Tame Impala se presentó por tercera y cuarta vez en nuestro país, ante un enérgico público de insaciable exaltación en el Teatro Vorterix.
La agitación alrededor de la noche del pasado lunes era inmensa, quizás demasiada. Desde hace un par de meses sabíamos que las entradas para la segunda venida de la banda australiana a nuestro país se habían agotado en cuestión de semanas y eso sólo podía predecir un show de alta envergadura. Es que, copados por dicha excitación, la banda encabezada por el mítico Kevin Parker debía nada menos a sus fans del sur de América del sur.
Y la banda supo cumplir con sus expectativas, como siempre lo hace, incluso sorprendiendo a aquellos descorazonados carentes de dicha posibilidad con una nueva fecha, improvisada en menos de 24 horas.
Como dijimos anteriormente, la cita con Tame Impala se dio en el Teatro Vorterix, por primera vez, el lunes, pasadas las 21. Con mucha anticipación los entusiastas fueron copando el predio, y presenciaron la presentación de Delta Venus, aquella banda que tuvo el privilegio de llevarse los primeros aplausos de una noche donde dos manos no eran suficientes.
Y así fue. No hay palabras para expresar la emoción de ver a los australianos en el escenario, practicando de manera tan natural eso que causa tanta admiración y llena tantos corazones alrededor del mundo con sólo dos discos y tres años de carrera.
Es que, no hay bandas como Tame Impala, y todos aquellos que se adueñaron de las entradas para la primera venida estaban muy conscientes de ello.
Como era fácil predecir, el show estuvo cargado de una energía capaz de voltear edificios. Y era la gente misma, la que proveía el marco perfecto para que las canciones (principales catalizadoras de dicho estado) se desenvolvieran de esa manera: imponentes, avasallantes, desde los primeros acordes de “Endors Toi”.
Lo más curioso de ver a los Tame Impala en vivo, es que, al contrario de lo que uno imaginaría (sacralizando sus habilidades musicales, idealizándolos como maestros en la creación de aquello que moviliza tanta gente) ellos son seres humanos igualmente capaces de sorprenderse o admirar, pues es eso lo que transmitían entre gestos o sonrisas a un público que no podía parar de saltar y cantar inclusive esas partes donde las guitarras debían tomar protagonismo. Prácticamente atónitos ante semejante respuesta los Impala demostraban modestia y humildad ante aquello que habían generado.
La gente fue imparable, un eco necesario en cada canción del repertorio. Éstas se distribuyeron estratégicamente entre ambos discos, con interludios musicales que recordaban al público que los que debían quedarse atónitos eran ellos, la admiración no tenía límites.
Eran éstos los momentos de gran valor, los impredecibles, donde la gente contemplaba, escuchaba, sentía y se conmovía, como en “Half Full Glass of Wine” (de su EP homónimo), “Led Zeppelin” , los jams entre “Solitude is Bliss” y “Why Wont They Talk To Me?”“, el momento en que Kevin jugaba con el oscilador de su guitarra y las gráficas, o las nuevas versiones de “Mind Mischief” o “Be Above it” que volaron cabezas por doquier.
Todo lo demás, fue un constante nirvana de excitación inacabable. “It Is Not Meant to Be”, “Desire by Desire Go”, “Why Wont You Make Up Your Mind” y la solicitada “Alter Ego” (junto con la ya mencionada “Solitude is Bliss”) fueron las que dieron voz a su aclamado debut del 2010, Innerspeaker, en momentos de goce instantáneo.
Su más reciente creación, Lonerism, brilló a través de sus más significativos aportes: “Be Above It”, “Music to Walk Home By”, “Why Wont the Talk To Me? ” , la infaltable “Elephant” y las responsables del momento más épico de la noche: “Apocalypse Dreams”, la encargada del primer cierre, el inevitable encore con “Feels Like We Only Go Backwards” y el broche de oro a cargo de ”Nothing That Has Happened So Far Has Been Anything We Could Control” .
Luego de un show de tal imponente magnitud, la efímera manera en que las entradas para el día que prosiguió se acabaron no fue sorpresa alguna, simple ley de causa-efecto. Es que, como he aclarado anteriormente, nadie suena como Tame Impala.
Fotos: Matías Casal