Una vez más, el Jockey Club de Córdoba fue el escenario ideal para el festival más importante del indie argentino: La Nueva Generación. La amplitud del campo, su enorme espacio que permite la instalación de dos escenarios grandes pegados y uno más pequeño a un costado, los food trucks, el sector de merchandising, la U de skate y los espacios de arte en vivo, sumado a la arquitectura del club que, aunque este año haya quedado más lejana, estaba presente de todos modos, lo vuelven un lugar icónico para el festival.
Desde temprano, el público se acercó al enorme predio cordobés para ver de cerca a algunos de los músicos más relevantes de la escena independiente nacional. Por cuarto año consecutivo, y cada vez con mayor asistencia y repercusión, La Nueva Generación se establece como el festival independiente más importante y federal del país. No solo en el público -garantía que ofrece Córdoba, que acorta las distancias en el interior- sino también en el lineup: Sunchales (Marilina Bertoldi), Mendoza (Perras On the Beach), Rosario (Indios), Trelew (Sara Hebe), Mar del Plata (Morbo y Mambo), La Plata (Un Planeta) y, por supuesto, Córdoba (Juan Ingaramo, Francisca y Les Exploradores, Telescopios, Hipnótica, Salvapantallas) dijeron presente en el festival.
La fiesta comenzó con Chita, que a base de un r&b suave y cálido y una banda en vivo de primer nivel, llamó la atención de la primera oleada de público masivo. La tarde era perfecta, de sol brillante y calor primaveral, y los artistas que siguieron no solo acompañaron el clima festivo de La Nueva Generación sino que lo potenciaron. Empezando por Ca7riel en uno de los escenarios principales, que con sus rimas combativas y su presencia escénica magnética descolocó a los presentes, y siguiendo por Morbo y Mambo, Sara Hebe, Valdés e Indios, la expectativa y la energía del festival subió mientras el sol empezaba a esconderse y el público crecía.
En el escenario Club Paraguay, el calor también logró mantenerse entre el público y el aire con los shows de Un Planeta y su descendencia del pop platense inaugurado por Virus, la tradición cancionera en ascenso de Conociendo Rusia, la psicodelia cada vez más latina de Telescopios y las canciones pop suaves de Salvapantallas e Hipnótica.
Con la caída de la tarde comenzaron los platos fuertes del festival. Francisca y Les Exploradores brindó un show impecable e intercaló un pequeño fragmento de “Más o menos bien”, ese himno generacional creado por El Mató, los padres de todo esto. Siguió Emmanuel Horvilleur, el referente a quien muchos de los músicos contemporáneos admiraron durante sus adolescencias y con el que hoy comparten escenario. La nueva ola del cancionero popular tuvo como representantes a El Kuelgue y la potencia e inspiración femenina de Marilina Bertoldi, y otro momento clave llegó con la transformación trap del pop nacional de Juan Ingaramo y Lo’ Pibitos.
Una mención especial para el visitante de lujo: Erlend Øye. El gurú noruego del indie sensible se paseó toda la tarde por el predio, escuchando las bandas, charlando y sacándose fotos con la gente -algo común en él desde su primer visita con Kings of Convenience en 2011 y en el Music Wins 2014-, para luego subirse al escenario y brindar un show acústico de una intimidad privilegiada y una calidez única. El momento más alto: “Intentions”, uno de los hits de su proyecto The Whitest Boy Alive.
Las tres propuestas más potentes del festival se presentaron entrada la noche: Nathy Peluso, Los Espíritus y Louta. Tal vez por el fervor caliente que genera la distancia, sumado a su carisma, su talento y su irreverencia, Nathy Peluso marcó la diferencia. Pocas veces en el indie de nuestras tierras se ha visto una artista que creara una conexión con el público como ella. Desde el minuto cero hasta el final, el enardecimiento de la gente aportó un nuevo nivel de emotividad a La Nueva Generación. Nathy inspira coraje y empoderamiento mientras rapea con aires de salsa y tango, con una articulación entre frases indomable, difícil de igualar.
Al final de la noche, Los Espíritus y Louta dieron los shows sólidos y atrapantes que los caracteriza, cada uno desde su estilo particular. La banda de Prietto conmueve y moviliza desde su potencia rítmica, sus guitarras y la poesía más barrial del actual indie, sus historias de bares, desamparados y soledades. Por su parte, Louta entregó una performance que, como una serie de Netflix, funciona como una suerte de cálculo puesto al servicio de la emotividad.
Si las cosas se hacen bien, La Nueva Generación pasará a la posteridad. Aunque cada vez creamos menos en los mitos y la inmediatez se vuelva cada vez más efímera, aunque las narrativas se hayan fragmentado y atomizado, todavía existen hitos que se anclan en la vida de las personas. Es ahí, y no en los grandes medios ni en los grandes discursos, donde se construye la historia. En un festival independiente, verdaderamente independiente, que se profesionaliza año a año y se convierte en el epicentro nacional de una cultura joven alternativa. En un contexto económico local y global adverso por donde se lo mire, esto atenta contra “lo normal”. Y es en esa acción que comienza la historia.
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Foto principal: Juan Curto.