Al caluroso día 1 del festival le sucedía un sábado pasado por agua; los pronósticos de tormenta parecían ciertos y los mensajes volaban de un teléfono a otro repensando la jornada, sobre todo luego del tuit de Gorillaz, anticipando el cambio de horarios (de las 23 a las 20). El tuit fue un boom ya que no había ningún otro comunicado oficial. Ni las bandas nacionales que estaban yendo al predio contaban con más información. Finalmente, la producción del evento lanzó el comunicado: se anticipaba lo más posible el lineup del escenario outdoor (mudando a Major Lazer a éste) y muchas bandas nacionales tocaban en el indoor bien entrada la noche. A las 16 las puertas se abrieron y el ingreso fue fluido, con el día que se había despejado como guiño a la música.
Ascension
Eric Mandarina arrancó puntual y así lo hizo también 107 Faunos, en esta revancha con público que les dio el festival tras los retrasos de la primera jornada. Mientras tanto, Baxter Dury se paseaba en carrito de golf detrás de los escenarios, camino a una entrevista con la Metro, y Kali Uchis hacía bailar a su puñado de fans madrugadores.
Manteniendo la puntualidad, Vince Staples se subía el escenario abierto, donde ya se encontraban (tapados) algunos de los instrumentos del set del más anhelado del fin de semana, Gorillaz. Sin ningún instrumentalista, el rapero basó su presentación en cantar arriba de la pista, que para colmo tuvo momentos de mal sonido; prácticamente no hubo visuales en pantalla, un debut bastante modesto, por no decir pobre. Baxter le sacó un gran sonido al escenario cubierto, empilchado de traje blanco y con guapas mujeres de vestido rojo cantando a su lado. Una hora antes nos decía que dudaba que alguien lo conociera en Argentina, y si bien no se escuchaba al público cantar, una buena porción de gente se acercó a verlo. El show se apoyó más que nada en su última placa, Prince of Tears, con un sonido ochentoso. Quien supiera de su padre, Ian Dury —autor del clásico “Sex & Drugs & Rock & Roll”— habrá verificado que la manzana no cayó muy lejos del árbol en este caso.
Let my people go crazy
Antes de que termine Dury la ansiedad se palpaba en el denso aire; el plato fuerte del festival era el próximo y muchísima gente llegaba solo para este acontecimiento. Qué cosa esa heterogeneidad que tienen los festivales, donde los más extremos estaban por segundo día consecutivo (yendo por la jornada doble de 10 horas) y los más conservadores llegaban a las 19 para volverse antes de las 23; así y todo, nunca más entendible que por el primer toque de Gorillaz en nuestro suelo.
El escenario abierto le quedaba chico a lo que se venía y los más retrasados lo veían realmente de muy lejos; este día sí justificaba el gran espacio destinado al VIP, donde el día anterior ni siquiera durante Arcade Fire se llenaba. Si bien el anuncio oficial era 19:45, recién a las 20 horas algunos gritos salieron del lado izquierdo porque se vio a lxs músicxs ingresar por el costado de la construcción; parecía que estaba prohibida la coexistencia de los rayos solares con el conjunto. Se escuchaban tandas de aplausos, chiflidos, gritos, bromas; cada ciertos minutos, la masa avanzaba algunos pasos y se apretujaba todavía más, la espera de 17 años se volvía insoportable. De una buena vez, el héroe de nuestras infancias y adolescencias dio la cara con los brazos en alto y una decena de músicxs salieron tras él para apoyarlo.
El inicio fue como en el resto de la gira, con más intensidad que elegancia de la mano de “M1 A1”, que desestructuró cualquier ápice de orden que existiera en ese campo. Enseguida, sin mediar declaraciones, “Last Living Souls” fue cantada por y para todas y todos. La producción del cuarteto ficticio era fantástica: Damon se paseaba por todo el escenario, ya fuera cantando o tocando, las pantallas mezclaban proyecciones de él, del público y de fragmentos de videoclips del conjunto, que han sido parte de nuestras vidas desde la época en que solo se veían en MTV. ¿El sonido? De puta madre, no había con qué darle.
Como había sido informado, los muchachos de De La Soul acompañaron toda la gira y fueron los primeros en subir (volverían a hacerlo para el final caliente de la noche). El siguiente era un poco cantado y Vince Staples tuvo una segunda oportunidad de agradar al público argentino imponiendo su colaboración del rap “Ascension”, que dota de títulos a esta nota. La que se quedó con las ganas fue Kali Uchis, que no fue invitada a pesar de haber tocado antes puesto que el tema que tiene con Gorillaz no fue parte del setlist. Peven Everett fue un gorilla más conquistando a todos con su participación en “Strobelite”, la perla que nos dejó el nuevo álbum que sacó de gira a este grupo de película.
