Freno la bicicleta en Superí y Avenida de los Incas camino a la facultad. Musicalizo el invierno europeo con los nuevos adelantos de una banda que me gusta. En un recital de la misma banda veo inmediatamente atrás mío una ex pareja mientras el cantante parece estar hablándome con una canción perfectamente acorde.
Por supuesto, el factor común a esos momentos es uno solo (creo) y tiene nombre: Jvlian. Mi camino con ellos comenzó en la casa de Fran, amigo sommelier del groove y rey del sonido en vivo, que me mostró el primer disco cuando ya tenía su tiempo rodando y la banda cargaba un número importante de presentaciones a sus espaldas. El tiempo siguiente fue de un consumo obsesivo de dicho álbum, de manera que cuando en marzo de este año apareció el nuevo disco nuestras expectativas eran elevadas.
La presentación formal fue un show al borde del cortocircuito, como vivir en este país en los últimos varios meses. Ingresamos a la sala mientras nos damos cuenta que nos perdimos los primeros segundos de “No hay foto de lo que hicimos hoy”, track apertura de Crisis, segundo y último disco del quinteto. Cuando finalmente nos acomodamos entre el público, puedo apoyar la vista en el escenario y ver cómo una nube de cables se reposa sobre las cabezas de cinco músicos uniformados símil La naranja mecánica pulcramente entre blanco y negro, con la palabra “crisis” repitiéndose en cada espacio posible (cortesía del tecladista y cantante Julián Tello), incrementando así un poco más la oscuridad generalizada.
Ya mucho hemos analizado y hablado sobre la salida de dicho álbum pero ahora había llegado el momento de darle su tiempo, espacio y desarrollo sobre un escenario. Es así que la previsible idea de tocar el disco de principio a fin se vio descartada en los primeros minutos, cuando el abrupto inicio de “Lobogamia” comenzó a sonar seguida de “Tu divino error” (perteneciente al debut de 2014), sumergiendo a la audiencia en un estado de excitación y expectación que después del tercer tema solo seguiría en aumento. En este sentido, también demostraron su autosuficiencia limitando el número de invitados a lo largo del repertorio: el único elegido fue Simón Poxyran para interpretar “Droga” (segundo corte de Crisis) en la primera parte del recital.
La mitad del show fue un despliegue de versatilidad en lo que la banda denominó como “Medley”, compuesto por reversiones de temas de Jvlian (2014), entre ellos “El viaje del escorpión”, “Timmy”, “La rana” y “Estreno y despido”, seguido inmediatamente por “Desintegrador”, con Ignacio Martín (bajo y voces) como protagonista. Para ese entonces eran inevitables las miradas cómplices con el mismo Fran que hace más de dos años me mostró esos temas por primera vez y hoy estaba al lado mío. Ya promediando la segunda parte y habiendo pasado por la faceta beat set en la que Joni Chacón (baterista) toma las riendas a través de un octapad (y un talento merecedor de párrafo aparte), para que luego Julián Larquier Tellarini (sintetizador y voz) aproveche el impasse entre tema y tema para anunciar que el tecladista del grupo, Pablo Anglade, dejaría el grupo por una mudanza (¿temporal?) a Japón, balanceando el ecléctico ritmo del show con una dosis de emotividad.
La parte final deja a todes prendides fuego, dividiendo los últimos minutos entre el malviaje de “Tétrico”, el grito descarnado y autotuneado de “Tam-bien” y el relato de post-amor millenial de “Color ceniza”. Así, una vez más, Jvlian demostró su altísimo nivel donde carisma, performance y puesta en escena (vestuario por Kostume y GRI3CO, la ya mencionada instalación de cables, luces por Lucas Nievas e Iván Pierotti y sonido por Santiago Compiano) conviven sinérgicamente en pos de hacer evidente la crisis, no sin antes darnos más de una hora de alegría.
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Foto principal: Agus Luna Castro.