La primera jornada del Primavera Sound Festival parece soleada. Digo parece porque desde ese momento -jueves a las 17h-, las temperaturas no hicieron más que bajar y el viento más que aumentar, encerrándonos en un festival marcado por el frío insufrible. Por primera vez agradecimos el meternos entre la multitud, el luchar por plazas hasta filas delanteras e incluso el constante –y cansadísimo- cambio de escenario. Demasiado frio, y todo hay que decirlo, demasiada gente.
Empezamos la jornada dejándonos ver por Poolside, un dúo californiano que con solo un álbum ya venía más que recomendado. En general bastante tranquilo, más cercano a un sonido ambiental que a un concierto en sí. Buena elección de la localización, con el mar de fondo, y perfecto para los que querían empezar relajados en las gradas del Ray-Ban. Pero era el primer día, y estábamos ansiosos por ver algo que nos despertara la curiosidad, así que sin más nos fuimos a Wild Nothing. Otra vez correctos. Sonaron bien, pero a excepción de “Shadow” y algún otro tema aclamado, el público estaba más pasando el rato que disfrutando de un conciertazo de la talla de los de Virginia. Ojo, que quizás influyera también nuestra separación, en un escenario Heineken que solo siendo las 18.30h de la tarde, ya estaba lleno hasta los topes. Hablando del gentío, el hecho de que solo tres de los escenarios tuvieran pantallas, y las continuas aglomeraciones en propuestas que en principio no eran tan masivas en los escenarios Pitchfork, Vice y ATP, impidió que disfrutáramos de algunos de los artistas que más ilusión nos hacían. Es el caso por ejemplo de Savages: muchas ganas, mucha gente, poco disfrute.
Aún de día llegó el turno de Tame Impala. Concierto muy esperado si tenemos en cuenta las generosas críticas que se ha llevado Lonerism. Los de Australia supieron llevarse el gato al agua con su rock psicodélico, gozando de un publico ensimismado y regalándonos un directo realmente fiel al disco. Utilizaron por primera vez unas proyecciones en forma de laser verde que complementaron la exquisitez del espectáculo. Sonaron soberbias “Elephant” y “Feels Like We Only Go Backwards”. Detrás nuestro oímos quejas de falta de canciones de su primer disco, pero ¿qué culpa tienen ellos si el último es una genialidad?
Dinosaur -y- Jr. Cuál dinosaurios, llevan más de 30 años encima de los escenarios y siguen con la misma energía de esos chavales que revolucionaron el grunge noventero. Geniales como siempre, llenaron un escenario Primavera en el que sonaron potentes como el que más, incluyendo varios temas de su novedoso trabajo Watch the Corners y alguna sorpresa como la versionada “Just Like Heaven” de The Cure. Algunos comentaron que J. Mascis abusó de solos de guitarra, adquiriendo un ¿excesivo? protagonismo, pero es que su destreza es tal que personalmente lo agradecimos. Cuando una fórmula funciona, mejor no la cambies.
Y corriendo nos plantamos en The Postal Service. Consciente de las alabanzas que este concierto ha originado, tengo que decir que a mí personalmente, me supo a poco. Fue más el sentimiento de nostalgia el que nos mantuvo sonrientes de principio a fin que el directo en sí. Sonido flojo, con algún que otro fallo -10 años desde su primer y único disco ya son muchos-, un Ben Gibbard muy bailarín pero con pocas dotes vocales, y un Jimmy Tamborello bastante en la sombra. Destacó –más aún que el dúo- Jenny Lewis que ejerció tanto de vocalista como de multinistrumentista. Todo y con eso, las míticas “Such Great Heights” y “We Wil Become Silhouettes” consiguieron ponernos los pelos de punta.
Con tanta marabunta de gente y dificultad para ver los conciertos medianamente cerca, decidimos quedarnos en el Heineken, saltarnos Grizzly Bear –casi lloro- y optar por ver bien Phoenix. No me atrevo a decir si valió la pena saltarse Grizzly Bear porque seguramente fue un concierto maravilloso, pero ver de cerca a Thomas Mars y los suyos fue toda una experiencia. La energía fue tal que hasta su nuevo álbum Bankrupt! –que no es fruto de nuestra devoción- nos pareció una pasada. Empezaron fuertes con “Entertainment”, el hit y single oficial de este último trabajo, y desde allí no hicieron más que ascender. Sonaron infinidad de temas de nuestro querido Wolfgang Amadeus Phoenix, y como era de suponer el público enloqueció con “Liztomania“. Otro momento cumbre, para mi sorpresa, fue con la mezcla de “Love Like Sunset” y “Bankrupt!” –la canción, no el CD-, que a mi juicio es uno de los peores temas de la banda, pero que sonó ciertamente fantástica con su previa instrumental “in crescendo” hasta que detonó en un espectáculo de luces, confeti y ¿obras de arte? que nos dejó alucinados. Destacar también las proyecciones, muy acertadas, primero en colores rojos y azules -¿blaugrana?- y luego con imágenes de paisajes nevados y volcanes. Un toque muy mágico. Y si así como en estética y vídeos los de Versalles parecen más bien timidillos, nada más lejos de la realidad. Thomas Mars, entregado a su público –y como cotilleo, también novio de Sofia Coppola-, se abalanzó sobre la multitud para ponerse a cantar “Rome” a nada más y nada menos que unos 20 metros del escenario. Todo un show que permanecerá en nuestro recuerdo con el tiempo, y que podemos valorar como el mejor concierto del jueves sin duda alguna.
Con este éxtasis emocional nos dirigimos a Animal Collective. Los de Baltimore tenían montado un escenario psyco-circense lleno de colorido, y la propuesta pintaba firme, sobretodo con un reciente –y buenísimo- Centipede Hz, pero sea por la hora –las 3h es un poco demasiado tarde-, por el subidón del concierto anterior o por el escenario –no he visto ni un solo concierto cómoda en el Primavera-, no nos acabó de convencer. Así que nos desplazamos al Pitchfork a por el rock instrumental de los madrileños Toundra. Un propuesta potente, si señor. Y terminamos el jueves primaveral con John Talabot, que nos deleitó con una sesión mucho más animada a lo que nos tiene acostumbrados, que con la friolera siberiana y el destroce físico que traíamos fue muy de agradecer.
Txt:Leonora Casacu
Fotos: Pablo Luna Chao