La última jornada del festival Rock en Baradero terminó siendo la más calurosa de las tres. Sin embargo, una hora después de su show, Acru todavía seguía dando notas y atendiendo a sus fans cerca de la carpa de prensa. Bendita esa fe ciega que ahorcó el #anonimato. Aceptó cada pedido de foto, devolvió abrazos, y hasta grabó videos con saludos. Nada en este rapero de 21 años es una mera pose, y sus treinta minutos sobre el escenario alcanzaron para entender por qué “el hijo del Víctor” es un referente tan necesario para esta generación. “Somos hijos del rock, aprendimos de las generaciones anteriores,” explicó al micrófono. Se tiró un freestyle y tembló Baradero. “Me gusta el rap aunque me guste el jazz, pobre del rapper que se tienda a limitar,” escupió. ¿La grieta? Bien, gracias.
Bajo esa premisa transcurrió la sexta edición de la ceremonia del verano, que esta vez buscó reflejar –aunque esquivándole al trap– la revolución que vive el género urbano en nuestro país. Los highlights: Femigangsta versionando a Wos con “Canguro”, el hispano-uruguayo Diego Arquero y su crew sacudiendo el escenario Monster al grito de “vinito y guiso, sonido a Gibson,” y el debut en formato full band de Lxs Familia. “Les voy a pedir a todos los que aman el hip-hop un aplauso para Acru, que estuvo acá representando la cultura como se debe,” dijo El Abuelo de Militantes del Clímax antes de invitarlo a subir al escenario para escupir otro puñado de rimas crudas. Una postal épica que, junto al funk barrial de Mustafunk, mantuvo la vara alta en un atardecer que se iba poblando cada vez más de crestas punk con ganas de escupirle al sistema.
Hablando de postales épicas –y de unir generaciones–, el lunes cerca de la medianoche ocurrió el cruce más impensado: en medio de la habitual performance que caracteriza los shows de la banda, el Mono de Kapanga y su guitarrista interpretaron un fragmento de “Ouke”, el hit de Ca7riel y Paco Amoroso. Para hacer un cuadrito y colgarlo de la pared. O mejor: para subir una story y guardarla en destacadas. Lo de Andando Descalzo y Massacre, en cambio, llegó más como una conclusión lógica: “Con mucho amor les decimos que se conmemora hoy el nacimiento de Ozzy Osbourne,” anunció Walas antes de despacharse con una versión bilingüe de “Paranoid” de Black Sabbath. Más temprano, los oriundos de Mataderos combinaban su tema “Andar” con un fragmento de “The Passenger” de Iggy Pop. “¡Por más mujeres en los escenarios, che!” pidió Lula Bertoldi antes de interpretar “Creo”. Una lucha que tanto Eruca Sativa como su público conocen muy bien, y que cada vez se ve más reflejada en las grillas de los festivales.
Sin Edu Schmidt pero con el espíritu lúdico intacto y un setlist digno de regreso festivalero, Árbol recogió la chispa que había encendido Cadena Perpetua con la celebración de sus 30 años de trayectoria. El nostalgiómetro terminó de explotar cuando Pablo Romero, actual vocalista, invitó al Mono de Kapanga a cantar “Trenes, camiones y tractores”. Antes de despedirse, la banda anunció fecha para el 20 de junio en Museum. Ya pasada la medianoche, Hugo Lobo lograría junto a su crew Dancing Mood otro pogo monumental, gracias a su adictiva mezcla de ska, reggae y calipso.
El festival apostó por la diversidad en términos curatoriales, pero lo hizo sin traicionar su esencia. En todo caso, abrir el abanico implicó un doble desafío. Al igual que en la edición anterior, la fórmula concentró las propuestas indie en la grilla del segundo día, pero esta vez apeló a un cierre más homogéneo de la mano de Las Pelotas, Los Cafres y Los Auténticos Decadentes. La tradición rockera, una vez más, volvió a ser protagonista en la primera jornada. El ritual del pogo, el aguante y los trapos lo inauguró oficialmente La Cumparsita con “Circunvalación”, mientras que el Beto Olguín regaló una verdadera fiesta –fulbito incluido- al frente de Los Pérez García. La banda aprovechó para anunciar el festejo de sus 25 años, el próximo 16 de mayo en Obras, y terminó de meterse al público en el bolsillo con una suerte de mash up zoológico entre su hit “Dónde está mi elefante” y “Mariposa Pontiac”.
“Quédense a escuchar también este escenario alternativo,” había pedido más temprano Lucy Patané, tras desplegar un trance instrumental a lo King Crimson. Después Paula Maffía se plantaría en ese mismo sitio, ukelele en mano, para interpretar una versión embriagadora de “Corazón licántropo”. Todavía era de día cuando Ricardo Tapia, líder de La Mississippi, arengaba a los saltos los primeros acordes de “Post-crucifixión”. La versión del clásico de Pescado Rabioso se sumó a la larga lista de cóvers, guiños y citas a otros artistas que tuvieron lugar durante el festival, y para seguir engrosando ese listado, Miss Bolivia ofreció su propia lectura de “Gente que no”. “¡Lo que no es necesario es el fuckin’ patriarcado!” escupió al final de “Bien Warrior”, dejando el predio caliente y empoderado. El Plan de la Mariposa aparecía como una rara avis dentro de la grilla del sábado, y se plantó ante el público rockero con sus outfits playeros y términos como “compartir,” “abundancia” y “desapego”. Pero fue Coti –secundado por su banda Los Brillantes– quien terminó de demostrar que el optimismo garpa, cuando al momento de “Antes que ver el sol” se vio sorprendido por un pogo espontáneo. Hay credenciales hiteras que no tienen fecha de vencimiento.
