Los aquelarres no necesariamente suceden en el claro de un bosque con la luna como testigo, ni tampoco hace falta viajar demasiado lejos para encontrar una experiencia ritual en la cual sumirse. Aquel que se anime a bucear hasta adentrarse en el corazón del indie, descubrirá que éste ofrece la magia necesaria para cualquier aventura espiritual, y el pasado sábado 18 de noviembre, el Festi Wicca dio perfectamente cuenta de ello.
Si los postulados de la Wicca (religión neopagana cuyos dioses principales encarnan las fuerzas de la naturaleza) resultaban ajenos para algunos, el pixel-art mitológico de Marina Fages se encargó de ir graficando vía Instagram de qué iba la cosa: tips con el horóscopo de cada signo, un calendario virtual con “la wicca de la semana” y su correspondiente ficha astrológica (entre ellas Madonna, Björk y Tita Merello), posteos que arengaban el evento mediante una suerte de manifiesto pro-aguante, ocultismo y celebración, y una propuesta de dress-code que invitaba a cambiar los prejuicios estéticos por unicornios, delfines y drag queens.
Teniendo en cuenta que esta aventura fantástica cobró vida de la mano de Marina Fages, espíritu guerrero del indie si los hay, resulta evidente que la propuesta lleva su impronta; y de la mano de sus colegas Eve Vega y María Florencia Silva, fue dando forma a este híbrido entre vitrina musical y encuentro de energías femeninas, que además se encargó de rendir culto a la autogestión y la diversidad de género.
El sábado, el portón de G104 se transformó entonces en un portal de acceso a otra dimensión; una vez atravesado, conducía directo al galpón principal, que además de ofrecer una ambientación digna de algún universo lyncheano, planteaba una propuesta destinada a favorecer el intercambio entre el público y un círculo de productores autogestivos, que ofrecían desde diseños exclusivos y comida orgánica, hasta accesorios retro, cartas de tarot y piedras energéticas. El apropiadamente denominado “escenario del bosque”, que consistía en una tarima intervenida con elementos reciclados (ramas, plástico, retazos de tul fucsia y animales de juguete) y se ubicaba en el centro del salón cual fogata sagrada, era el espacio destinado a las propuestas experimentales; mientras que el “escenario de la montaña”, ubicado en el subsuelo, albergaba a las de raíz más rockera.
En sintonía con lo prometido desde la previa, el intercambio de conocimientos tuvo su instancia más concreta en el marco de las charlas que dieron apertura al evento, y que abordaban tópicos tan variados como “ritmo y enegía cósmica” (a cargo de Cecilia Grammatico), “cómo grabar discos” (encarado por Diego Acosta) o “introducción a la técnica de mural” (por la misma Marina Fages), mientras que el bautismo musical estuvo a cargo de Lola Bhajan y su coequiper sonoro Enano Malhecho, con su canto ancestral.
El power dúo Katana (compuesto por María Florencia Silva en voz y guitarra y Elix Rempel en batería y coros, ambas ex integrantes de Ovejas) inauguró el subsuelo con su sonido catártico dejando bien en claro que lo suyo es la contundencia sin rodeos, y luego fue el turno de Galanjah con su inseparable caja de ritmos. Recientemente incorporada al catálogo del sello Casa Del Puente y a pocos meses de haber compartido fecha nada menos que con Horace Andy en Córdoba, invitó a los presentes a sumergirse en las aguas de su dancehall style seductor, interpretando además, algunas canciones nuevas.
El dúo Riel, fiel a su noise atmosférico, ya tiene al público indie más que acostumbrado a sus shows de alta intensidad, y esta no fue la excepción: una vez más los presentes terminaron rendidos ante su catarata de riffs hipnóticos revestidos en precisión rítmica, y el subsuelo quedó tan caliente como el ojo de un volcán.
Mene Savasta no sólo tiene una trayectoria como música, sino que además realiza instalaciones y performances; por lo cual a la hora de montar una presentación en vivo, el factor visual no se le escapa, y esta cruzada sensorial de corte intimista en la que se embarcó, la encontró envuelta en luces de colores cambiantes, que acompañaron el trip mientras ella se despachaba sobre las delicadas composiciones de Campo Cercano, su disco debut grabado en 2015.
Si existe algo como la oscuridad luminosa, Marina Fages y sus muchachas (léase Cecilia Grammatico, Malena Cannavo y Sasha Sathya) son sus dueñas absolutas, y presenciar un show suyo con esta formación es una deuda pendiente con el punk desatado que todos llevamos dentro. Este camión sin frenos cargado de distorsión y fantasía ahuyenta cualquier tipo de energía negativa que se le acerque, además de funcionar como plataforma perfecta para que Marina despliegue todo su potencial como vocalista, ese mismo que la convierte en una de las voces más interesantes y aguerridas del indie femenino.
Los Rusos Hijos de Puta, siempre fieles a su propia revolución, fueron los encargados del cierre y como ya es sabido, resulta imposible resistirse a sus encantos pogueros teñidos de prosa cruda. Es que su ADN tiene tanto de búsqueda artística como de declaración de principios, y si alguien osa decir que no son santos de su devoción es porque nunca los vio en vivo (¡¿en serio?!), por lo cual la invitación a zambullirse de cabeza en este piletón de post-punk ardiente, nihilista y lleno de amor, queda oficialmente hecha.
Incendiario, así fue el cierre de esta primera edición del Festi Wicca que debutó con un lineup tan potente como desprejuiciado, y mientras su troupe femenina se prepara para otra celebración en nombre del cosmos (será el viernes 15 de diciembre a la medianoche, en Niceto Club), la llama del fuego sagrado que encendieron estas guerreras, sigue calentando y será la que alumbre el camino hacia el próximo encuentro.
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Foto principal: Los rusos hijos de puta y Marina Fages, por Nadia Guzmán.