Con el pelo corto y blanco de canas una señora muy coqueta de camisa, pantalón de vestir y estridente saco rojo se apoya sobre el hombro de su nieta; una piba joven de pelo largo, ojos delineados, remera de Faith No More, borcegos y cinturón con tachas, todo en contundente color negro y muy a tono con las casi tres mil personas que llenan de a poco el Gran Rex. El acomodador de traje y corbata las lleva por un pasillo alfombrado mientras un par de hombres serios con moñito venden gaseosas y golosinas a un volumen de voz muy moderado. “Sta iniziando?” pregunta la abuela cuando se apagan las luces. El telón de terciopelo se abre y sobre una banqueta —zapatos lustrados, camisa blanca, tiradores, saco negro, pelo engominado, anteojos y boina— Mike Patton esboza una sonrisa.
Sí, el californiano volvió a Buenos Aires pero no, no volvió ni con Faith No More, ni con Tomahawk ni volvió a reunir a Mr. Bungle. Una de las voces más emblemáticas del rock alternativo de los ’90 volvió con uno de sus proyectos más ambiciosos y extravagantes: Mondo Cane. Clásicos de la canción italiana de los años ’50 y ’60 reversionados junto a una orquesta de 65 intérpretes, y grabados en un disco del mismo nombre en 2010. En su versión acotada y for export, Mondo Cane es una banda estable de ocho italianos y estadounidenses, acompañados por el director de orquesta argentino Cheche Alara y, en esta ocasión, por una sección de doce cuerdas también locales. Más tres coristas sicilianas, un total de 24 músicos viajan junto a Mike Patton por el espacio tiempo hacia la época dorada del pop italiano.
“Il cielo in una stanza“, de Gino Paoli, dio la señal de despegue y la clave para entender todo lo que vino después. Sobre un arreglo de violines que sonó a la culminación de todas las historia de amor juntas Patton se irguió como un Sinatra mediterráneo, paseando la voz por todos los tonos posibles, sin esfuerzo y con resto. “Che Notte!“, que llegó después introducida por el sonido de dos disparos y Patton parado de cara el público con revólver falso en una mano y megáfono en la otra, terminó de reafirmar que lo de todos los tonos iba en serio: de la suavidad y la pura armonía a las carcajadas, los gritos y la voz quebrada y gutural al límite del noise rock. En solo dos temas quedó claro que la dinámica de la noche tendría este vaivén como eje y la atmósfera de una película clásica como telón.
La orquesta, además, ya anticipaba la mezcla de elementos desde su composición. Detrás de un piano de cola, Vicenso Vasi —una maraña de pelo blanco con patillas largas hasta los hombros— se turnaba entre apretar botones en una laptop y mover las manos en el aire frente a un theremin, el primer instrumento electrónico del mundo creado por un ruso en 1920 y que se controla sin necesidad de tocarlo. Patton, por su parte, no deja de ser ese Patton que siempre fue y siempre será. Habla con el público, pregunta, contesta, y parece sacar siempre de órbita los ojos. Y aunque en perfecto italiano y reversionando temas de Ennio Morricone, canta acuclillado con un codo apoyado en la rodilla como un rockstar, escupe en el piso, y se mueve con total soltura entre lo íntimo de un tema como “Scalinatella“, a capella y acompañado solo por una guitarra, y “Senza Fine“, cierre épico a pura orquesta antes de los bises.
Y qué bises. Solo en el escenario con Cheche Alara en piano, y con una pronunciación de las erres que es la envidia de cualquier gringo, Patton conmovió con una versión de “Vuelvo al sur” de Astor Piazzola primero, y con una performance muy al estilo Tom Waits de “Una sigaretta” después. Iluminado por un foco de luz blanca cantó sentado casi al borde del escenario fumándose un cigarrillo que pidió entre las primeras filas. Para cerrar, “Sole e Malato” y una presentación a toda pompa de “Mondo Carrrrne“, la versión con guiño criollo de los 24 músicos que lo acompañaron.
Por segunda vez desde 2011, ovación de pie arriba y abajo del escenario. Es que a fin de cuentas, ¿en qué otro lugar más que en Buenos Aires se podría entender el sincretismo de cultura italiana y rock que es Mondo Cane? ¿Y qué otro artista más que Mike Patton podría lograr que una tribu de rockeros alternativos de remera de banda y camisa leñadora disfrute, simultáneamente, de las mismas canciones que disfrutaba su abuela?
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Foto principal: Federico Kurt Pomponi.