Si en nuestro ambiente porteño de bandas emergentes, Niceto (A&B) es un semillero, la fiesta Grow Up del jueves 4 es la clara foto de los brotes creciendo; algunos con más tiempo de vivo encima, otros con gran elocuencia y pragmatismo para dar una grata sorpresa en forma de batacazo: la nueva ola de lisérgicos está pegando divino. Tan frío el verano, Nuvem Leopardo, Flores de Sinaloa, Hurricane Heart Attacks y Los Ácidos fueron los encargados de hacer del jueves una noche psicodélicamente excepcional.
Tan frío el verano (TFV) es un inusual proyecto musical, o mejor dicho, es un experimento con químicos altamente peligrosos que explota espeluznantemente en las caras de los que asisten a sus presentaciones. Esta vez, los atónitos rostros del lado B no fueron la excepción. Con un repertorio que atravesó sus cuatro discos, los venezolanos más bizarros funden ese químico peligroso con cortes de post punk, máscaras venecianas y detalles sonoros escalofriantemente industriales. Cada vez que parecían calmarse y reproducir sonidos que se movían como un espeso y calmo humo en el aire del lado B, cada vez que parecían calmar el fuego de los sintetizadores chirriantes y los golpes épicos de la batería eléctrica, una suerte de espíritu de Nine Inch Nails los poseía y los más infernales ruidos post apocalípticos surgían y hacían fascinar con horror al sorprendido público.
Si los TFV trajeron el post apocalipsis desde Venezuela, los Nuvem Leopardo sumergieron al público que bailaba que no se daba cuenta, un escalón más abajo en dirección a las tinieblas. Los argento-brasileros hicieron sacudir los cuerpos con la oscuridad que recuerda las épocas doradas de Os Mutantes, inspiraron la frescura cual ola marítima con ribetes que nada tienen para envidarle a la new wave de bandas australianas (desde Tame Impala y sus grupos primos, hasta la actualidad) y recuerdan, con apenas dos años en el ruedo, que el circuito local está on fire. La guitarra que osciló entre las tinieblas y el LSD sesentero, estuvo a cargo del virtuoso Marcel Wilou. En el bajo se destacó Florencia López a la que, a pesar de llevar poco tiempo en la banda, jamás le tembló el pulso para marcar el paso y aguantar los arrebatos de locura incesante a cargo del zurdo director de la orquesta; el espectacular Roberto Figueroa (Knei), en baterías, dirigió el formidable recital con sus platillos y produjo placer a los ojos del detallista que lo vio cambiar instrumentos aggiornables a sus hi-hat para que, tema tras tema, cada grado de psicodelia produjera una sensación distinta en el enchufadísimo público.
Así siguió la noche en progresivo aumento lisérgico. El turno de las Flores de Sinaloa no se hizo esperar y con un repertorio implacable de cinco músicos excelentes en el escenario, le dieron esa cuota de elevación a la noche, dejando más que en claro que no solo son unas camisas (muy) bonitas. Si de estética se trata, Hurricane Heart Attacks son los campeones del circuito. Los ya conocidos portadores de la bandera del psych rock argento se lookearon tan bien como tocaron sus instrumentos y sepan, los que no tuvieron la suerte de conocerlos, que sus guitarras son un viaje de ida, sus bases un salto de fuerza y sus alaridos una declaración de libertad. Superaron algún que otro inconveniente técnico con soltura y demostraron que siguen izando la bandera con elegancia y actitud.
Cerrando la velada y llevando al público al clímax de la lisérgia se presentaron Los ácidos. Con una trayectoria de casi siete años y varios LPs en su haber, conocen el escenario y se mueven en él con frescura. Las melodías cuasi barrocas del teclado bailando al rytmo de unas visuales de otro mundo (Phantomcat) fueron la frutilla del postre y el combo necesario para retener al público que se había olvidado que al otro día la vida normal continuaba.
La escena local está creciendo a pasos agigantados; si alguno se descongeló después de 6 o 7 años o no volvió al país durante ese tiempo, se sorprenderá al ver que nuestro desierto cool al sur, nuestras pampas inspiradoras al centro, nuestros bosques místicos al este y nuestros mares imponentes se están fundiendo en un circuito de artistas que transforman la influencia extranjera en propia y que, consciente o inconscientemente, están marcando historia.
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Foto principal: Tan frío el verano, por Dana Ogar.