Me siento un tanto inhibida para decir. Después de ir a ver a Melero supongo que es normal. Daniel Melero cerró el ciclo Ciudad Emergente en el Centro Cultural Recoleta con una terraza colmada de gente.
Hubo todo ahí liberando la sospecha de que este músico teje la seda en la que vive mientras hace su canción. La tela es de colores, logra pliegues amables, despoja y abriga, da lo propio volviéndose vibración urgente.
Cantó No dejes que llueva y vimos el riesgo de soltar esa frescura en las palabras. Gozó el orgullo de sonar a sí mismo y paseó por su repertorio sin escatimar hits. Sentado al piano en el medio del estribillo de su sonido-canción de los ochenta se lo veía en un traje finísimo para vestirse de clásico.
Es pulcro, detallista, brilla en su sutileza y asi va hasta las palabras. Habló de amigos y subió Dárgelos a cantar “Celoso“. Otro episodio de chicas y suspiros.
Al instante el músico cantante compositor poeta agradeció a su vez la presencia de todos los otros músicos cantantes compositores poetas que participaron del festival arengando que en tanto emergentes se sumerjan profundo.
Luego de todo, quedamos sobrevolados por la canción preciosista que abre puertas de pensamientos y emoción, que delira cuerdas de guitarra criolla y sintetizadores para perderse en gestos de romance, algo que parece tan demodé para esta latitud de público.
Gracias por esta otra voz, que circunde, que regrese cada vez, a fundar una ciudad nueva capaz de dejarse amar.