Un cuerpo de mujer, desnudo y cubierto de costras de cenizas, emerge de las profundidades de un glaciar subterráneo entre grietas de lava, mientras el volcán que se encuentra encima erupciona y lo tiñe todo de gris. Con estas imágenes tan espectaculares como inquietantes, comienza Katla, la primera serie islandesa original de Netflix. Su creador, Baltasar Kormákur, también tiene en su haber y disponible en la plataforma la serie Trapped (2018), pero con esta nueva entrega pega un gran salto. Ojalá éste sea el comienzo de una fructífera colaboración entre Netflix y el sector audiovisual de la isla porque Katla es de lo mejor que se ha visto en dicha pantalla.
Es difícil describir la trama sin caer en el terreno del spoiler. Desde el primer capítulo se empiezan a acumular los giros, los misterios y las sorpresas así que solo comentaremos lo básico. Vik es un pequeño pueblito costero al sur de Islandia que se vio afectado por la interminable erupción del volcán Katla (que de hecho existe y es considerado uno de los más peligrosos del mundo). Como hace un año está en actividad y sin señales de parar, se restringió el acceso a la zona y los habitantes terminaron evacuando el lugar. Vik quedó semi abandonado, excepto por un puñado de personas, entre científicos que estudian el fenómeno, policías y unos pocos trabajadores de áreas esenciales.
En ese paraje desolado y gélido donde solo se respiran cenizas, las duras rutinas de estos personajes comienzan a enrarecerse hasta niveles siniestros con las sucesivas apariciones de cuerpos descascarados y al borde de la hipotermia que se arrastran en medio de la nada. Lo terrible es que esas personas rompen cualquier tipo de lógica: los habitantes de Vik las conocen muy bien.
Sin llegar a ser pesada, gracias a una expeditiva presentación de varios personajes y buen uso de impactantes cliffhangers que alientan la maratón, Katla tiene ese toque nórdico que se inclina por una narración parsimoniosa e introspectiva que, en este caso, va perfecto para lograr el clima que se propone en términos de género (el otro clima, el del entorno natural, también hace lo suyo en ese sentido). La cadencia narrativa, una banda de sonido de cuerdas melancólicas y cierto laconismo en los personajes potencian el suspenso y la intriga y a medida que avanzan los ocho capítulos todo se vuelve tan oscuro que la serie roza más el terror psicológico que el thriller o la ciencia ficción.
Con el caso del primer aparecido creemos que estamos ante una versión islandesa de la alemana Dark; con los siguientes, la evocación viene por el lado de Les revenants, la muy celebrada serie francesa de 2012. Pero estos seres extraños (y a la vez no tan extraños) siguen apareciendo y las referencias se pierden. Katla toma lo mejor de las series europeas pero es mucho más que eso. Es una obra única y realmente admirable que mantiene el misterio hasta el final, en un último capítulo que cierra todo de manera soberbia redimiendo a sus personajes después de haberlos expuesto a sus mayores miserias. Y de paso le regala al espectador un par de escenas tan perturbadoras que serán difíciles de olvidar.
Katla está disponible en Netflix.