Los vagones del metro emergen a la superficie y la ventanilla ofrece un panorama amplio del Autódromo Hermanos Rodríguez inmerso la Ciudad Deportiva. Dentro de la estación, la prisa generalizada se mezcla con la oferta de los revendedores: “Le falta o le sobra boletos”. La entrada principal, sobre el viaducto, aun no está habilitada pero los tempraneros esperan a la orden, sitiados entre stands de merchandising.
Una vez adentro, de cara al inmenso Foro Sol semi vacío, reviso un folleto y se hacen casi las dos de la tarde. El show debe comenzar. Me sumo al colega Ruy, quien anuncia su primera parada en el Bunker Doritos, donde Vaya Futuro estrenará el espacio. Lo sigo por el atajo permitido con salida al costado izquierdo del escenario grande. Los de Tijuana aparecen estampados de colores para largar con “Tips para ir de viaje“, sencillo que da nombre a su tercer y último disco. Respetan el orden de los tracks y tocan “Un sueco en África” seguido de “Abismo”, dedicado a la familia allí presente de la tecladista Andrea. La propuesta continúa entre un pop melódico con sutilezas instrumentales y algún acelere de guitarras, con letras demasiado directas.
Media hora después, en el escenario contiguo auspiciado por AT&T, es el momento de Swing Original Monks, listos para rockear con su folclore ecuatoriano empapado en ritmos del mundo. El primero en saltar a la vista es el frontman Gabriel Baumann detrás de un cráneo bobino y encuerado. Luego aparece Juana, la voz colombiana, ornamentada con una diadema y un vestido de princesa lado b, para comenzar con el brote enérgico de sus canciones; “Caminito” y “Tucán” son bailadas y saltadas. En la previa a “Chocolate” y a modo de obsequio, Gabriel lanza una tableta de cacao con ají que va a parar en mi mano extendida. Me rodean para que comparta el premio, lo abro a toda velocidad, rompo un cuadrito y dejo el resto a merced. “Fiesta popular” fue el cierre elegido por el grupo que reivindica las texturas latinoamericanas.
Apuro el paso para llegar a la carpa Intolerante, donde se enfrentarán Francisca y los exploradores vs Juan Ingaramo. Los cordobeses son representados en las visuales con un abanico y una pelota de fútbol respectivamente. Una barra de salud, fiel estilo Street Fighter, completa la imagen. Fran Saglietti, con su acostumbrado atuendo hipster cowboy, da el primer golpe indie pop con “El día de la lenteja”; Ingaramo sale al cruce con “Hace calor”. Saglietti cuenta que va a grabar un par de canciones en CDMX y luego muestra una de ellas acompañándose en guitarra. Juan se despide con “Matemática”, el tema grabado con Dárgelos, y cede el lugar para que su amigo Franco corone el duelo con su hit “El destino”, casualmente co-escrita con el líder de Babasónicos. Un muñeco de Donald Trump ultrajado y machacado a palazos fue la performance decorativa para el final.
Tengo margen para pasar por el Media Center y aprovisionarme de agua. Acorto el trayecto y llego al Escena Indio, el único con césped para esperar sentado. Amandititita es anunciada en la pantalla y ella surge desde una esquina. Sobre una pista empieza a cantar su flamante sencillo “De Ecatepec a Atizapán”. Apenas terminado el tema, unos velos se descubren como fondo de la pequeña cantante. “Este es mi momento del día para la lucha” expresa en correspondencia al contenido de las frases. “Sin justicia para el pueblo, no habrá paz para el gobierno”, “Vivas nos queremos” y “La indiferencia también es violencia” rezan los trapos. Proclama después, mediante su anarcocumbia, el orgullo de estar en el Vive Latino sin ser una “Güera Televisa”. Con Los Estramboticos de invitados, da forma a una lista de éxitos cumbia rap como “Viernes de quincena” y “La criada”, suficiente para cambiar de hoja.
Llegando otra vez a la Intolerante se escucha un riff en prueba. Es Josu, el violero de Belako, ultimando detalles a segundos del horario pactado. Verlo ahí provoca un vitoreo cargado de ansiedad, entonces Cris, Lore y Lander salen a la luz. Los de Mungia representan una pieza excluyente en la cartelera; ya sea por el latente mix de estilos reciclados en su música o por la contundencia de su trabajo en una recién nacida carrera. Arremeten con “Haunted House” un tema apocalíptico, de la primera camada, que los define perfecto. El rótulo post-punk, amplio y difuso, encuadra la formula. Cris, ahora solo en la voz, cuelga los brazos y se mueve en espasmos, mientras los hermanos Billelabeitia, él a la guitarra y ella con las cuatro cuerdas, generan un clima espeso, sostenido con oficio por el baterista Lander. Van con “Sea of confusion” para luego develar una fecha al siguiente lunes y agradecer el préstamo de los instrumentos, ya que los propios habían sido robados en su paso previo por Austin. El que habla es Josu, quien luego se ocupa de gritar “Zaldi Baltza”, la canción escrita en Euskera del primer disco; Eurie. Reaparece Cris para entonar “Over the Edge”, un potente puñetazo al machismo curtido sobre la piel de la mujer que lo interpreta.
