyectaba una galaxia fundida en humo y música. Esa es la imagen que cerró la noche de un nuevo festival, puente entre la escena indie local y un público en búsqueda de nuevas experiencias.
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Foto principal: Giuli Mastrangelo.