Era el mediodía del sábado y, luego de la intensa jornada del día anterior, los fans comenzaban a reaparecer por el predio de San Isidro. Cien mil personas habían pasado por los distintos escenarios aquel viernes y otro tanto regresaba luego de los agitados cierres que dieron Metallica y The Chainsmokers. Muchos habían sufrido el caótico regreso a casa: por un lado, el transporte oficial (“LollaBus”, que se dispuso para ir y volver del festival) dio un servicio deplorable, por el que la empresa Fanzone ya está ofreciendo un reembolso. El tránsito, además, congestionó las avenidas Márquez y Santa Fe, ocasionando demoras de muchísimo tiempo. Lo positivo estuvo en la extensión del horario de los trenes, que funcionaron hasta las dos y media de la mañana con vagones llenos; el resultado de un reclamo que los fans venían haciendo desde hace mucho tiempo, que incluyó hasta una juntada de firmas.
Las energías pudieron reponerse pronto y así se sintió cuando los Usted Señálemelo salieron a escena para dar comienzo al segundo día. “¿Dónde está Mendoza?”, exclamó el vocalista Juan Saieg, y la ruidosa respuesta de la audiencia dejó en claro que los chicos tienen seguidores a donde sea que vayan. Sorprendía, de hecho, la cantidad de gente que se había aglutinado en un horario tan temprano. Su rabioso set incluyó adelantos de su segundo disco, que lanzarán muy pronto, ofreciendo un impecable espectáculo para los que ya eran sus fans y terminar de comprarse a aquellos que aún no. Mientras, entre el público celebraban la presencia de Simón Poxyran, cantante de Perras On The Beach (y hermano de Juan), otra de las gemas que reflejan el liderazgo de la escena mendocina.
Y no fue la única banda local que demostró tener un gran número de fieles seguidores. A los Bestia Bebé los corearon durante todo su show con canciones de cancha (“jugadores… la concha de su madre… a ver si ponen huevos… que no juegan con nadie…”), rescatando con humor la estética barrial que propone el grupo. También durante la presentación de los necochenses El Plan de La Mariposa (más tarde en el mismo escenario) podía escucharse a los fans cantar cada una de las canciones. Los Turf, por su parte, ironizaron sobre el ascenso y descenso de su propio grupo: “hacía muchísimo tiempo que no tocábamos tan temprano”, comentó Joaquín Levinton, agregando: “eso es raro… pero no tan raro como otras cosas”. Durante su concierto sonaron todos sus clásicos, además de “Kurt Cobain” y “La Canción del Supermercado”, dos hits actuales con el sello clásico de la banda y que demuestran que, más allá de todo, aún se las traen como para figurar en la escena.
El primer gran número internacional de la tarde fue la presentación de las canadienses Tegan & Sara, que en su primera visita a la Argentina se encargaron de hacernos saber que nuestro país hizo juego con sus vicios. “Es nuestra primera vez acá y hemos estado comiendo y bebiendo todos estos días… cuando volvamos a casa va a ser nuestra primera vez en el gimnasio”, comentó una de las hermanas (que ya había posteado en Instagram la foto de una picada de fiambres en un bar porteño) con el tono humorístico que caracterizó de ahí en adelante su relación con el público. Al paso de una lista de temas que sorprendentemente se enfocó en discos anteriores y no en su más reciente trabajo, Love You To Death, que da nombre a la gira, las gemelas llenaron el ambiente de pop y canciones de amor con el sol pegando fuerte sobre San Isidro.
Luego del indie rock medido de Catfish & The Bottlemen y la propuesta punk pop de Jimmy Eat World (otras dos bandas que pisaban el país por primera vez), le llegó el turno a una presentación como pocas se vieron en algún Lollapalooza argentino. El despliegue de Duran Duran dejó boquiabiertos incluso a quienes apostaban todo por ellos. Durante una hora veinte (un poco más que lo que estaba anunciado) el festival desapareció, quedó en el olvido la expectativa por ver algún otro artista, y todo se centró en el concierto de una de las bandas más emblemáticas del pop/rock mundial.
Y es que a pesar de que muchas de las canciones de su repertorio fueron tocadas una y otra vez desde los ‘80, los británicos las hacían sonar como si estuviesen presentando un nuevo disco. Sin demagogia; de verdad se sintió como si disfrutaran muchísimo estar ahí, con nosotros, para nosotros: “tenemos una relación muy linda con Argentina, pero nunca habíamos venido a tocar para tanta gente, así que será algo especial”, arrancó el frontman Simon Le Bon, cuya voz se lució enormemente durante todo el set (tiene 58 años), recordándonos cuán subestimado fue en la historia de la música popular. Cada canción fue una fiesta pirotécnica y con muchísimo feedback entre la banda y el público, quizás el más variado y multigeneracional visto en esta edición del Lolla (familias enteras, adultos mayores y adolescentes entusiasmados por igual). Hasta hubo un homenaje a David Bowie durante “Planet Earth”, que de un momento a otro se ligó en un medley hacia “Space Oddity”, con un retrato del Duque Blanco en las pantallas gigantes.
