Jennifer Aniston saltó a la fama en 1994, al igual que el resto del elenco de Friends. Y aunque tanto ella como sus compañeros hayan participado en muchas otras producciones televisivas desde entonces, la mayoría de la audiencia todavía los reconoce por sus personajes en la sitcom que finalizó en 2004. Hay que reconocer que su papel como Rachel Greene no solo marcó tendencia a nivel actoral, sino también en el mundo de la moda, pues ella interpretaba a una mujer muy ingeniosa y “chic”.
Al igual que sus co-protagonistas (y las personas en la vida real), ella estaba llena de defectos: era caprichosa, impulsiva y un tanto egocéntrica. A pesar de eso, el público aprendió a quererla gracias a los diversos momentos memorables que estelarizó en la serie. A continuación, recordamos tres de ellos:
Su entrada como novia fugitiva
No solo se trató de la glamorosa e hilarante escena con la que se presentó a su personaje, sino que también supuso el primer gran acto de rebeldía de Rachel contra la vida impuesta por su familia, que luego la acercaría a tener una vida independiente junto a sus nuevos amigos. Desde ese mismo momento se puede intuir el romance que se desarrollará entre ella y Ross, y el papel que jugarán Monica y Chandler para ayudarla a reinventar su vida.
Cuando recuperó su departamento
Rachel y Monica vivieron juntas por buena parte de la duración de la serie, y su convivencia desató infinidad de situaciones graciosas relacionadas con la obsesión por la limpieza y el orden de su amiga/cuñada. Pero uno de los episodios más llenos de adrenalina y diversión es en el cual ellas intercambian su departamento con el de Joey y Chandler, pero luego deben luchar por recuperarlo. Allí Rachel saca a relucir toda su astucia y su espíritu competitivo con resultados muy favorecedores.
Su boda con Ross en Las Vegas
Después de varias temporadas de idas y venidas, ella y su eterno enamorado se casan, aunque no bajo circunstancias más tranquilas: su unión en la pecaminosa ciudad fue un plot twist bastante divertido. Para empezar, ambos estaban ebrios al momento de dar el “sí”, así que decidieron pasar su luna de miel en su habitación de hotel jugando a las cartas. En vez de tener un vestido de ensueño, la rubia deambula con un bigote y una barba dibujados en su rostro, mientras su esposo tampoco tenía el mejor de los aspectos.