En la noche del jueves 5 de julio, la avenida Federico Lacroze helaba a sus transeúntes. A unas cuadras de las vías del tren, La Confitería abría sus puertas con discreción, al mejor estilo de la escena underground. Una vez adentro, la escalera principal era lo último que deparaba a los espectadores del evento principal. Escalón tras escalón se anticipaban las vibraciones celestiales del mar abierto recreado por la telonera, Maqui.
Una vez arribados a la escena, los paneles de luces que acompañaban a la artista simulaban un arribo alienígena pacífico. Atónitos, los espectadores aguardaban con admiración y con birra que enfriaba sus palmas justo antes de aplaudir. Es el final de Maqui y el inicio de Gordon Raphael.
De repente, la oscura sala de aquél templo cultural de Colegiales humeaba entre luces de neón. A la derecha se anexaba a la tarima principal un cuadrilátero sospechoso. Ya posaban sobre el escenario las guitarras, la batería, un sintetizador y el último de los instrumentos de nuestra generación, una Macbook Pro; el evento principal tenía listos sus preparativos.
Una vez el público se aglutinaba para el show principal, The Wild Cards cruzaban la oscuridad de los bastidores y tomaban sus instrumentos entre aplausos y alabanzas. Al frente, con una Telecaster en mano, la legendaria batuta indie de la industria, Gordon Raphael.
Un saludo amigable a todos los presentes del recinto y ya sonaba “View from Blue”. El riff agudo y mugroso de la guitarra perforaba con valentía, pero algunos problemas técnicos complicaron el sonido del vocalista. Siguió “SWDWSWT” con un ritmo viboresco que se deslizaba hasta el estribillo. Un interludio para cabecear al ritmo del wa-wa de un acelerado rasgueo funky sostenido por el high hat. Sin embargo, las peripecias técnicas subsistieron y una vez terminado el tema, un “MIChael-CHECKson” fue la prueba de sonido que traería la satisfacción del vocalista para continuar.
Mientras se daba inicio al revivir de un rock alternativo y grunge-esco, aquél anexo mencionado anteriormente era ahora el ring en el que Victoria de Venus realizaban un performance con ajetreo frenético y desaforado. Poseída por la música realizaba un baile exorcizante mientras debajo de ella entre témpera, escarcha y demás cachivaches, tomaba forma un cuadro artístico.
Siguió “It’s So Sleepy In this Noisy Chair”, que emulaba los sonidos más roñosos del grunge noventero mezclado con búsquedas synth contemporáneas; como si Alice in Chains hubiese indagado con algún sintetizador midi. Por supuesto, que el tema del álbum habría de tener su propia presentación. Una vez introducido, ya se emparejaban el abrir y cerrar del high-hat con el bajo agitador al sonar “Sleep On the Radio”.
Entre halagos a su banda Argentina, ya se arrimaba por allí “Never Shoulda Started”, con el hipnótico teclado y el inicio de una ceremonia endemoniada que giraba hacia un obscuro sonido de experimentación setentera. Pero Gordon sentía el frívolo viento de afuera e invocó el “tema de fogón”. Un tema que se inició con la calidez de un unplugged, sin ser una versión acústica se cantó como un grunge sin la distorsión y cerró con una batería explosiva.
Acercados al final de la presentación siguió “Superstrong”, con un rock más bien clásico y punteos pentatónicos succionados por la ola del wa-wa para darle un condimento sesentero. Entre versos gratificantes sobre la confianza y la duda como raíz de la incertidumbre The Wild Cards ya soltaban sus instrumentos. Una vez bajados de la tarima, el público, como era de esperarse, solicitó una más y prometió no joder más. El show cerraría con “I Said”.
La visita de Gordon Raphael solo puede ser una buena señal. El interés del solista en el país se debe a su fascinación por encontrar espacios vivos en otras partes del mundo en donde la esencia del rock siga viva y Argentina parece no defraudar. El álbum Sleep on the Radio, así presentado, guiña a las propuestas locales para hacerse oír.
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Foto principal: May Martini.