La apoteosis stone llegó poco antes de la medianoche con La 25, banda insignia del festival. Aunque esta vez no estuvieron encargados del cierre, sorprendieron con otro cruce que nadie veía venir: plantado sobre el escenario, un cuarteto de cuerdas del Colón interpretaba la intro de “Cruz de sal” mientras dos bailarinas ejecutaban una coreografía etérea. Con un Junior Lescano encapuchado y de negro, cual monje tibetano, encararon su set de veinte canciones que incluyó un cover de “You Shook Me All Night Long” de AC/DC, y un guiño a “Miss You” de los Stones. Y sí. Cerraron con “Volver a casa”, regalando un final –literalmente- a todo trapo.
El folklore barrial terminó de completarse con Eli Súarez de Los Gardelitos, recordando al mítico Korneta, a los pibes de Cromañón, y pidiendo cuidar al Pato Fontanet. “Estamos muy contentos de que Don Osvaldo esté de vuelta en los escenarios,” manifestó el cantante. “Defendámoslo al Pato, disfrutémoslo,” concluyó antes de arrancar con “Comandante Marcos”.
Aunque el pronóstico no anunciaba lluvias para ninguno de los tres días, el domingo amagó con un cielo encapotado que recordó a la edición anterior, cuando aquel diluvio obligó a reprogramar a Babasónicos. Pero la cosa no pasó a mayores. Y si algo les vino como anillo al dedo a los chicos de Terapia, además de la sombra, fue tocar en un escenario con nombre de bebida energizante. Ahí estaban Mark Cancian y los suyos en el Monster, cinco de la tarde, desplegando su funk alienígena como recién salidos de una rave, y enganchando “Paraguaya” de Juana Molina con un tema de su último disco. “Caliente”, su más reciente single, fue el subidón vespertino que nadie sabía que necesitaba. “Íbamos a hacer una canción, pero vamos a hacer otra que es un poquito más rockera,” argumentó Mateo Sujatovich con toda su elegancia hi-fi al frente de Conociendo Rusia. Pero da igual si elige “Bruja de Barracas” o una balada cósmica como “Cosas para decirte”: su potencial cancionero no falla.
La propuesta de Peces Raros también tiene anclaje en la canción, pero está esencialmente ligada a la pista de baile y en vivo funciona bajo la lógica de un DJ set. En ese sentido, que la electrónica haya ocupado un escenario central de la mano de los platenses –la edición pasada habían tocado en el alternativo- fue todo un acierto. Apelaron al trance como de costumbre, se fueron ovacionados, y demostraron que están a la altura de cualquier megaescenario. Eso por si a alguien le quedaba alguna duda. Juana Molina también apeló al trance en nombre de la electrónica, aunque más ligada al kraut y la psicodelia, y cautivó a propios y ajenos pese a los inconvenientes de sonido. En los conciertos de Bandalos Chinos, el grito de “Goyo te amo” funciona como una especie de leitmotiv. Es que casi sin proponérselo, el carismático vocalista armó un personaje que lo convirtió en uno de los mejores frontmans de la escena, y algo similar sucedió con los shows en vivo. Con un set tan upbeat como infalible, los Bandalos volvieron a demostrar por qué no pueden faltar en ninguna grilla festivalera.
En esos mismos términos, El Kuelgue tiene su espacio más que ganado. Julián Kartún, su líder, sabe cómo aprovecharlo y esta no fue la excepción. Tampoco lo fue el caso de Mi Amigo Invencible, banda pionera del manso indie, que debutó en el festival con formación renovada y ofreció un concentrado de su mística cuyana en un set inmersivo de cinco canciones. El desembarco de la vanguardia mendocina, sin embargo, había sido inaugurado más temprano por el indie tropical de Gauchito Club. Muerdo, el alter-ego musical del cantante, compositor y poeta murciano Pascual Cantero, resultó otro distinto dentro de la programación con su combo a medio camino entre la canción de autor y la world music, mientras que el rap anarquista de Sara Hebe impactó en el escenario Spotify con la potencia de una bomba molotov. Con Germán Daffunchio a la cabeza, Las Pelotas repasó su discografía en una performance demoledora, e hizo gala de sus himnos indestructibles –abrieron con “Si supieras”, cerraron con “Capitán América” y “Shine”-. Pero el máster en laboratorio hitero lo tienen Los Auténticos Decadentes (con Jorge Serrano como principal compositor), que minutos antes de convertir el escenario principal en una bacanal digna de feriado carnavalesco, recibieron en el predio un doble disco de platino por su último disco Fiesta Nacional.
Los festivales de rock abandonaron su zona de confort, y esa apertura ya es todo un signo de época. El resultado: una suerte de festín tarantinesco, donde géneros y público se cruzan conduciendo a un clímax estimulante. El cierre de esta sexta edición del Rock en Baradero, a cargo de una banda internacional de la talla de Ska-P, probablemente sea recordado como el que más reflejó ese espíritu. Y razones sobran. Con Santiago Maldonado estampado en la camiseta, Pulpul saludó al Anfiteatro Municipal al grito de “¡Que comience la estampida!” y el público -que había agotado las entradas- entró en ebullición. Así se mantuvo durante las siguientes dos horas, mientras dejaba la garganta en esos cantos de rebelión que hoy siguen tan vigentes. Cerraron con “El vals del obrero”, himno del proletariado que dedicaron a los obreros de la fábrica Zanón, al tiempo que reivindicaron su lucha. “Hay que bancarles, Argentina, son un ejemplo de resistencia obrera,” arengó Pulpul antes de zambullirse en la estampida final. Cada partícula del cuerpo al servicio de la revolución y a abandonar el predio con el puño bien alto. Así, hasta la próxima edición.