Dios está vivo, y no lo dijo Zaratustra sino su cliente favorito; que de religioso tiene tanto como el mismo Friedrich. Creer o reventar. Y de paso, que eso sirva de advertencia para los más escépticos; porque arrimarse al universo de Father John Misty, tal como se hace llamar este predicador hipster de 37 años que ya lleva cuatro discos editados bajo ese seudónimo, no es otra cosa que una experiencia religiosa; y una muy particular. Los adjetivos que circulan al intentar definirlo son de lo más diversos, y hay que decirlo, resultan bastante acertados; pero haciendo a un lado cualquier apreciación, para lo que sucedió en su primera visita a nuestro país, nadie estaba del todo preparado. Ni siquiera sus detractores, si es que alguno tuvo la suerte de estar presente el pasado 29 de agosto en La Trastienda.
Josh Tillman, la persona detrás del personaje (¿o al revés?) que solía tocar la batería en Fleet Foxes hasta que lo dejó para sacar Fear Fun, uno de los mejores álbumes del 2012, se crió en un estricto hogar cristiano-evangélico; recién a partir de los 17 años sus padres le permitieron escuchar música secular, por lo que su conversión a crooner camaleónico que filosofa acerca de la humanidad, el mundo moderno o la disolución del orden social-religioso, suena como un desenlace bastante lógico. Sin embargo, no bromeaba cuando dijo que God’s Favorite Customer, su más reciente trabajo lanzado en junio de este año, sería un álbum sobre el desamor. Bajándole unos cambios al histrionismo que había caracterizado a Pure Comedy, su predecesor de 2017, fabricó un confesionario a su medida, que le permitió mostrar su costado más vulnerable.
Tener barba, al menos algo… ¿será esa una condición sine qua non para unirse al clan de Los Excéntricos Tillman? Cabía hacerse esa pregunta cuando el sexteto de alto vuelo que lo secundó, salió al escenario cerca de las 21:30, para dar comienzo al show con la radiante “Nancy, From Now On” –que bien podría ser una versión a la americana de “As the World Falls Down” de David Bowie-, segundo track de su disco debut. Le siguió el pop ornamental de “Chateau Lobby #4 (in C for Two Virgins)”, y ahí estuvo también “Only Son of the Ladiesman” para aportar su cuota de perfume Fleet Foxes a la velada.
A la hora de vincularse con su público, Tillman suele apelar al desconcierto: confunde a sus feligreses mediante una suerte de confrontación sarcástica disfrazada de algún personaje bordado al mejor estilo stand-up comedy; pero curiosamente, el convulsionado aire porteño pareció haberle calmado un poco los ánimos, ya que recién promediando el final del show interpeló a la audiencia: “¿Soy sólo un mono que baila para ustedes?” aunque pese a su esfuerzo por parecer odioso, no hubo caso; resulta irresistible en todas sus facetas. En esencia, una suerte de Morrissey en clave folk para las nuevas generaciones; aunque a Jesús todavía no lo haya perdonado.
“Total Entertainment Forever” desató la ovación de la concurrencia, que potenció el egotillman al grito de “¡olé, olé, olé!”, y por si algunos todavía pensaban que la comparación con Elton John no era más que un capricho, sin mediar palabra volvió al modo Dr. Jekyll para desenfundar “Ballad of the Dying Man”; donde no sólo sintonizó como nadie la estampa pop del británico circa 1970, sino que además lo llevó de paseo con el Neil Young de Harvest Moon. Para que tengan, y guarden.
Es que a pesar de su irreverencia, nada hay de caprichoso en la cartografía sonora de este artesano del folk nihilista, que puede darse el lujo de jugar al Jeff Lynne como lo hizo en “Date Night” o “Disappointing Diamonds Are the Rarest of Them All”, inventar un híbrido entre psicodelia pop y lamento a la Roy Orbison en “I Love You, Honeybear”, y hasta coquetearle a John Lennon sentado al piano cuando llegó el turno de “God’s Favorite Customer”; todo eso sin perder un gramo de identidad. Fue con esa misma facilidad que dejó atrás la súplica preciosista de “Please Don’t Die”; no dio tiempo a secarse el lagrimón, que ya estaba trepándose al country-on-the-road de “I’m Writing A Novel”, para luego volver a la prédica cargada de ironía -aunque en plan más intimista- con “Bored in the USA” y “Pure Comedy”. “Hangout at the Gallows” lo encontró jugando la carta de rockstar que guardaba bajo la manga, y si algo le quedaba por hacer era calzarse la guitarra eléctrica; cosa que desde luego hizo, y fue para interpretar “Hollywood Forever Cemetery Sings”.
La epifánica “So I’m Growing Old on Magic Mountain” llegó para los bises, y con ella, la revelación: ante la certeza agridulce de no poder escapar de él mismo, Father John Misty despliega su estrategia más eficaz: esboza una mueca burlona, y hace de esa contradicción su principal virtud.
*
Foto principal: Victoria Mourelle.