Empieza a sonar “Exacto”, el tema que abre Estaciones (2004), y el público se acerca a recorrer, de la mano de Rosario Bléfari, un repertorio que transporta la sensibilidad a través del tiempo. Estamos en la tercera fecha del Ciclo Cemento: del under al indie, que ya había contado con las participaciones de Palo Pandolfo y Tomi Lebrero, en la primera fecha, y de Francisco Bochatón y Viva Elástico en la segunda.
El ciclo fue curado por Nicolás Igarzabal, autor del libro Cemento: el semillero del rock, y Agustín Jais, y no solo incluyó shows en vivo, sino charlas, exposiciones y workshops. En la cuarta y última fecha en vivo, se podrá ver a Mujercitas Terror y los Surfing Maradonas. En todas las ocasiones, la propuesta implica mezclar dos generaciones cercanas, mediadas por un mismo punto de quiebre: la desaparición de un espacio cultural fundamental en la escena musical argentina, que funcionaba como el eslabón intermedio entre las pequeñas salas y los espacios de mayor proyección a nivel público; que implicaba un bautismo musical e independiente clave en la carrera de cualquier artista y que, luego de la tragedia de Cromañón, cerró sus puertas de manera definitiva, dejando un vacío que implicó, por un lado, orfandad, aunque por otro, resurgimiento.
Lo interesante de Rosario Bléfari es que, arriba del escenario, articula fuertemente esa dualidad generacional: como ex-frontwoman de Suárez; como actual cantante de Sué Mon Mont. En el público se bailan las canciones de Estaciones, Misterio Relámpago (2006), Privilegio (2011) y esa progresión inter-generacional se materializa en las voces que corean. El punto álgido del show se da con “Vidrieras“, justo en la mitad de la lista de temas.
Es por esa articulación que no hay un contraste cuando sube Bestia Bebé al escenario, sino más bien una continuidad solapada, yuxtapuesta, aunque las propuestas de una y otro artistas sean distintas. Hay, en todo caso, otro clima, tanto arriba como abajo del escenario, que hace de “Luchador de Boedo” y “Fiesta en el barrio” himnos momentáneos, fragmentos de un pogo que va del primer tema al último bis de la banda.
Bestia Bebé quizás sea el grupo que mejor sintetiza hoy la propuesta de Laptra, un sello independiente que vio la luz el mismo año intersticial en que apareció “Estaciones”; el mismo año que terminó con la tragedia de Cromañón. Sello que, de la mano de El mató a un policía motorizado, fue construyendo un espacio de identificación que tomó la antorcha musical de los ’90, encontrándole nuevas palabras, sonidos y sensibilidades para otra generación. En esos años, una banda “alternativa” no podria haberse jactado de ser “barrial”, pero esas etiquetas cada vez parecen, por suerte, más lejanas. Bestia Bebé recorre, entre cánticos de cancha, un show de punta a punta con trote ligero y pique corto, soltando algunos lujos que hacen delirar a un público sofocado por el microclima de calor que generó el pogo. La banda sigue presentando su disco más reciente Jungla de metal 2, que salió a fines del año pasado y lo hace de manera fiel, concisa, pura tracción a sangre. Tanto uno como otro show dejan en claro que hay una superposición constante de influencias, de respeto mutuo y de unificación saludable en la música independiente actual: probablemente, el espíritu de Cemento estrictamente en tanto espacio musical, ecléctico, funciona como un nexo: como un lugar donde en el inconsciente colectivo del rock confluye un punto germinal -la frase hecha de seguir a alguien “desde Cemento”-. Sobre todo que es un emblema, aunque desaparecido, todavía vigente.
* Fotografía de portada: Candela Gallo.