“Esto no es un pañuelo, es un símbolo”, contestó Lee Ranaldo cuando una voz masculina proveniente del público elogió aquel color verde anudado al pie de su micrófono; “un símbolo de lo que está bien”, concluyó, y se despachó con una poderosa versión de “Purloined”. Es que no hay nada más anti-Ranaldo que el conservadurismo; mientras que otros artistas terminan inclinándose hacia el lado más reaccionario de la balanza, a este trovador curtido en la Nueva York salvaje de los ’80, el paso del tiempo no le ha desgastado sus convicciones. Lo cierto, en realidad, es que no le ha desgastado nada. La nostalgia tampoco es algo que le siente bien; por lo que quizás sea momento de despegarle un poco la etiqueta de “ex Sonic Youth” y anclarlo más al presente; no por restarle importancia al legado, sino porque cuando dice que en su vida cotidiana no extraña nada de aquellas épocas, hay que tomarlo muy en serio. Sin ir más lejos, a sus 61 años editó el disco más arriesgado de su carrera solista.
“Quedate con quien te mire como Raül Refree mira a Ranaldo”, debería rezar algún meme, y lo mismo habrán pensado quienes estuvieron la noche del 26 de agosto en Club Lucille; porque si la química entre el neoyorquino y el productor y músico catalán ya se respiraba en aquel documental dirigido por Fred Riedel, que supo espiar con ojo cinematográfico el proceso de grabación del flamante Electric Trim, en vivo la experiencia se potencia. Además de la expectativa por ver a semejante dupla en acción, también se había generado cierta intriga en torno a cómo esta nueva formación trasladaría al vivo un álbum que fue concebido con el estudio de grabación como principal herramienta; y resultó que escapándole al formato tradicional, el Electrim Trim Trío se las ingenió para respetar el espíritu de las canciones sin atarse a una fórmula, al tiempo que dio rienda suelta a su destreza experimental. Esa fue la premisa que reinó desde el comienzo con “Moroccan Mountains”, un collage a base de psicodelia, drone y pasajes de spoken-word que puso en trance hasta al mismo Ranaldo, quien se fusionó con el despliegue mántrico en su clásico gesto –clásico es sólo un decir- de frotar un arco de violín sobre las cuerdas de su guitarra acústica.
Si bien el show estaba programado para realizarse en Niceto Club, tuvo que ser trasladado a último momento por razones de fuerza mayor; pero adaptarse a un espacio más reducido no representó problema alguno para Lee, quien prefiere la interacción con el público a los conciertos masivos, tal como manifestó en varias oportunidades. El cambio no sólo favoreció sus ánimos (hasta aprovechó un intervalo entre tema y tema para bromear al respecto), sino también los de la propuesta sonora, que encontró en Lucille el venue ideal para potenciar las cualidades de Electric Trim: la naturaleza caleidoscópica de sus canciones, y esa fluidez envidiable para viajar de lo intimista a lo apoteósico sin dejar nada a medio camino.
Como un Neil Young poseído por el fantasma barroco de Brian Wilson, el capitán Lee comandó su propia nave desplegando un setlist que giró exclusivamente en torno a su último álbum; pero aunque se lo vio muy cómodo en su rol, el espíritu colaborativo con el que fue concebido el disco se hizo notar también sobre el escenario; y fue en esa flexibilidad donde el trío encontró su propia dinámica, embarcándose en una nueva lectura de las canciones, salpicada por la improvisación y sendos pasajes instrumentales. En ese tren, “Circular” y “New Thing” ganaron terreno noise conservando su mística pop intacta, y si bien se echó de menos “Last Looks” por ser el corazón de Electric Trim, el faltazo puede perdonársele, sobre todo después de la atmósfera alcanzada con la épica “Uncle Skeleton”, que no hubiera desentonado en el soundtrack de un spaghetti western a la Morricone. Aunque en vez de duelo al sol, lo que hubo fue pura camaradería, ya que durante toda la velada Ranaldo dejó espacio para que sus colegas se lucieran, y eso hicieron; tanto un apasionado Refree en guitarra eléctrica y sintetizadores, como un preciso Booker Stardrum al mando de la batería y la percusión.
El cierre llegó con la contestataria “Thrown Over the Wall”, arrastrando una densa nube de caos controlado mientras otra voz masculina arengaba desde el público al grito de “¡abajo el capitalismo!”, y por si a alguien le quedaba alguna duda, Ranaldo volvió a probar que aún sin el aura de la juventud sónica, es capaz de forjar los más gloriosos paisajes sonoros.
Si bien habrá que esperar un poco más para escuchar algo de su nuevo material, que ya está en proceso de grabación, es evidente que para este juglar de corazón neoyorquino -pero también un poquito porteño-, Electric Trim marcó un antes y un después en su derrotero creativo. En ese sentido, haber tenido finalmente la chance de disfrutar dicho álbum en vivo, interpretado casi en su totalidad y en un formato capaz de recrear semejante riqueza sonora, es sin duda un lujo; sobre todo porque ahora, nobleza obliga, su espíritu entusiasta lo impulsa a explorar nuevos rumbos musicales. “Nunca hay que dejar de experimentar”, también dijo el buen Lee; y una vez más, hay que tomarlo muy en serio.
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Foto principal: Dana Ogar.