La coqueta Tangente, pasadas las veintidós horas del jueves, fue anfitriona de un cuarteto transformado. Con la presentación de un simple adelanto como excusa, hubo lugar para el reencuentro pero también para la despedida: una nueva era acababa de comenzar.
La atmósfera se tiñe de rosa y la banda nos invita al trance al ritmo de “Cascada”, un dream pop totalmente distinto al punk al que nos tienen acostumbrados. Al centro del escenario, una Lulúdot Viento escondida bajo un velo violeta. Con la misma seducción que una odalisca, nos susurra una disculpa: “Te he dejado en el río estancado”. Pero lo cierto es que, durante estos dos años sin presentar un nuevo tema, ellos siguieron nadando.
Y cuando todo parecía estar sumergiéndose, incluso esos lugares llenos de sudor y humo a dónde solíamos ir a verlos, explota un “Nubarrón” que nos agarra sin capucha ni paraguas para gritarnos en la jeta: “Siempre estoy donde quiero estar”. Iniciando así una tormenta que nos revolea de acá para allá, del 2013 al 2016, demostrándonos que ahí estaban, haciéndolo de nuevo, ante un público que después de agitarla y moshearla con los clásicos “Snowball”, “Halloween” y “Nada”, no duda en gritar: “Los extrañábamos”. Hay gustito a despedida pero esto recién empieza.
Tanto Florencia, desde la batería con un pañuelo verde en su centro, como Lulú, aún liderando el micrófono, piden que todas las pibas vayan para adelante… sin notar que esta vez el pogo ya lo dominaban ellas. El cambio de era se hacía presente y la “Insistencia” por un incendio no se aguantaba más. Julián se saca el buzo y Lulú revolea el velo violeta a la mierda. Como quien se quita la violencia machista de encima. Todxs nos unimos a la transición a la que Santiago, en boxers plateados desde que comenzó el show, nos lleva surfeando con su bajo. “No quiero ser siempre igual”, insisten la Rusa y Flor desde unos coros que remiten a un Viudas e Hijas de Roque Enroll liderado por Die Antwoord, si tal cosa fuera posible. El protagonismo es feminista. Hay violeta y hay verde. Nada es casualidad y las pibas desde ahí abajo lo sabemos.
Julián Desbats toma prestado el micrófono por primera vez en la noche para adelantarnos dos temas más del próximo disco: “Sabor de lo nuevo” y “Poca cosa”. Del primero se destaca un verso que él, romántico incurable, modifica en el momento: “Me gusta tu secreto” por “Me gusta tu cerebro”. Del segundo, unas baterías que son como una “bomba a punto de explotar”. La chispa se encendió.
Pero pará, no seas manija. Los Rusos nos pasean un rato más por “Tu mami no me quiere” y “Me caen todos mal menos mi novio” hasta hacernos llegar a “Soy tu fan”. La seducción y el meneo femenino invaden el espacio. Lulú maulla como una loba y Julián se arrastra por el piso como una lombriz. Las cámaras enloquecen y el Ruso dispara con rabia: “Estaba tan rica, me la quise comer”. Lulú no para de gritar. Algo se rompe, algo se cae.
Les dije que era jueves, ¿no?. Pero lo que no aclaré es que era jueves 17 de mayo: Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia. “¿Cuántas lesbianas, putos, trans, personas no binarias hay hoy acá?”, pregunta Lulú mientras se cuelga la guitarra. “Aguante las lesbianas, hoy es nuestro día”, agrega Flor. Juntas son “Hienas” y no titubean en apropiarse del show con su hit “Soy gorda”. Juli toma la posta del teclado y acompaña con una pandereta. Alguien le tira un pañuelo de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito a la Rusa y la transforma en una virgencita abortera. Ese alguien soy yo. Nada es casualidad y las devotas rezamos a todo pulmón: “Aborto legal, en el hospital”. Una tira de preservativos le sucede. Algunos los inflan, los convierten en globos. “Esta canción la hicimos hace cuatro años pero fue hecha para este momento”, arenga el Ruso dando inicio a “La Federal”. Todos los “globos” revientan ante uno de los tracks más coyunturales y sentidos de la banda. Es como si una lanza los estuviera explotando.
“Otro tema y que los chicos se vayan a la mierda”, tiran las Hienas enfatizando, una vez más, el protagonismo de las pibas. Hubo una rabia que ahora se canaliza en una misma lucha. Julián y Santiago vuelven en silencio al escenario. A ellos se les suma un personaje encapuchade que, tocando un rallador, nos va envolviendo en la cumbia en espiral que resulta “Parawita”. Sus ritmos invocan a un ritual popular. “No tengo tiempo”, repite, grita y se lamenta el Ruso, como intentando despertarse de un estado de anestesia.
El encapuchade afloja con el ruido y sus manos se apoderan de carteles con frases que resuenan aún más fuerte: “Vivas y furiosas contra el patriarcado”, “Justicia por Diana Sacayan” y “Absolución para Higui y para Joe”. Se trata de Vicente Quintreleo (Sudor Marika) poniéndole el cuerpo a los reclamos de todes.
Los Rusos se despiden con “Los pibe” y “Carmelo”, pero no sin antes transportarnos hacia la misma pregunta de siempre: ¿qué carajo estamos haciendo para cambiar el mundo?. Ojalá para mitad de año, cuando presenten el nuevo disco, lo sepamos responder. Apuntemos, disparemos. Que se caiga.
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Foto principal: Julieta Briola.