El pasado sábado 24 de febrero, el Campo de Deportes de Ciudad Universitaria se vistió de fiesta para recibir una nueva edición del Festival Buena Vibra: con una asistencia de 20.000 personas, se consolidó como uno de los más importantes del calendario musical argentino. El evento presentó un lineup que reflejó el crecimiento constante del festival con el paso de los años, a la par de la escena argentina.
Buena Vibra continuó su tradición de ofrecer una variedad de experiencias que deleitaron a los asistentes. Desde la gastronomía y DJs hasta las terrazas, intervenciones artísticas y juegos mantuvieron al público entretenido durante toda la jornada. Con la música como protagonista y un impresionante atardecer como telón de fondo, el festival atrajo a una multitud que quedó completamente inmersa en este inolvidable día.
La jornada comenzó con la dulce y potente voz de Juana Aguirre en el escenario Aperol Spritz. La cantautora argentina cautivó al público con su repertorio de canciones folktrónicas, llenas de sensibilidad y poesía. Luego, el escenario Buena Vibra se encendió con el calor de Fonso, artista argentino que se convirtió en uno de los reivindicadores del rock nacional con su disco Día del trabajador (2023). Uno de los momentos más especiales del show fue cuando El Príncipe Idiota subió al escenario para cantar juntos “Motín”, una de las canciones allí incluidas.
Clara Cava, acompañada por Kastiello en la guitarra y El Dogui en los teclados, resplandeció el escenario Aperol Spritz con su estilo contagioso. Canciones como “Te dejé una carta”, “Protagonista” y “Precipicio”, hicieron que el público se entregara a la música y disfrutara de una fusión de pop, trap y soul. Al otro extremo del predio, Paula Trama y compañía se adueñaron del escenario Buena Vibra presentando una mezcla cautivadora de temas de su más reciente disco, Nadie duerma (2023). Con atuendos platinados, Los Besos demostraron su habilidad para crear un mantra sensorial, donde la música se convierte en una forma de expresión y conexión sentimental.
Desde el primer compás, Vinocio empujó a la audiencia a un viaje sonoro lleno de colores y texturas. Temas como “Viernes” y “Campo” resonaron en el aire, inundando el espacio con el virtuosismo y suavidad característicos del neo-soul. El mashup entre “Gangsta” y “Monykah” agregó un toque de innovación, mientras que los más recientes lanzamientos de la banda -“Horizonte” y “Don Blackman- flecharon con su profundidad y frescura. Luego, con una delicadeza arrolladora, Mi Amigo Invencible ofreció versiones únicas de sus temas, destacando especialmente la interpretación de “Fósil”, “Suavemente entusiasmado” y “Desayuno continental”. Obviamente no podía faltar “Máquina del tiempo”, tema que desató la euforia y la emoción entre los asistentes, transportándolos a través de los recuerdos compartidos.
En vivo, Gauchito Club se transformó en una verdadera fiesta. La banda desplegó una energía adictiva que invitó al público a bailar y cantar desde el primer minuto. Su show fue vibrante y multicolor, con una mezcla explosiva de ritmos tropicales, rock, pop y reggae. Las voces de Gabriel y Sasha Nazar se complementan a la perfección, creando una atmósfera envolvente y festiva. La banda se caracteriza por su gran precisión y su entrega total en el escenario. Los vientos, la percusión y la guitarra eléctrica aportan un sonido potente y bailable que hace imposible quedarse quieto.
Más tarde, el escenario Buena Vibra recibía uno de los shows más esperados. Marilina Bertoldi irrumpió como una fuerza imparable. Con un inicio impactante y lleno de intensidad -fue llevada a rastras hasta el micrófono-, la talentosa artista sorprendió al público con un dúo set experimental y electrizante, acompañada por Edu Giardina en la batería. En esta inusual presentación, Marilina exploró nuevas dimensiones de sus canciones, mostrando su versatilidad en este formato íntimo y dejando en claro quién es la jefa del rock nacional.
Los rumores sobre la explosividad de Nafta en vivo circulaban por el festival como pólvora, y la atmósfera vibraba con anticipación. Finalmente, las luces se apagaron y un rugido ensordecedor aclamó la aparición de la banda. Magamo, con su voz poderosa y carismática, tomó el control del escenario Aperol Spritz mientras los demás integrantes de Nafta le dieron vida al ritual neo-soul.
A lo largo de su set, Usted Señalemelo recorrió con fervor los temas de sus tres álbumes, manteniendo siempre una intensidad implacable que mantenía cautiva a la audiencia en todo momento. Juan Saieg se adueñó del escenario con su voz apasionada. “Cocó” Orozco brilló con sus riffs y solos electrizantes. Lucca Beguerie Petrich mantuvo una base rítmica sólida e impecable que impulsó a la banda durante todo el show. El público cantó, bailó y saltó al ritmo de la banda mendocina, hasta que el clímax llegó con una versión rockera de “Agua marfil”.
Los primeros acordes de “30 años” abrieron las puertas al turno de Conociendo Rusia. El público coreó al unísono el pegadizo estribillo, poseído por el aura de la banda. Conociendo Rusia alternó momentos de pogo con baladas íntimas y emotivas. La agrupación liderada por Mateo Sujatovich cerró su participación en el Festival Buena Vibra con “Cabildo y Juramento”, “Loco en el desierto” y “Quiero que me llames”. Un final reluciente que dejó al público con una enorme sensación de satisfacción.
Las estrellas brillaban cuando El Mató a un Policía Motorizado irrumpió en el escenario, convirtiéndose en un epicentro del festival. La banda cautivó al público con su sonido auténtico, una mezcla de nostalgia y adrenalina que se reflejó en un setlist que recorrió sus mejores canciones. Desde el entrañable comienzo con “El magnetismo” hasta la emotiva interpretación de “La noche eterna”, la banda platense hipnotizó a la audiencia con un vendaval sónico lleno de altibajos afectivos. Los momentos memorables no faltaron, con “Más o menos bien” y “Chica de oro” como estandartes de un show que demostró por qué El Mató es una de las bandas más importantes del rock argentino.
El Kuelgue fue una verdadera fiesta. Una dosis de humor y sensibilidad a flor de piel que convierte cada presentación en una vivencia festiva y teatral. Sin embargo, también hubo momentos de profunda emotividad, especialmente con la participación especial de Zoe Gottuso en “Carta para no llorar”. La interacción constante de Julián Kartun con el público y la espontaneidad de la banda completan una propuesta artística que va mucho más allá de lo musical.
El gran final del festival estuvo a cargo de Peces Raros. Con ellos no se trata solo de ir a escuchar el repertorio, sino de entrar en un código donde la cultura del rock se funde con la raver en pos de irradiar un halo envolvente y trepidante. Sobre el escenario, Lucio y Marco son sombras que se pierden en el resplandor de la maquinaria que enriquece sus shows, donde el baile es indispensable para afrontar el trance de luces intermitentes y sonidos electrizantes que nos empujan hacia otra dimensión.
El Festival Buena Vibra fue una noche para recordar. Cada canción nos transportó a un mundo de alegría y conexión, creando momentos mágicos que perdurarán en nuestra memoria. El encuentro con amigos, la diversión y el disfrute forman parte de la filosofía de Aperol Spritz, el cóctel que mejor maridó con esa tarde en Ciudad Universitaria.