Lo primero que pensé al sentarme a escribir esta cobertura fue que sería más fácil empezar si se tratase de un formato de festival más cercano a lo que venimos consumiendo últimamente: es ahí donde Yaz, escapándole a los lugares comunes, marcó la diferencia con una programación ecléctica y completa.
Primer punto: desde un comienzo se lo promocionaba como “festín” y no festival. Segundo: además de contar con nada menos que cinco actuaciones a lo largo de la noche del domingo, durante la semana previa tuvieron lugar dos clínicas, a saber, de improvisación y composición (a cargo de Hernán Jacinto y Ramiro Flores) y de batería (por Sergio Verdinelli). Tercero: la disposición de las bandas a lo largo y ancho de toda la casa rompió con la linealidad esperable de ver a lxs músicxs sucederse unx detrás del otrx sobre el mismo escenario, evitando los momentos de espera e invitando al público a ocupar las distintas salas. Bonus: birra gratis en el primer piso.
También a la hora de pensar en los conjuntos que integraban el cronograma convivían nombres familiares en la escena del jazz (el Mono Fontana, Sergio Verdinelli, Ramiro Flores, Mariano Otero y Matías Méndez, entre otros) con propuestas distintas como el trío de Juan Pablo Arredondo, que conformó su setlist en composiciones basadas en la obra de David Lynch.
La apertura estuvo a cargo del dúo Fontana (teclados) + Verdinelli (batería) en el salón principal, ocupando el centro del lugar con el público rodeándolos de cerca en un clima de calurosa intimidad. Las composiciones, de fuerte corte experimental, daban pie a centrarse en el talento de los músicos en escena, donde las líneas de los instrumentos diluían a la composición en sonidos que iban fluyendo con una naturalidad virtuosa. Hacia el final, Fontana (ex miembro de Spinetta Jade, acompañante de Spinetta como solista, fundador de Madre Atómica) celebró el encuentro entre bandas y cerraron con un bis que incluía samples vocales del mismo Luis Alberto Spinetta.
Mientras la audiencia, tímida, comenzaba a moverse, en el auditorio del primer piso comenzaba el Juan Pablo Arredondo trío, presentando Leche entera, un disco de composiciones basadas en la obra de Lynch. Si bien a primera vista la formación se acercaba a un formato más estándar en un trío de jazz (batería, contrabajo y guitarra eléctrica), las piezas oscilaban entre riffs cargados y pasajes cuasi-ambient de una densidad fílmica.
A continuación comenzaba El Devenir del Río en la sala de artes visuales (Matienschön). El quinteto, conformado íntegramente por mujeres siguió con una línea similar a la banda anterior, en tanto las composiciones presentaban un corte más bien contemporáneo, haciendo uso de timbres más variados, ya sea desde los instrumentos (contaban con saxo, cello, contrabajo, piano y voz) como las técnicas de ejecución.
En el cierre de la jornada, nuevamente en el auditorio principal, tuvieron lugar las dos últimas presentaciones, a cargo de los bajistas Mariano Otero (con la Mariano Otero Orchestra) y Matías Méndez (Matías Méndez Grupo), respectivamente. El primero dio un show que dejó con la boca abierta (me arriesgaría a decir) a la mayoría de lxs concurrentes. El repertorio, según aclaró el mismo Otero, pertenecía a un disco en proceso de grabación (a excepción de algunas pocas composiciones). Los músicos de la orquesta son habitués de la escena; nombres como los de Verdinelli, Juan Canosa y Juan Cruz de Urquiza se repiten frecuentemente en este ámbito. El groove de las composiciones se amalgamaba con rondas de solos al estilo del jazz más clásico, dando como resultado una versión renovada del género.
Por último, el Matías Méndez Grupo se acercó a un repertorio en el que el género se mezclaba con ritmos más bien de corte progresivo, luciendo un talento notable principalmente en el tándem bajo-batería y con la peculiaridad de haber sido el único grupo con piezas cantadas.
Foto principal: Lautaro Luna Binder