26 de febrero de 1979, tres de la tarde en algún lugar de Notting Hill. Jeremy “Jaz” Coleman y “Big Paul” Ferguson, jovencísimos ambos, llevan a cabo un ritual para atraer a otros dos integrantes, y así completar la formación de su flamante banda; pero por alguna misteriosa razón, la cosa se torna muy intensa y el departamento termina prendiéndose fuego. Así, exactamente, es como nace Killing Joke; porque si hay algo que está lejos de caracterizar a la enigmática agrupación inglesa, es el artificio. Lo suyo es tan real como el mismísimo Coleman sacando de su chaqueta un pedazo de hígado crudo y estampándolo sin clemencia en la recepción de la revista Melody Maker, en respuesta a un periodista que se había burlado de él en una publicación. Y por si no era suficiente, completó la escena arrojando un puñado de gusanos. Así de visceral, apabullante y seria es la cosa con Killing Joke, y sobre todo con este mestizo profeta oriundo de Cheltenham que afirma ser la reencarnación de Aleister Crowley, y que a fuerza de un apasionamiento implacable mezclado con otro tanto de extravagancia, comanda la nave de la broma asesina desde hace ya cuatro décadas. Para celebrar esa larga trayectoria, los integrantes de aquella primera formación se embarcaron a comienzos de septiembre en el Laugh At Your Peril Tour, una extensa gira que afortunadamente incluyó paradas en Brasil, Argentina, Chile y Perú. Así es como el 24 de septiembre esta leyenda viva del rock y el misticismo pisó por primera vez suelo porteño. Qué esperar, era la pregunta entonces, ante semejante debut.
La camaleónica agrupación goza de un espíritu punk muy saludable, aun con 15 discos de estudio a cuestas; y aunque en sus comienzos la prensa mainstream de la época no terminara de entenderlos, estos caballeros de la noche han contribuido a la evolución de los diversos estilos que abrazaron a lo largo de los años, y terminaron por sentar las bases de futuros géneros musicales como el metal industrial. Su vasto legado ha inspirado a bandas que van dese Nirvana, Soundgarden, Rammstein y Nine Inch Nails, hasta My Bloody Valentine y LCD Soundsystem.
Pero al interrogante inicial se suma otra pieza clave: el ocultismo. Elemento imprescindible para capturar (si es que es posible hacerlo) la verdadera esencia de Killing Joke. ¿Cómo prepararse para un encuentro cercano con estos cuatro tipos, que entre otras tantas -y muy bizarras- anécdotas, aseguran haber trascendido el espacio-tiempo en forma colectiva, mediante la utilización de técnicas chamánicas durante un show? El gran Carl Jung tiene una pista: nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, si no haciendo consciente su oscuridad.
Pasadas las 9 de la noche, el salón repleto del Roxy se tiñó de rojo profundo, y comenzó a sonar de fondo la inquietante “Masked Ball”, aquel track inspirado en un canto fúnebre romano que Stanley Kubrick usó para musicalizar una perturbadora escena de su obra póstuma, Eyes Wide Shut. De ese modo, los británicos se encargaron de dejar muy claro que el ritual había comenzado.
No es casual que hayan decidido abrir la noche con “Love Like Blood”, el mayor éxito y el primero de su carrera. Incluido en Night Time (1985), álbum que los encontró coqueteando con la new wave al tiempo que marcó la etapa más melódica y “accesible” de la banda, el hitazo en cuestión fue un shock estimulante que puso a arengar al público, y lo preparó para recibir a un Jaz Coleman que a sus 58 años, todavía sigue dando cátedra de cómo hipnotizar a una audiencia con su performance expresionista. Como salido del Gabinete del Dr. Caligari, este chamán del post-punk camuflado bajo un look de sacerdote cool que parecía cargar con todo el peso del mundo en cada gesto, enseguida decidió mostrar su costado más amable, y lo hizo presentando al cuarteto que lo acompañaba sobre el escenario. Luego de agradecer efusivamente a la concurrencia, introdujo a la cofradía en su versión 2018: el bajista y reconocido productor Martin “Youth” Glover, el infernal “Big Paul” Ferguson en batería, y para consumar aquella legendaria formación con la que supieron conquistar a John Peel allá por el ’79, ahí estaba el violero Kevin “Geordie” Walker, a quien el mismísimo Jimmy Page rinde pleitesía. Todo dicho. Como frutilla del postre, Reza Udhin al mando de los teclados completó un combo demoledor que impregnó de ferocidad hasta el gesto más pop de la banda.
Difícil decir cuál fue el punto más alto del show, ya que todas y cada una de las 19 canciones que integraron el celebratorio setlist sonaron como un tren estrellándose a toda velocidad. Pero cabe destacar la aguerrida “Eighties”, ese furioso retrato de la era Thatcher-Reagan que desataría la polémica con Nirvana tras convertirse en algo más que una inspiración para “Come As You Are”; o la salvaje “New Cold War”, de su más reciente disco Pylon (2015). “El mundo siempre vuelve al mismo estado que cuando comenzamos el grupo”, sentenció Jaz; “hay una nueva guerra fría, y ahora que ustedes están en deuda, les van a quitar toda su riqueza. Eso es lo que quieren”. Un puñetazo de realidad, pero ante todo un grito de resistencia. Otro aspecto del manifiesto Killing Joke que sigue intacto.
“Déjenme decirlo una vez más: América es el brazo del nuevo orden mundial; ¡pero el nuevo orden mundial no está funcionando!”, dijo antes de la imprescindible “Requiem”, y si existió un momento de profundo éxtasis que trascendiera las barreras del el espacio-tiempo, sin duda fue durante este himno. El hecho de que Coleman lo haya interpretado un tono por debajo del original, hizo que esta versión sonara aún más penetrante y oscura que la incluida en su álbum debut. De esta placa homónima editada en 1980, toda una obra maestra del post-punk con destellos de funk tribal y heavy metal que alcanzó el status de culto por su carácter vanguardista, sonaron también el instrumental “Bloodsport”, “Wardance” y “S.O.36” (que llegaron para los bises), y tampoco podía faltar la épica “The Wait”, aquella que versionaría Metallica en el ’87.
Luego de dedicarle “Loose Cannon” a su héroe Simón Bolívar, rugirle al apocalipsis con “Asteroid” y hacer que el público le aúlle a la luna al unísono antes de “Psycche”, Tío Jaz volvió a agradecer por enésima vez a sus fieles, y a sus compañeros de ruta: “ningún otro ser humano ha sido tan buena influencia en mi vida como estos tres tipos; son los mejores hombres, y acá estamos, 40 años después, para probarlo”, dijo, y para terminar agregó: “Amo Killing Joke, amo que ustedes nos apoyen, y amo esta vida”. Vaya si se nota todo eso. Acto seguido, “The Death And Resurrection Show” sintonizó el estruendo de la tierra abriéndose, al igual que lo hizo ese cierre monumental con “Pandemonium”; primer track del álbum homónimo de 1994 que le concedió a Coleman el capricho de grabar voces dentro de la Cámara del Rey, en la Gran Pirámide de Guiza. La catarsis sonora derivó en un estado sublime de purificación colectiva que incluyó varios fans entre lágrimas, y no era para menos. Si de eso se trata el infierno, hay que decir que esa noche estuvo encantador; y también, que al menos una parte del enigma Killing Joke ha sido finalmente descifrada: lo que sucede al invocar a todos los demonios juntos, es que éstos se transforman en ángeles.
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Foto principal: Marianarchy Deadbilly, gentileza de Revista The 13th.