Por tercera vez, el trío oriundo de Nueva Jersey pasó por nuestro país para brindar un show exquisito y seguramente el más convocante de los tres (luego de su debut en La Trastienda en el 2001 y su última visita por partida doble, al mismo lugar, en 2010), el pasado jueves 5 de junio en el Teatro Vorterix.
Esta vez, el trío conformado por Ira Kaplan, Georgia Hubley y James Mcnew (con roles que van rotando) vino a presentar Fade (2013, Matador), su décimo tercer disco, ese con el que volvieron a estar en las primeras planas de la crítica musical mundial: porque Yo La Tengo nunca tuvo un smash-hit de ventas, pero su discografía siempre es alabada por la crítica y por los más exigentes melómanos. Así y todo, Vorterix estuvo repleto el pasado jueves. Un jueves que, como sucedió con el reciente show de The Jesus and Mary Chain en Groove, el clima se prestaba especialmente para la ocasión: el frío y un viento otoñal esperaban del otro lado de las puertas del recinto de Colegiales.
Luego de la apertura a cargo de los patagónicos Atrás Hay Truenos (una elección que le dio en la tecla), Yo La Tengo subió al escenario y no se bajó de allí hasta pasadas las dos horas de show. Fue un show en el que presentaron más que nada canciones de su último disco, pero no faltaron clásicos: “Autumn Sweater”, “Sugarcube”, “Our Way to Fall” y la seguidilla de covers del encore que de ciudad a ciudad van cambiando. En Buenos Aires versionaron a The Seeds, Sandy Denny, Sun Ra y en la despedida definitiva “Speeding Motorcycle” de Daniel Johnston, con gente del público subida al escenario.
Como en su catálogo discográfico, el jueves pasado la banda fue y vino del ruido a la calma constantemente: el noise era muy bien recibido (hubo algún que otro pogo) y las canciones más tranquilas requerían de un absoluto silencio que, luego de pelear con algún asistente maleducado, se lograba. Una banda que sabe lo que es generar climas y piel de gallina por todos lados. Cuando pensé que estaba perdiendo la sensibilidad para ver bandas en vivo, vi a Yo La Tengo.
Fotografías: Matías Casal