Hace algunos días te contamos sobre La Serpiente, la nueva serie británica de Netflix que está causando furor en la plataforma del gigante del streaming. Esta miniserie está basada en hechos reales y cuenta la historia del estafador y asesino Charles Sobhraj (interpretado por el argelino Tahar Rahim), llamado como el reptil por lo perverso y sibilino. Éste, haciéndose pasar por un vendedor de gemas, viajó junto a su novia Marie-Andrée Leclerc (Jenna Coleman) por Tailandia, Nepal e India entre 1975 y 1976, cometiendo varios crímenes en el camino y convirtiéndose así en los principales sospechosos de una serie de asesinatos de jóvenes viajeros occidentales.
Para que entiendas un poco mejor la vida de Sobhraj, hoy vamos a contarte sobre su historia, la cual comienza en Saigón, en 1944, cuando dicho territorio era ocupado por los japoneses. Según informes, la vida criminal de Hatchand Bhaonani Gurumukh Charles Sobhraj comenzó de niño, cuando era un ladrón y mentiroso, acciones que lo llevaron a la cárcel por primera vez en 1962, cuando fue arrestado en París por robar un automóvil. Luego de otro cargo de robo ocurrido al poco tiempo, Charles cumplió una sentencia de cárcel de tres años donde aprendió karate e italiano.
Más tarde, en 1970, se trasladó a Asia con su mujer, Chantal Compagnon, que dio a luz a su hija Usha en Bombay. Tiempo después se dedicó al robo a mano armada, pero consiguió escapar de la cárcel y huyó a Kabul, donde empezó a robar a mochileros en la ruta hippie. Como muestra de lo tramposo que se había vuelto -y lo que le valió el apodo de La Serpiente-, Sobhraj fue detenido por robo pero fingió estar enfermo, drogó al guardia del hospital y escapó. En ese momento, su mujer decidió abandonarlo y huyó a Irán, Europa y Oriente Medio, donde cometió más delitos y luego malgastó todo el dinero en su creciente adicción al juego.
En su huida a Tailandia, Sobhraj conoció a dos de sus futuros cómplices: Marie-Andree Leclerc y Ajay Chowdhury, que cayeron con él en sus correrías delictivas, aunque las cosas dieron un giro aún más oscuro cuando Sobhraj drogó, robó y mató a un grupo de jóvenes mochileros. Entre 1974 y 1975, Sobhraj fue responsable directo de los asesinatos de unas 12 personas, pero el número real de víctimas podría ser superior a 30. De hecho, una mujer francesa fue a la embajada británica con la historia, pero no la creyeron.
Durante este tiempo, el diplomático holandés Herman Knippenberg comenzó a investigar de forma independiente la muerte de dos ciudadanos holandeses, a pesar de la presión de sus superiores para que se detuviera. “Todo fue tan fácil para [Sobhraj]”, diría Knippenberg más tarde. “Los asesinatos, el engaño, todo. Se había salido con la suya durante tanto tiempo que se creía invencible. Personalmente, creo que pudo haber matado a muchos más. Dentro de su apartamento de Bangkok encontramos una pila de pasaportes y permisos de conducir. Fácilmente podrían haber pertenecido a otros”.
La investigación de Knippenberg condujo al arresto de Sobhraj y Leclerc por la policía tailandesa. La pareja, sin embargo, escapó más tarde aunque su libertad duró poco, ya que la dupla fue atacada en Nueva Delhi por un grupo de turistas franceses después de que intentaran drogarlos. El gobierno indio declaró a Sobhraj culpable de un solo asesinato y le impusieron una sentencia de siete años de prisión. Escapó varios años después drogando a los guardias de la prisión, pero luego fue arrestado nuevamente. Algunos especulan que la fuga fue diseñada para aumentar su sentencia de prisión y, por lo tanto, evitar la extradición a Tailandia, donde podía ser ejecutado por sus crímenes.
Cuando Sobhraj salió de la prisión india en 1997, había transcurrido el plazo necesario para ser juzgado en Tailandia. Estaba libre. Inmediatamente se mudó a París, abrazando su infamia pública. De vuelta a Francia, Sobhraj se hizo millonario gracias a sus asesinatos. En tratos muy dudosos desde el punto de vista moral, se dice que vendió los derechos de su vida para una película por 15 millones de dólares, y que cobraba hasta 6.000 dólares por entrevista para otras publicaciones en los medios de comunicación.
Sin embargo, en 2003 regresó a Katmandú y fue rápidamente detenido por los asesinatos de la mochilera estadounidense Connie Jo Boronzich y el turista canadiense Laurent Carrière, gracias al incansable trabajo de 30 años de Knippenberg. En 2004 declaró al Nepali Times: “No podía olvidarlo, era como tener malaria. Cada dos años más o menos ocurría algo que me hacía volver al caso”. Sobhraj fue condenado sin juicio y encarcelado de por vida, por lo que actualmente sigue en una prisión nepalí, con 76 años y una salud precaria.