Escapo antes de los aplausos para acomodarme en la Carpa Doritos, esta vez mucho más concurrida. Un minuto de demora activa al público, que se enciende cuando aparece El mató a un policía motorizado. Los de La Plata abren en calma con “El magnetismo”, subiendo el pulso enseguida con “La cobra”, inolvidables de La dinastía Scorpio. Santiago saluda al país para luego soltar “El tesoro”, himno reconocible de La síntesis O’Konor. El espectáculo transita la melancolía en “La noche eterna” y “Ahora imagino cosas”. El repaso de su nuevo material continúa con “Excalibur” y culmina con “El mundo extraño”, otra canción repleta de nostalgia amorosa. A ese punto la gente quiere una dosis más cargada de El mató. La banda lo sabe y modifica la vibra con “Yoni B” y “Chica de oro”, con las que se agitan unas cuantas cabezas. “Más o menos bien” apunta a las fibras adolescentes y ya el tiempo se agota. Con “Mi próximo movimiento” comienza la retirada. El bis, a pedido de la parcialidad, es “Chica rutera”, el clásico de dos acordes que se remonta al disco Un millón de euros, tiempos frescos para los argentinos, hoy referentes de una escena renovada.
Tras una recarga de pilas, regreso al escenario de las botanas para escuchar a Nicola Cruz, una recomendación de alguien que lo conoce mejor. El francés radicado en Ecuador ofrece un set electrónico con emanaciones selváticas. Una fina mezcla entre vertientes andinas con toques de dub e incluso cumbia, sin apartarse demasiado de un disfrutable house. Una ceremonia de cuerpos danzantes gira en torno al productor, quien agradece juntando las palmas de las manos.
Paso por el salón de conferencias para la cita programada con El mató, pero en la silla está ubicado Fito Páez, respondiendo que prefiere componer en el piano pero que lo ha hecho con diversos instrumentos. Hubo un cambio de horarios imprevisto y los platenses se adelantaron.
El cielo oscuro alberga una muchedumbre expectante en el Foro Sol. El rostro de Elvis ocupa el fondo del escenario principal y con el ritmo de “You’ll Be Gone”, surge Morrissey, para empezar con un cover de Presley. El dictatorial vegano se pasea con el micrófono y convida con “The Last of the Famous International Playboys”, con Dalí acompañando en imágenes. Sigue con “I Wish You Lonely”, un lanzamiento reciente y luego va con la conocida “Suedeheart”. El clamor se desata con “How Soon Is Now?” cuando el de Lancashire deja en claro que también necesita amor. Pasa por “First of the Gang to Die” antes de lanzar su mensaje con “The Bullfighter Dies”, reproduciendo crudos videos de corridas de toros. El último tema que alcanzo a escuchar, desafiante también, es “Who Will Protect Us from the Police?”.
Me alejo para visitar otra región inglesa, una más visceral. Una calma extraña envuelve al Escena Indio. La espera enciende los murmullos y de repente me empujan hacia adelante. Mantengo la postura y veo a Noel Gallagher’s High Flying Birds posicionarse para tocar “Holy Mountain”, el single de Who Built the Moon?, lo nuevo en su haber. El creativo de los hermanos Gallagher sonríe detrás de sus gafas oscuras y hace sonar la motivadora “Dream On”, de su primer disco post Liam. – Eres la verga Noel- se escucha. “In the Heat of the Moment” y “It’s A Beautiful World” son las necesarias canciones de su repertorio solista. El giro esperado llega cuando el mancuniano pronuncia “I believe there are some Oasis fans” – y se cuelga una electro acústica para conceder “Little By Little”. Otra de las que retrotrae a la época dorada es “The Importance of Being Idle”. Vuelve al presente con “She Taught Me How to Fly” pero de inmediato remota el hilo haciendo la balada “Half the World Away”, para algún desprevenido fan de la exitosa ex banda. Su versión más controlada de “Wonderwall” enloquece a los de abajo, que filman todo para sentirlo verdadero. Un decoroso “AKA… What A Life!” merece el esfuerzo de la garganta de Noel para sacar los agudos. Imprime un poco de sensualidad con “The Rigth Stuff” y regresa al terreno conocido con “Go Let It Out”, sin perder la prolijidad. Lo obvio de “Don’t Look Back in Anger” no le quita ni un grado de emotividad. Y cuando parece que todo está dicho, el bueno de Noel cierra la orquesta con “All You Need Is Love”, para bañarse en la gloria una vez más.
Después de bajar las pulsaciones aparecen el hambre y los bostezos, así que decido concluir la jornada y aprovechar el Metro para un retorno seguro.
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Foto principal: Noel Gallagher’s High Flying Birds, por Raúl Kigra.