Adelante de todo se disfrutaba de una camaradería como pocas. Nadie estaba estático, pero ante la caída de cualquiera, la pérdida de algún objeto o la necesidad de atar zapatillas, se abrían círculos de apoyo. Mucho salto, momentos de relax también y unas espectaculares rondas para rapear, organizadas por una mano luminosa. En hombros de su padre, una niña de cuatro años alzaba los brazos disfrazada cual Noodle en “On Melancholy Hill”, con máscara y todo.
The sky’s falling, baby
Mucha energía tuvo “We Got The Power”, tanta que la cantante invitada, Jehnny Beth, se lanzó al público (descalza, no podía darse el lujo de perder esos tacos). El escenario se vació en lo que todos sabíamos que era la pausa antes del triunfal regreso. Lo que no entendíamos es cuánto más se podía dar: el retorno de De La Soul con “Feel Good Inc.” rozó la obscenidad, “Clint Eastwood” causó unos cuantos abrazos y el coro celestial en “Don’t Get Lost in Heaven” desbordó lágrimas de alegría, de tristeza por el final, de emoción, de todo eso y me sigo quedando corto. “Este fue un año hermoso… y ésta es la frutilla del postre” (“This has been an amazing year, and this is the cherry on the cake”) fue todo lo que tuvo que decir Damon para coronar una noche tan irrepetible como emblemática. “Demon Days” hubiera sido lo que en otro recital hubiera acompañado dulcemente la retirada (o la lectura de banderas), pero persona alguna se movió hasta que toda la banda dejara la escena. Eso sí, antes de irse, el bajista Seye bajó a las vallas y volvió para alzar en alto la bandera argentina. El setlist original de esta performance lo encontrás acá.
Como si hubiera sido premeditado, dos minutos después del final empezó la lluvia, luego algunos rayos y por último un viento temerario; mucha gente ya se iba, pero esto le dio prisa. Unos cuantos más planeaban quedarse a lo que restaba, pero cuando los altoparlantes informaron literalmente “no continuaremos con el show, por favor diríjanse a la salida más próxima” no hubo más remedio. Por suerte pertenecí al grupo que encontró refugio sin ser echado y una hora después Los Reyes del Falsete reabrieron con demora lo que faltaba del escenario cubierto, con su rock cristiano para entendidos y un cierre a pura cumbia. Las redes sociales explotaron en quejas al respecto, y los entendemos, pero también entendemos a la producción, que estuvo ante una situación imposible. Algunas salidas (entre ellas el VIP) estaban pegadas al escenario principal, la tormenta era realmente peligrosa y se tomó una decisión; lamentablemente, de permanecer todos en el predio, el escenario indoor hubiera colapsado y la gente hubiera rebalsado afuera intentando guarecerse, pero empatizamos con las almas que fueron aleatoriamente forzadas a abandonar el predio. El final tuvo una aparición épica de Perras On The Beach, en la que invitaron a sus colegas mendocinos de Usted Señálemelo y Luca Bocci, como también a los porteños de Jvlian y al joven rapero Wos, ganador de la Batalla de los Gallos (salvo los Usted, todos subieron a hacer freestyle). Acid Arab cerró la fecha con una performance de mucha calidad; de los miles que habían pisado el predio esa jornada, apenas quedarían doscientos bailando mojados. Adelante de todo —y luego de haber surfeado sobre su público— el camarógrafo enfoca a Simón Poxyran entre la gente, bailando techno y aprovechando la ocasión para hacer muecas. El pibe y sus amigos vivieron el sueño, una vez más (y luego de presenciar Gorillaz) tocaron todos juntos, gustaron y luego bajaron a mezclarse con los más manijas y alzar las manos en alto.
Mientras tanto Diplo, líder de Major Lazer, sigue insultando en secreto al clima y a la producción del festival por el cambio de horario. Desde sus redes sociales, empero, ha tenido el tacto de contestarle a algunos fans desconsolados, prometiendo recompensarlos. El último gran festival del año llegó a su fin y nos deja un millón de anécdotas por contar, pero por hoy esto fue todo ¡felices fiestas!
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Foto principal: Gorillaz, por Matías Altbach.