Luego de que Lisandro Aristimuño impusiera sus propias reglas en el escenario Alternative, con Fernando Ruiz Diaz como invitado en “Para vestirte hoy” e Hilda Lizarazu en los coros, le llegó el turno a otro de los platos fuertes del día. La cantante danesa MØ apareció de entre los parlantes a un costado del escenario cantando una versión alternativa de “Don’t Wanna Dance” y se dispuso a presentar no solo los temas de su único disco, No Mythologies To Follow, sino algunos de sus singles más exitosos y algunas canciones inéditas. Sonaron por supuesto “Drum” y “Lean On” que, emocionada, bajó a cantar desde las vallas, abrazada a su público.
El indie popero de la vieja escuela tuvo su momento de gloria y reivindicación de la mano de Two Door Cinema Club, que desplegó un poderoso setlist que se nucleó mayormente en su inolvidable disco debut Tourist History (2010) junto a algunos temas de Beacon (2012) y su último trabajo Gameshow (2016). Los eléctricos riffs de Sam Halliday coordinaron ininterrumpidamente los pasos de baile hasta que, llegando al cierre, el frontman Alex Trimble decidió comenzar el hitazo “What You Know” en versión acústica, lo que generó un extraña tensión placentera que finalmente se liberó con los saltos incontrolables de la audiencia cuando explotó la canción original a modo de despedida. Nada que reclamarle a los irlandeses que supieron dar un show fiel a su estilo, con algunos momentos más sensibles -como cuando sonó “Sun“-, luces de colores y un precalentamiento de lujo para seguir moviendo el cuerpo con lo que se venía.*
En la otra punta del predio, The Weeknd interpretaba sus éxitos en el marco de una gira que lo trajo por primera vez al sur de América, quizás en el mejor momento de su carrera. Con una escenografía monstruosa que parecía dejarlo solo sobre las tablas (sus músicos estaban alejados en una plataforma detrás de él) se despachó con un repertorio de casi veinte temas, sin saltarse ninguno de los puntos altos de su breve pero mundialmente exitosa discografía, una excelente manera de conocerse con los argentinos.
Sucede que una de las características principales de este Lollapalooza fue la cantidad de artistas que vinieron al país por primera vez (casi la mitad). Entre ellos Melanie Martinez, la cantante surgida del programa The Voice, quien llegó para presentar “Cry Baby”, su álbum debut conceptual en el que personifica a una niña que sufre y repele unos cuantos males. Dicha historia se trasladó al show con una llamativa escenografía (una cuna, un armario y unos cuantos juguetes gigantes) y la presencia de dos enormes animales de peluche (un lobo y un conejo) que interactuaban con la cantante en cada canción, en una propuesta novedosa y más cercana a lo teatral. La intensa respuesta del público dejó a Martinez tapándose la boca con las manos, atónita por la calurosa devolución de sus fans.
Pero mientras algunos se estaban conociendo por primera vez con la cultura del agite y la entrega del público argentino, The Strokes, que ya sabían con qué iban a encontrarse, decidieron movilizar a la gente desde el primer segundo. Con veinte minutos de retraso, las luces del Main Stage 1 se apagaron y comenzó a sonar una versión de “Reptilia” en clave de cumbia, mientras que, entre palmas y cánticos, aparecían Julian Casablancas y compañía. Lo que siguió fue, en palabras de los propios músicos, el concierto más grande que la banda haya dado jamás. Ante 90.000 personas y con tres (!) bises, la banda reafirmó su vínculo con Argentina, más allá incluso de los dichos del líder del grupo; “sean buenos con Messi”, bromeó el vocalista en algún momento. Sonaron con mucha fuerza (la de los músicos y la que aportó el público) clásicos como “Last Nite” y “Heart in a Cage”, además de otros más nuevos como el excelente “Drag Queen”. Y si bien dijimos que ya nos conocían, quedó claro que siempre podemos sorprender: “ustedes son increíbles”, exclamó Casablancas frente al frenesí con el que se vivía todo abajo del escenario.
Flume, quien en la primera edición del festival había tocado ante pocas personas durante la tarde, ahora estaba a cargo del cierre electrónico. Si bien fue una decisión criticada (según muchos ese puesto le pertenecía a Martin Garrix, por tener un set más enérgico -tocó al mismo tiempo que los Strokes-) el DJ logró hacer bailar a un gran número de gente mientras algunos otros ya comenzaban a abandonar el predio (probablemente el objetivo de la organización).
Si bien es parte de la idea de Lollapalooza, al argentino en un principio le costó. Pero en esta edición pareciera haberse entendido: es un festival con mucha diversidad, y quedarse encasillado en un bando no es la idea. Gente de todas las edades, tamaños y colores caminaron el Hipódromo visitando distintos escenarios, conociendo nuevos artistas y curioseando toda la oferta del evento, mucho más que en otros años. Algo que quizás venga a desarmar y elastizar nuestra cultura futbolística de tribus, enfrentamientos y divisiones. No importa si es una banda de heavy metal, un DJ o una cantante pop: el argentino vive toda música con la misma intensidad, quedó demostrado, y eso nos une por sobre todas las cosas.
Foto principal: Matías Casal
*Párrafo de Two Door Cinema Club: Romina Bedrossian