Las luces se apagaron y la música comenzó a sonar, el público aplaudía con emoción, dos mujeres se besan y se abrazan fuerte y, antes de que el telón termine de subirse, el salón ya estaba repleto de amor y alegría. Así fueron los primeros segundos del show de Juana Molina, que, en el marco de la celebración de los 10 años del teatro ND Ateneo, se presentó el viernes 13 de abril en el mismo.
Se la ve tan chica en escena, que es casi incomprensible la inmensidad de los sonidos que puede producir. Acompañada de Mariano Dominguez en bajo, Juana se cuelga la guitarra acústica, decora con sonidos electrónicos y el resto es su maravillosa voz, con la cual juega y comienza a unir melodías y sonidos que trasladan a la silenciosa multitud, temerosa de perderse algún detalle, a un universo de paz.
Entre canción y canción, la artista bromea y recuerda su pasado como actriz interpretando algunos de sus maravillosos personajes, haciendo estallar de risa al público con el que interactuó todo el tiempo, generando una atmósfera de cercanía e intimidad. A mitad del show, se escuchó un grito alabador de su padre, el reconocido músico Horacio Molina, quien también debería llevarse aplausos por haberle transmitido semejante talento musical a su hija.
La lista de temas recorrió desde los más viejos hasta los más nuevos: “Un día”, “Sálvese quien pueda”, “Vive solo”, “Elena”, “Desordenado” e “Idioma”, entre otros. También incluyó un cover de Rubén Rada y, a pedido de una admiradora, tocó “Río seco”. La canción elegida para el final fue “Quien” y dejándonos a todos con piel de gallina, se despidió humilde y tímidamente, como si no hubiera sido ella la magnífica artista que nos hizo emocionar, reír, soñar y viajar volando a quién sabe dónde, pero fue un excelente y recomendable viaje.