El Festival Cuero es un festival diferente a muchos otros festivales por la filosofía que lo atañe. Te invita a acampar en el predio, combina la música en vivo con muchas otras disciplinas y le permite a la gente conocerse entre sí. La música no siempre tiene que ser solo música, sino implica a todos los sentimientos que la construyen, y Cuero propone celebrarlo con amistad.
Con un día radiante, gente de todas partes se trasladaron a las afueras de Sierra de los Padres a disfrutar de una nueva edición del festival. La edición 2019 sería la más grande de todas, con un line up de nombres importantes y Los Espíritus como el plato fuerte. Decenas de artistas pasaron por el escenario mientras la gente llegaba y se acomodaba para pasar el día.
Los géneros musicales ya no son sinónimo de nichos y un festival como éste lo celebra como la victoria que refiere. Las bandas podían compartir sus canciones para un público abierto a lo que se le presente, y abundaban las intenciones de distraerse y olvidarse de los problemas de la ciudad por el tiempo que sea suficiente.
La grilla empezó temprano con De Queruza, Kuripana Casapalma y Céres. Luego siguió con la ciencia ficción de Escuadrón Plush Combativo y el rap combativo de Femigangsta. Se trató de un festival que de verdad tenía de todo, desde los números de stand up de la Señorita Bimbo y Noelia, que pusieron en carcajadas y reflexiones a bastantes. Con números divertidos que iban desde lo sexual a lo político en un eterno deseo de libertad social en amplios sentidos. Tras ellas finalizar, se apareció Ca7riel, primero con un pasamontañas a anunciar su prueba de sonido. Pero si algo tiene de particular el rapero son sus ganas de no pasar desapercibido e hizo de su segundo menos cero un número más de su show. Todavía estaba atardeciendo y ya empezó a ponerse caliente el piso. Ca7riel se presentó con su banda y su fiel compañero Paco Amoroso, que entre bailes y una lírica frenética lograron enloquecer al público.
Cuando ya se puso oscuro sucedió uno de los momentos más emotivos del festival. La participación del grupo de las Abuelas de Plaza de Mayo tuvo un intercambio de lágrimas y aplausos con la gente. Habiendo cambiado de temperatura, los encargados de volver a subirla fueron los Yataians con lo más imparable del reggae nacional. Su groove dejó a la gente expectante y alerta para recibir con las manos bien abiertas a las Ibiza Pareo. Electropop bien movedizo y galopante por parte de la dupla conformada por Ani Castodi y Marina La Grasta.
Mientras mucha gente aprovechaba para hacer la fila de alimentos y bebidas, debajo del escenario, entre el público, comenzaba a gestarse algo otra vez. Y era la intervención del grupo teatral Campo, que a puro blanco como vestían, le metieron color de sobra y un nuevo frenesí. Siguió una de las bandas más esperadas, Un Planeta, con sus canciones nocturnas con una brisa que atrapa armonías del indie y el jazz hasta un poco de house y destellos del trap y hip hop. Un Planeta hace de la melancolía una caída apacible para quedarse levitando.
Villa Diamante hizo su primer número y deleitó a la gente con un par de remixes de géneros poco habituales para la electrónica pero con un resultado explosivo. Su set comenzó con “Chica rutera” y se despidió con “Fuego” de El Mató. Luego vinieron Los Espíritus a toda marea y pusieron en estado de trance con sus melodías percusivas, sus guitarras puntiagudas y su lírica que imprime postales de barrio. Los Espíritus se ha vuelto en una de las bandas más aclamadas de la escena, y ya sea en el Malvinas Argentinas o en Sierra de los Padres, garantizan un show siempre enérgico que combina el rock, el blues y la psicodelia; con climas que atraviesan temperaturas y culturas.
Tras el cierre de Los Espíritus, el público tenía tres opciones para encarar: un fogón, una fiesta sigilosa o irse a descansar para aprovechar desde temprano la segunda jornada del festival. En el fogón, una llama gigante alumbraba a la juventud que buscaban calor, mientras sonaban canciones en una guitarra que pasaba de mano en mano y de una gama variada que iba desde Radiohead a Mi Amigo Invencible. Si se alejaba un poco de la luz del fuego, se entraba al otro juego de luces que era ver desde lejos cómo montones de lucecitas, como si fueran luciérnagas, titilaban en la oscuridad. Al acercarse se podían persuadir los pasos y las voces de la gente que estaba sumergida en la oscuridad de la fiesta electrónica con auriculares. Con tres opciones distintas de DJs, entre rojo, azul y verde, la gente podía elegir la música que quería.
Al día siguiente se vivió una mañana de recreación, quienes habían quedado de campamento disfrutaron la pileta con los primeros rayos del sol. Bajo la sombra de unos árboles se dio una charla de cultivo canábico y después del almorzar el escenario se activó otra vez. Primero Chila, luego Franca y Ex-Colorado. Después fue el turno de Gutiérrez y después el número de Los Blablá con su comedia y locura. El festival ya estaba cerrando y se generó una buena alternativa para variar, que fue música en dos escenarios: en uno Kaleema y en el laberinto que había en el predio, Villa Diamante de nuevo. La gente mientras deambulaba por el festival podía tener auriculares que elegían la sintonía del escenario que querían escuchar.
Para finalizar, Emisario Submarino y Pérez dieron el broche final de uno de los festivales veraniegos más importantes del año, y que edición a edición irá aumentando su propuesta y su número de concurrentes. Todo lo que entrega el Festival Cuero es mucho más que lo que ofrece un festival común y corriente. Uno está alejado de todo, hasta incluso de grandes marcas y fuerzas de seguridad. Es el festival alternativo que corre más riegos en cuanto a su concepto, ya que busca reunir en una jornada intensa de emociones, y que el público se lleve un vínculo humano a sus casas y un abrazo afectivo de parte de toda la escena.
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Foto principal: Pablo Mekler.